Personajes: CYRIL y VIVIAN; Lugar
de la escena: Biblioteca de una casa de campo en el condado de Nottingham.
CYRL: (Entrando por la puerta al
balcón abierta de la terraza): No esté usted encerrado todo el día en la biblioteca,
mi querido Vivian. Hace una tarde encantadora y el aire es tibio. Flota sobre
el bosque una bruma rojiza como la flor de los ciruelos. Vayamos a tumbarnos
sobre el césped, a fumar cigarrillos y a gozar de la Naturaleza.
VIVIAN: ¡Gozar de la Naturaleza!
Tengo el gusto de comunicarle que he perdido esa facultad por completo. Dicen
las gentes que el Arte nos hace amar aún más a la Naturaleza, que nos revela
sus secretos y que una vez estudiados estos concienzudamente, según afirman
Corot Constable, descubrimos en ella cosas que antes escaparon a nuestra
observación. A mi juicio, cuanto más estudiamos el Arte, menos nos preocupa la
Naturaleza. Realmente lo que el Arte nos revela es la falta de plan de la
Naturaleza, su extraña tosquedad, su extraordinaria monotonía, su carácter
completamente inacabado. La Naturaleza posee, indudablemente, buenas
intenciones; pero como dijo Aristóteles hace mucho tiempo, no puede llevarlas a
cabo. Cuando contemplo un paisaje, me es imposible dejar de ver todos sus defectos.
A pesar de lo cual, es una suerte para nosotros que la Naturaleza sea tan
imperfecta, ya que en otro caso no existiría el Arte. El Arte es nuestra
enérgica protesta, nuestro valiente esfuerzo para enseñar a la Naturaleza cuál
es su verdadero lugar. En cuanto a eso de la infinita variedad de la
Naturaleza, es un puro mito. La variedad no se puede encontrar en la Naturaleza
misma, sino en la imaginación, en la fantasía, en la ceguera cultivada de quien
la contempla.
CYRIL: Bueno, pues no mirará
usted el paisaje. Se tumbará sobre el césped para fumar y charlar,
exclusivamente.
VIVIAN: ¡Es que la Naturaleza es
tan incómoda! La hierba dura y húmeda está llena de asperezas y de insectos
negros y repulsivos. ¡Por Dios! El obrero más humilde de Morris sabe construir
un sillón perfectamente cómodo como no podrá hacerlo nunca La Naturaleza. Y
ésta palidece de envidia ante los muebles de la calle «que de Oxford tomó el
nombre», como dijo feamente ese poeta favorito de usted. No me quejo de ello.
Con una Naturaleza cómoda, la Humanidad no hubiera inventado nunca la
arquitectura; y a mí me agradan más las casas que el aire libre. En una casa se
tiene siempre la sensación de las proporciones exactas. Todo en ella está
supeditado, dispuesto, construido para uso y goce nuestros. El propio egoísmo,
tan necesario para el sentido auténtico de la dignidad humana, proviene en
absoluto de la vida interior. De puertas afuera se convierte uno en algo
abstracto e impersonal, nuestra individualidad desaparece. Y, además, ¡es tan
indiferente y tan despreciativa la Naturaleza! Cada vez que me paseo por este
parque me doy cuenta de que le importo lo mismo que el rebaño que pace en una
ladera o que la bardana que crece en la cuneta. La Naturaleza odia a la
inteligencia; esto es evidente. Pensar es la cosa más malsana que hay en el
mundo, y la gente muere de ello como de cualquier otra enfermedad. Por fortuna,
en Inglaterra al menos, el pensamiento no es contagioso. Debemos a nuestra
estupidez nacional el ser un pueblo físicamente magnífico. Confío en que
seremos capaces de conservar durante largos años futuros esa gran fortaleza
histórica aunque temo que empezamos a refinarnos demasiado; incluso los que son
incapaces de aprender se han dedicado a la enseñanza. Hasta eso ha llegado nuestro
entusiasmo cultural. Entre tanto, mejor hará usted en volver a su fastidiosa e
incómoda Naturaleza y dejarme corregir estas pruebas.
CYRIL: ¡Ha escrito usted un
artículo! No me parece muy consecuente después de lo que acaba usted de decir.
