¿Qué guerra es mas vil y
miserable que aquella de lanzar invectivas y mistificar un ideal sin conocerlo?
¿Sin embargo esta arma cobarde alevosa bien sabe la burguesía dominante usarla?
¿Cuántas veces leemos en
periódicos prostituidos calificar la palabra Anarquía como desorden y
destrucción?
Que amargo pensamiento se desarrolla en
nosotros, partidarios de ese noble ideal, viéndolo así despreciado por un grupo de farsantes
escribientes vendidos al que mejor les pague la ponzoña de su venenosa pluma, lanzándose
como aves de rapiña sobre nosotros que seguimos un ideal que a ellos no cuadra
porque no tienen campo suficiente para su ambición y egoísmo personal y nos
combaten llamándonos utopistas, incendiarios y etc., etc.
Y es de este modo que ellos
derraman a su alrededor la asquerosa baba, que a veces recojida* por obreros
inconcientes hacen eco a los periódicos
burgueses, creyéndonos malhechores, seres dañosos a la socidad*.
Nó, no es con desconfianza que
vosotros hombres de corazón teneis que mirarnos; somos trabajadores como
vosotros; nosotros también estamos obligados a trabajar dia y noche para
proporcionar un pedazo de pan a nuestra familia.
No somos vagabundo, porque un
anárquico no puede serlo; mas somos seres que comprendemos la cuestión social.
Las horas robadas al descanso, al
sueño, a la tranquilidad, dedicándolas al estudio nos hace notar todas las
injusticias e infamias humanas. Obligándonos a buscar un eficaz remedio.
¿No es tal vez cierto que no se
vive como se debía vivir?¿No es cierto que la existencia para nosotros es
triste?
¿Qué pago nos da la sociedad
presente que trabajamos por ella?
¡Nada!
Miseria, hambre, degradación es
lo que nos obligan legar a nuestros hijos.
¿Y por qué? Porque la sociedad,
como hemos dicho, está basada sobre el interés, sobre el egoísmo personal, aquí
teneis burgueses porque somos rebeldes, porque somos revolucionarios, porque
somos Anárquicos.
Nosotros anarquistas no
propagamos desorden porque somos los primeros en combatirlo, mas al hacer
propaganda de nuestras ideas es porque estamos seguros que tiene que llegar el día
que se predice, porque se impondrá de por si por que marca el camino del
progreso y de la civilización.
La palabra anarquía quiere decir
pueblo sin gobierno, o sea pueblo que se
gobierna por si, con la razón y buen sentido.
Será utopía hoi*, mas cierta
realidad mañana, consultemos la historia y observemos el camino humano; es
cierto que a los primeros tiempos nada se conocía de las ciencias actuales? Bien
si a los primeros habitantes se les hubiera predicho el progreso de hoi*, de la
fuerza náutica-dinamo eléctrica, ¿Qué hubieran contestado? Cierto, con burlas y
risas, calificándoos de locos.
Cierto que no pensando más que si
pasado y al presente, no curándose del futuro, hubieran quedado incrédulos
porque era predicción más grande para sus pequeños cerebros. Así es nuestro
ideal. Así como como el progreso trajo la ciencia, la ciencia tiene que traer
la anarquía.
Las intelijencias* se
desarrollan, las ideas se hace más claras, ahuyentando las viejas para dar
lugar a la nuevas, el ser humano se fataliza.
No somos nosotros que hacemos la
anarquía, es la anarquía que hace a nosotros. Cansado de sufrimientos,
encontrados odiosos el actual sistema. Entonces nos volvemos revolucionarios
procurando anticipar lo más pronto posible la deseada hora.
El ser humano tiene todavía que
perfeccionarse.
Hoi* el hombre cree haber llegado
a la cúspid de su perfección, y no lo es, porque por hombre entendemos un ser
dueño de sí mismo, humanitario, sin ambición, sin egoísmo personal.
Es cierto que ese
perfeccionamiento tendrá que recibirlo, y bien pronto producido por ese
cataclismo que llamase revolución social.
No es con el ánimo del
sanguinario que nosotros esperamos ese día.
Nó! Bien se quisiera que la cuestión
social se desarrollara de por sí, mas es inútil hacerse ilusiones, la transformación
social no puede suceder con una tranquila evolución, nó, demasiado carcomida
está la base del edificio actual el cual forzosamente tiene que desplomarse por
medio de la revolución.
La ciencia produciendo cada día
nuevas invenciones, perfecciona multiplicando la facilidad de la producción abandonando
en consecuencia el obrero porque no puede competir a la fuerza y lijereza* de
la de la máquina.
Los almacenes se llenan cada día
más de elementos que el obrero no puede consumir porque no tiene como
comprarlos.
El capitalista por deshacerse de
sus mercaderías las rebaja a los precios que ellas, obligado por otro
capitalista que por interés le hace la competencia y de este modo el que tiene
fuerza gana, y el que no, perdiendo sus capitales va a engrosar las filas de
los miserables, de los hambrientos.
¿No es cierto tal vez que el
obrero con esto no gana nada?
No, porque a él le viene
aumentado el trabajo, rebajado el salario si él quiere hacer competencia a las
máquinas.
Nó nos hagamos ilusiones, la
lucha es más cercana de aquel que se cree que ya existe algo mas del principio
del grande movimiento revolucionario, ¿qién* seria aquel utopista que quisiera
negarlo?
En todas partes suena el himno
del despertar, en todas partes se lanza el gripo de unión, para defenderse y
atacar; los centros obreros de las grandes ciudades amenazan y se levantan.
Triste será para el culpable aquel día: mas ese día será el bienvenido porque
señalará una buena era a la faz del mundo.
Cuando venga estirpada* la
asquerosa podredumbre de la actual sociedad cuando con sangre limpiemos el
baldon de infamia e ignominia, vengando toda la sangre y lágrimas que han hecho
derramar. Entonces se apagarán los odios, porque a la lucha sangrienta sucederá
la calma, esa calma rejeneradora*, que ahuyentará todas las infamias, y allá en
la luz, que alumbrará al mundo para el bien de la humanidad prediciendo en el
provenir.
El Oprimido, Año 1, Nº2, 1893
*Transcripción original, sin correcciones