El frío de la noche me cala los huesos. Es ahora o nunca.
Pocos son los fugaces momentos en los que siento que revivo y vuelvo a tener
vida y alma. Mi oportunidad para dejar de comer míseras migajas, no solo para
mí sino también para mi hija, mi todo. Estoy listo, siempre estuve listo, ahora
o nunca, ningún paso hacia atrás.
No puedo casi ni caminar, el temblor de mis piernas y mis
exageradas nauseas, me dejan inmóvil, siempre como si fuera la primera vez, siempre
es la primera vez.
Con todas mis fuerzas
intenté dominar los involuntarios temblores de mi cuerpo, respiré hondo, miles
de imágenes vinieron a mi mente, manos a la obra.
Tomé todo lo necesario, y como una escurridiza rata entré al
furgón, tal como mis compañeros lo hacían. Un minuto era una vida completa. Mi
corazón explotaba en cada latido.
Repetimos la misma maniobra cien veces. Éramos autómatas,
nos transformamos en máquinas, éramos un grupo afín, éramos hermanos, éramos un
reloj suizo, éramos la perfecta coordinación del caos. Luego de 10 minutos
desde que comenzamos, nuestra insolente labor escuchamos un estruendo que me
hizo despertar de ese trance, de ser en un autómata volví a ser el pobre diablo
de rodillas temblorosas sudor frío y extremas nauseas. Era la Alarma , era nuestra
irremediable perdición, nuestro atrevido accionar se quebró.
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Me encontraba fumando
en las afueras de la bodega conversando con mis colegas, era nuestro trabajo,
nuestra pobre rutina. Nuestra conversación del rato era como casi las mismas de
los días anteriores, futbol, programas de televisión y otros temas triviales,
eran los únicos temas en los cuales intercambiábamos palabras, al descansar
luego de hacer una ronda dentro de la bodega. Casi terminábamos de fumar
nuestros cigarros cuando la Alarma. Esa alarma que nunca la había escuchado,
este día no será como los anteriores. Sin pensar desenfundamos nuestras armas y
linternas, para defender lo del patrón.
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Al instante que sonó
la alarma quedamos todos congelados sin saber qué hacer, de todas las
expropiaciones en las que tuvimos, nunca nada había resultado mal. ¿En qué
fallamos? ¿Por qué ahora? ¿Por qué?
Nos entró el pánico. La nausea y los temblores me vencieron,
y vomité, luego al momento de volver en mí, lo único a lo que hice fue a correr
y dejando todo tal como estaba, sin dinero, sin plan, sin futuro, sin alma, así
salí de ahí.
Salí del almacén corriendo y me metí por un oscuro y húmedo
callejón, al mirar hacia atrás vi que también venían mis compañeros corriendo
como si estuvieran escapando del mismo demonio, un demonio vestido de uniforme
azul desgastado.
Mientras corría, veía
como mis efímeras posibilidades de ser más feliz con mi hija se esfumaban. ¿Qué
sería de mí? ¿Qué sería de mi hija? ¿Qué sería de mis compañeros? ¿Me
atraparán? ¿Que será de mi? ¿Qué será de todo?
Un solo sonido destruyo todas mis esperanzas. Un fuerte
estruendo me hace perder un poco el equilibrio, pero no caigo, solo miro hacia
atrás y veo unas manchas verdes, ya no solo nos seguían los malditos demonios
azules, ahora estaba la yuta cazándonos. Detrás de nosotros iban corriendo y
disparando, uno de mis compañeros cae al piso.
Un sordo ruido cubre la noche, continuado de 3 disparos más,
al mirar de nuevo hacia atrás, veo a 3 de los mis hermanos caer al piso.
Cuando ya estaba solo
corriendo y mis compañeros abatidos en el suelo, sentí un ensordecedor ruido y
al instante un gran ardor en mi pierna, no me detuvo, solo seguí corriendo
escucho otro estruendo y caigo, solo sentí un leve ardor, pero un gran dolor en
mi corazón por dejar sola a mi dulce e inocente criaturita en medio de un mundo
de desigualdades y perversiones.
Desperté asustado,
fui a tientas al baño, un sudor grueso y frío recorría lentamente mi cuerpo. Al
llegar al baño me mojé la cara, luego caminé hacia la habitación de mi hija,
estaba calidamente dormida en su camita, no la desperté, pero le di un beso en
su frente, un beso de despedida, sabía que era mi última oportunidad de verla
en esta fría noche que me cala los huesos.
Escrito por Nihil Ranciere