VIVIAN: ¿Y quién necesita ser
consecuente? El patán y el doctrinario, esa gente aburrida que lleva sus
principios hasta el fin amargo de la acción, hasta la reductio ab absurdum de
la práctica. Yo, no. Lo mismo que Emerson, grabo la palabra «capricho» sobre la
puerta de mi biblioteca. Por lo demás, mi artículo es realmente una advertencia
saludable y valiosa. Si se fijan en él, podría producirse un nuevo Renacimiento
del Arte.
CYRIL: ¿Cuál es su tema?
VIVIAN: Pienso titularlo "La
decadencia de la mentira". Protesta.
CYRIL: ¡La mentira! Creí que
nuestros políticos la practicaban habitualmente.
VIVIAN: Le aseguro que no. No se
elevan nunca por encima del nivel del hecho desfigurado y se rebajan hasta
probar, discutir, argumentar. ¡Qué diferente esto con el carácter del auténtico
mentiroso, con sus palabras sinceras y valientes, su magnífica
irresponsabilidad, su desprecio natural y sano hacia toda prueba! Después de
todo, ¿qué es una bella mentira? Pues, sencillamente, la que posee su evidencia
en sí misma. Si un hombre es lo bastante pobre de imaginación para aportar
pruebas en apoyo de una mentira, mejor hará en decir la verdad, sin ambages.
No, los políticos no mienten. Quizá pudiera decirse algo en favor de los
abogados; éstos han conservado el manto del sofista. Sus fingidas vehemencias y
su retórica irreal son deliciosas. Pueden hacer de la peor causa la mejor, como
si acabasen de salir de las escuelas Leontinas y fueran populares por haber
arrancado a unos jurados huraños una absolución triunfal de sus defendidos,
hasta cuando éstos, cosa que sucede con frecuencia, son clara e
indiscutiblemente inocentes. Pero el prosaísmo lo cohíbe y no se avergüenzan en
apelar a los precedentes. A pesar de sus esfuerzos, ha de resplandecer la
verdad. Los mismos diarios han denegado; se les puede conceder una absoluta
confianza. Se nota esto al recorrer sus columnas. Siempre sucede lo ilegible.
Temo que no pueda decir gran cosa en favor del hombre de ley y del periodista.
Además, yo defiendo la Mentira en arte. ¿Quiere usted que le lea lo que he
escrito? Le hará mucho bien.
CYRIL: Desde luego, si me da
usted un cigarrillo...
...VIVIAN (Leyendo con voz
clara.): "La decadencia de la mentira. Protesta". Una de las
principales causas del carácter singularmente vulgar de casi toda la literatura
contemporánea es, indudablemente, la decadencia de la mentira, considerada como
arte, como ciencia y como placer social. Los antiguos historiadores nos
presentaban ficciones deliciosas en formas de hechos; el novelista moderno nos
presenta hechos estúpidos a guisa de ficciones. El Libro Azul se convierte
rápidamente en su ideal, tanto por lo que se refiere al método como al estilo.
Posee su fastidioso documento humano, su mísero coin de la création (rincón de
la creación), que él escudriña con su microscopio. Se lo encuentra uno en la
Biblioteca Nacional o en el Museo Británico, buscando con afanoso descaro su
tema. Ni siquiera tiene el valor de ideas apenas; con reiteración va
directamente a la vida para todo, y, por último, entre las enciclopedias y su
experiencia personal, fracasa miserablemente, después de bosquejar tipos
copiados de su círculo familiar o de la lavandera semanal y de adquirir un lote
importante de datos útiles de los que no puede librarse por completo, ni aun en
sus momentos de máxima meditación. Sería difícil calcular la extensión de los
daños causados a la literatura por ese falso ideal de nuestra época. Las gentes
hablan con ligereza del "mentiroso nato" igual que del "poeta nato".
Pero en ambos casos se equivocan. La mentira y la poesía son artes -artes que,
como observó Platón, no dejan de tener relaciones mutuas-, y que requieren el
más atento estudio, el fervor más desinteresado. Poseen, en efecto, su técnica,
igual que las artes más materiales de la pintura y de la escritura tienen sus
secretos sutiles de forma y de color, sus manipulaciones, sus métodos
estudiados. Así como se conoce al poeta por su bella musicalidad, de igual modo
se reconoce al mentiroso en ricas articulaciones rítmicas, y en ningún caso la
inspiración fortuita del momento podría bastar. En esto, como en todo, la
práctica debe preceder a la perfección. Pero en nuestros días, cuando la moda
de escribir versos se ha hecho demasiado corriente y debiera, en lo posible,
ser refrenada, la moda de mentir ha caído en descrédito. Más de un muchacho
debuta en la vida con un don espontáneo de imaginación, que alentado y en un
ambiente simpático y de igual índole, podría llegar a ser algo verdaderamente
grande y maravilloso. Pero por regla general, ese muchacho no llega a nada o
adquiere costumbres indolentes de exactitud...»
CYRIL: ¡Amigo mío!
VIVIAN: No me interrumpa en la
mitad de una frase, "...o adquiere costumbre indolentes de exactitud o se
dedica a frecuentar el trato de personas de edad o bien informadas". Dos
cosas que son igualmente fatales para su imaginación -lo serían para la de
cualquiera-, y así, en muy poco tiempo, manifiesta una facultad morbosa y
malsana a decir la verdad, empieza a comprobar todos los asertos hechos en su
presencia, no vacila en contradecir a las personas que son mucho más jóvenes
que él y con frecuencia termina escribiendo novelas tan parecidas a la vida que
nadie puede creer en su probabilidad. Este no es un caso aislado, sino simplemente
un ejemplo tomado entre otros muchos; y si no se hace algo por refrenar o, al
menos, por modificar nuestro culto monstruoso a los hechos, el arte se tornará
estéril y la belleza desaparecerá de la Tierra.
EL ARTE DE LA FANTASÍA Y EL
FRACASO DEL ARTE
...VIVIAN (Leyendo.): "El
Arte comienza con una decoración abstracta, por un trabajo puramente
imaginativo y agradable aplicado tan sólo a lo irreal, a lo no existente. Esta
es la primera etapa. La Vida, después, fascinada por esa nueva maravilla, solicita
su entrada en el círculo encantado. El Arte toma a la Vida entre sus materiales
toscos, la crea de nuevo y la vuelve a modelar en nuevas formas, y con una
absoluta indiferencia por los hechos, inventa, imagina, sueña y conserva entre
ella y la realidad la infranqueable barrera del bello estilo, del método
decorativo o ideal. La tercera etapa se inicia cuando la Vida predomina y
arroja al Arte al desierto. Esta es la verdadera decadencia que sufrimos
actualmente. Tomemos el caso del dogma inglés. Al principio, en manos de los
frailes, el arte dramático fue abstracto, decorativo, mitológico. Después tomó
la Vida a su servicio, y utilizando algunas de sus formas exteriores creó una
raza de seres absolutamente nuevos, cuyos dolores fueron más terribles que ningún
dolor humano y cuyas alegrías fueron más ardientes que las de un amante. Seres
que poseían la rabia de los Titanes y la serenidad de los dioses, monstruosos y
maravillosos pecadas, virtudes monstruosas y maravillosas. Les dio un lenguaje
diferente al lenguaje ordinario, sonoro, musical, dulcemente rimado, magnífico
por su solemne cadencia, afinado por una rima caprichosa, ornado con pedrerías
de espléndidas palabras y enriquecido por una noble dicción. Vistió a sus hijos
con ropajes magníficos, les dio máscaras, y el mundo antiguo, a su mandato,
salió de su tumba de mármol. Un nuevo César avanzó altivamente por las calles
de Roma resucitada, y con velas de púrpura y remos movidos al son de las
flautas, otra Cleopatra remontó el río, hacia Antioquía. Los viejos mitos y la
leyenda y el ensueño tomaron nuevamente forma. La Historia fue escrita otra vez
por entero y no hubo dramaturgo que no reconociese que el fin del Arte es, ni
la simple verdad, sino la belleza compleja. Y esto era completamente cierto. El
Arte representa una forma de exageración, y la selección, es decir, su propia
alma, no es más que una especie de énfasis. Pero muy pronto la Vida destruyó la
perfección de la forma. Incluso en Shakespeare podemos ver el comienzo del fin.
Se observa en la dislocación de verso libre en sus últimas obras, en el
predominio de la prosa y en la excesiva importancia concedida a la
personificación. Los numerosos pasajes de Shakespeare en que el lenguaje es
barroco, vulgar, exagerado, extravagante, hasta obsceno, se los inspiró la
Vida, que buscaba un eco a su propia voz, rechazando la intervención del bello
estilo, a través del cual puede únicamente expresarse. Shakespeare está lejos
de ser un artista perfecto. Le agrada demasiado inspirarse directamente en la Vida,
copiando su lenguaje corriente. Se olvida de que el arte lo abandona todo
cuando abandona el instrumento de la Fantasía. Goethe dice en alguna parte:
"Trabajando en los límites es como se revela el maestro". Y la
limitación, la condición misma de todo arte, es el estilo. Sin embargo, no nos
detengamos más en el realismo de Shakespeare. La tempestad es la más perfecta
de las palinodias. Todo cuanto deseo demostrar es que la obra magnífica de los
artistas de la época isabelina y de los Jacobitas contenía en sí el germen de
su propia disolución, y que si adquirió algo de su fuerza utilizando la Vida
como material, toda su flaqueza proviene de que la tomó como método artístico.
Como resultado inevitablemente de sustituir la creación por la imitación, de ese
abandono de la forma imaginativa, surge el melodrama inglés moderno. Los
personajes de esas obras hablan en escena exactamente lo mismo que hablarían
fuera de ella; no tienen aspiraciones ni en el alma ni en las letras; están
calcados de la vida y reproducen su vulgaridad hasta en los menores detalles;
tienen el tipo, las maneras, el traje y el acento de la gente real; pasarían
inadvertidos en un vagón de tercera clase... ¡Y que aburridas son esas obras!
No logran siquiera producir esa impresión de realidad a la que tienden y que
constituye su única razón de ser. Como método, el realismo es un completo
fracaso. Y esto, que es cierto tratándose del drama y de la novela, no lo es
menos en las artes que llamamos decorativas. La historia de esas artes en Europa
es la lucha memorable entre el orientalismo, con su franca repulsa de toda
copia, su amor a la convención artística y su odio hacia la representación de
las cosas de la Naturaleza y de nuestro espíritu imitativo. Allí donde triunfó
el primero, como en Bizancio, en Sicilia y en España por actual contacto, o en
el resto de Europa por influencia de las Cruzadas, hemos tenido bellas obras
imaginadas, donde las cosas visibles de la vida se convierten en artísticas
convenciones, y las que no posee la Vida son inventadas y modeladas para su
placer. Pero allí donde hemos vuelto a la Naturaleza a la Vida, nuestra obra se
hecho siempre vulgar, común y desprovista de interés. La tapicería moderna con
sus efectos aéreos, su cuidada perspectiva, sus amplias extensiones de cielo
inútil, su fiel y laborioso realismo, no posee la menor belleza. Las vidrieras
pintadas de Alemania son por completo detestables. En Inglaterra empezamos a
tejer tapices admirables porque hemos vuelto al método y al espíritu
orientales. Nuestros tapices y nuestras alfombras de hace veinte años, con sus
verdades solemnes y deprimentes, su vano culto a la Naturaleza, sus sórdidas
copias de objetos visibles, se han convertido, hasta para los filisteos, en
motivos de risa. Un mahometano culto me hizo un día esta observación.
"Ustedes, los cristianos, están tan ocupados en interpretar mal el sentido
del cuarto mandamiento, que no han pensado nunca en hacer una aplicación
artística del segundo." Tenía por completo razón, y la concluyente verdad
sobre este tema es que la verdadera escuela de arte no es la Vida, sino el
Arte."
LA VIDA COMO ESPEJO DEL ARTE
VIVIAN: El arte encuentra su
perfección en sí mismo y no fuera de él. No hay que juzgarlo conforme a un
modelo interior. Es velo más bien que un espejo. Posee flores y pájaros
desconocidos en todas las selvas. Crea y destruye mundos y puede arrancar la
luna del cielo con un hilo escarlata. Suyas son las "formas más reales que
un ser viviente", suyos son los grandes arquetipos de que son copias imperfectas
las cosas existentes. Para él la Naturaleza no tiene leyes ni uniformidad.
Puede hacer milagros a voluntad, y los monstruos salen del abismo a su llamada.
Puede ordenar al almendro que florezca en invierno y hacer que nieve sobre el
campo de trigo en sazón. A su voz, la helada coloca su dedo de plata sobre la
boca ardorosa de junio, y los leones alados de montañas Lidias salen de sus
cavernas. Cuando pasa, las dríades lo espían en la espesura y los faunos
bronceados le sonríen extrañamente. Lo adoran dioses con cabezas de halcón, y
los centauros galopan junto a él."
CYRIL: Eso me gusta. Puedo verlo.
¿Es el final?
VIVIAN: No. Hay otro párrafo,
aunque puramente práctico, y que sugiere simplemente algunos medios para
resucitar el arte perdido de la Mentira.
CYRIL: Bien, pues antes que usted
me lo lea quisiera hacerle una pregunta. Dice usted que la "pobre, la
probable, la poco interesante vida humana" intentará copiar las maravillas
del Arte. ¿Qué quiere usted decir con ello? Comprendo muy bien que se oponga usted
a que el Arte sea considerado como un espejo, porque el genio quedaría reducido
así a una simple luna partida. Pero no creerá usted seriamente que la Vida
imita al Arte, que la Vida es el espejo del Arte.
VIVIAN: Pues lo creo. Aunque ello
parezca una paradoja (y las paradojas son siempre peligrosas), no es menos
cierto que la Vida imita al Arte mucho más que el Arte imita a la Vida. Todos
hemos visto estos últimos tiempos en Inglaterra cómo cierto tipo de belleza
original y fascinante, inventado y acentuado por dos pintores imaginativos, ha
influido de tal modo sobre la vida, que en todos los salones artísticos y en
todas las exposiciones privadas se ven: aquí, los ojos místicos del ensueño de
Rossetti, la esbelta garganta marfileña, la singular mandíbula cuadrada, la
oscura cabellera flotante que él tan ardientemente amaba; allí la dulce pureza
de La escalera de oro, la boca de flor y el lánguido encanto del Laus Amoris,
el rostro pálido de pasión de Andrómeda, las manos finas y la flexible belleza
de Viviana en el Sueño de Merlín. Y siempre ha sido así. Un gran artista
inventa un tipo que la Vida intenta copiar y reproducir bajo una forma popular,
como un editor emprendedor. Ni Holbein ni Van Dyck encontraron en Inglaterra lo
que nos han legado. Trajeron con ellos sus tipos, y la Vida, con su aguda
facultad imitativa, empezó a proporcionar modelos al maestro. Los griegos, con
su vivo instinto artístico, lo habían comprendido; colocaban en la estancia de
la esposa la estatua de Hermes o la de Apolo para que los hijos de aquella
fuesen tan bellos como las obras de arte que contemplaba, feliz o afligida.
Sabían que la Vida, gracias al Arte, adquiere no tan sólo la espiritualidad,
hondura de pensamiento y de sentimiento, la turbación o la paz del alma, sino que
puede adaptarse a las líneas y a los colores del Arte y reproducir la majestad
de Fidias lo mismo que la gracia de Praxiteles. De aquí su aversión por el
realismo.... Sólo el Arte produce belleza, y los verdaderos discípulos de un
gran artista no son sus imitadores de estudio, sino los que van haciéndose
semejantes a sus obras, ya sean estas plásticas, como en tiempos de los
griegos, o pictóricas, como en nuestros días. En una palabra: la Vida es el
mejor y el único discípulo del Arte.
EL ARTE Y EL MODELO SUPERIOR DE
LA MÚSICA
VIVIAN: ... El Arte no expresa
nunca más que a sí mismo. Es el principio de mi nueva estética, principio que
hace, más aún que esa conexión esencial entre la forma y la sustancia, sobre la
cual insiste mister Pater, de la música, el tipo de todas las artes.
Naturalmente, las naciones y los individuos, con esa divina vanidad natural que
es el secreto de la existencia, se imaginan que las musas hablan de ellos e
intentan hallar, en la tranquila dignidad del Arte imaginativo, un espejo de
sus turbias pasiones, olvidando así que el cantor de la Vida no es Apolo, sino
Marsias. Alejado de la realidad, apartados los ojos de las sombras de la
caverna, el Arte revela su propia perfección y la multitud sorprendida que
observa la florescencia de la maravillosa rosa de pétalos múltiples sueña que
es su propia historia la que le cuentan y que es su propio espíritu el que
acaba de expresarse bajo una nueva forma. Pero no es así. El Arte superior
rechaza la carga del espíritu humano y encuentra mayor interés en un
procedimiento o en unos materiales inéditos que en un entusiasmo cualquiera por
el arte, que en cualquier elevada pasión o que en cualquier gran despertar de
la conciencia humana. Se desarrolla puramente, según sus propias líneas. No es simbólico
de ninguna época. Las épocas son sus símbolos. Aun aquellos que consideran el
Arte como representativo de una época, de un lugar y de un pueblo, reconocen
que cuanto más imitativo es el arte, menos representa el espíritu de su tiempo.
LOS PRINCIPIOS DE LA NUEVA
ESTÉTICA
CYRIL: (Y entonces...) para
evitar todo error, le ruego que me resuma en pocas palabras las doctrinas de la
Nueva Estética.
VIVIAN: Helas aquí brevemente. El
Arte no se expresa más que a sí mismo. Tiene una vida independiente, como el
pensamiento, y se desarrolla puramente en un sentido que le es peculiar. No es
necesariamente realista en una época de realismo, ni espiritualista en una
época de fe. Lejos de ser creación de su tiempo, está generalmente en oposición
directa con él, y la única historia que nos ofrece es la de su propio progreso.
A veces vuelve sobre sus pasos y resucita alguna forma antigua, como sucedió en
el movimiento arcaico del último arte griego y en el movimiento prerrafaelista
contemporáneo. Otras veces se adelanta en absoluto a su época y produce una
obra que otro siglo posterior comprenderá y apreciará. En ningún caso
representa su época. Pasar del arte de una época a la época misma es el gran
error que cometen todos los historiadores. La segunda doctrina es ésta . Todo
arte malo proviene de una regresión a la Vida y a la Naturaleza y de haber
querido elevarlas a la altura de ideales. La Vida y la Naturaleza pueden ser
utilizadas a veces como parte integrante de los materiales artísticos: pero
antes deben ser traducidas en convenciones artísticas. Cuando el arte deja de
ser imaginativo, fenece. El realismo como método, es un completo fracaso, y el
artista debe evitar la modernidad de forma y la modernidad del asunto. A
quienes vivimos en el siglo diecinueve, cualquier otro siglo, menos el nuestro,
puede ofrecer un asunto artístico apropiado. Las cosas bellas son las que nos
conciernen. Citando gustoso, diré que precisamente porque Hécuba no tiene nada
que ver con nosotros, es por lo que sus dolores constituyen un motivo trágico
adecuado. Además, lo moderno se torna anticuado siempre. Zola se sienta para
trazarnos un cuadro del Segundo Imperio. ¿A quién le interesa hoy el Segundo
Imperio? Está pasado de moda. La vida avanza más de prisa que el Realismo; pero
el Romanticismo precede siempre a la vida. La tercera doctrina es que la Vida
imita al Arte mucho más que el Arte imita a la Vida. Lo cual proviene no sólo
del instinto imitativo de la Vida sino del hecho de que el don consciente de la
Vida es hallar su expresión, y el Arte le ofrece ciertas formas de belleza para
la realización de esa energía. Esta teoría, inédita hasta ahora, es
extraordinariamente fecunda y arroja una luz enteramente nueva sobre la
historia del Arte.
De ello se deduce, como
corolario, que la Naturaleza exterior imita también al Arte. Los únicos efectos
que puede mostrarnos son los que habíamos visto ya en poesía o en pintura. Este
es el secreto del encanto de la Naturaleza y asimismo la explicación de su
debilidad.
La revelación final es que la
Mentira, es decir, relato de bellas cosas falsas, es el fin mismo del Arte.
Pero creo haber hablado de esto lo suficiente. Salgamos ahora a la terraza,
donde "el pavo real blanco desfallece como un fantasma", mientras la
estrella de la noche "baña de plata el cielo gris". Al caer la tarde,
la Naturaleza es de un efecto maravillosamente sugestivo y no carece de
belleza, aunque quizá sirva principalmente para ilustrar citas de poetas.
¡Venga usted! Ya hemos conversado
bastante.
FIN
Escrito por Oscar Wilde