Estos dos motes escritos a la cabeza del primer número de
nuestro periódico, han llamado vivamente la atención y sido objeto de diversos
comentarios, la mayor parte de los cuales se han manifestado de una manera
harto diferente de lo que ellos significan, porque interpretados sin la calma
necesaria, sin estudiar los sanos principios que los guía, han venido a herir
bruscamente la suceptibilidad* y las preocupaciones de algunos espíritus
timoratos que no preparados para recibir una idea nueva han debido sufrir
naturalmente las equivocaciones a que esta espuesto* todo lo que no se
comprende, todo lo que saliendo del orden establecido conmueve desde su base
las arraigadas costumbres, y va por decirlo así, como el esplorador* en la
ignorada selva ahuyentando con su presencia a los seres tímidos, produciendo el
espanto a donde trata de llevar la ciencia, el progreso y la civilización.
Es una lei* natural manifestada en todas las épocas, la
resistencia a lo desconocido, por cuyo motivo las ideas nuevas han encontrado
siempre en su principio detractores, y ha sido de notar que estos han sabido en
su mayor parte de entre los mismos a quienes más directamente han ido a
favorecer. Pero ha sucedido también que
después del ofuscamiento, la verdad se ha abierto paso iluminando los
cerebros, aunque por desgracia siempre después de haber sido sacrificados los apóstoles
que la enjendraron*. Esta esperiencia* del pasado debe pues ser la madre que
nos alimente para alentar en la vida de rejeneración* que emprendemos, aunque
ello sea despecho de los mismos interesados que hoi* nos lanzan en la via del
desprecio, solo porque todavía no han podido descorrer el espeso velo que las
reglas de esclavitud, de despotismo, de vasallaje, de humillaciones, y de
hambre, han encubierto sus ojos, impidiéndoles ver la verdadera luz, la
verdadera libertad, la única forma que constituye en base segura la felicidad
en medio de la igualdad absoluta.
Decíamos pues, que las palabras con que encabezamos estas
líneas, han tenido por parte de algunos compañeros de trabajo una deplorable
interpretación, no precisamente porque haya habido espíritu precavido para
juzgarlas así, sino porque leídas sin la preparación necesaria o más bien
dicho, no conociéndose la bondad que encierra el principio del Comunismo Anárquico,
han tenido precisamente que chocar con lo que la sociedad actual llama fe
relijiosa* y lejitima* posesión de lo adquirido.
En primer lugar debemos declarar con toda la convicción que
presta una conciencia honrada, que atacamos la fe relijiosa* reconociendo en
ella la mentira y el abuso no amparando el robo, mas si, evitarlo. Respetamos y
queremos la moral, pero no esa moral acomodaticia que nos impone el sacerdote a
nombre de su Dios, y el patrón a nombre de su capital puesto que ambos llevan
interés egoísta en predicarla para sostener la posesión de la riqueza entre
ellos a costa de la miseria de los demás.
No pretendemos atacar esa entidad sublime que se llama Dios,
ya sea adorada como la adoran los chilenos, los mahometanos, los católicos o
los salvajes porque no la reconocemos, pues vamos únicamente contra los que a
su nombre especulan con la humanidad y viven en la holganza y el ocio a costa
de los crédulos que llena su bolsa.
Queremos que desaparezcan los traficantes de oraciones, los
que por tarifas de dinero proporcionan según ellos alivio y comodidades a los
muertos, los que como los empresarios de teatro venden las delicias de otra
vida a tanto la entrada según el grado
de comodidad que se quiera dar a los visitantes de ultra tumba. Queremos que
desaparezcan estos vergonzosos peculados para que esos choclones políticos de hoi*sean
verdaderos templos de una divinidad y no trampas para causar incautos que
proporcionen para vivir sin trabajar. Queremos que los, que se titulen
ministros de Dios no vendan sus bondades, y prediquen una moral sana, excenta*
de egoísmo, sin mira de lucro, de preponderancia social, que les guie únicamente
el amor a la humanidad, el contribuir con una sana mora al mejoramiento de las
costumbres, y en ningún caso existan las pasiones de los hombres contra sus semejantes.
Queremos en fin, ver en un hombre un verdadero apóstol, un ser digno de respeto
y veneración por sus virtudes, un hombre útil y bueno por su talento y
laboriosidad. Y si queremos un cambio tan radical es porque no concebimos
dentro de la relijión* tantas indignidades, tantas podredumbres a nombre de un
Dios que llaman misericordioso, pero que ellos mismos se encargan de hacer
aparecer vengativo y terrible según cuadre a sus intereses.
El Dios que nos pintan sonríe y da su bendición a todo aquel
que no se postra humilde y da sus bienes al sacerdote, por más que en su vida
privada sea un azote, una calamidad para sus semejantes, y por el contrario se
muestra airado y vengador para castigar con el más tremendo de los castigos que ha podido idear
la mente humana, a aquel que no se humille o no contribuye al sostenimiento de
sus fastuosos ministros ¡Ai del que se rebela contra estos porque no le valdrá
el haber cumplido como buen hijo, como buen esposo, como buen padre y en fin
todas sus virtudes como hombre honrado y bueno irán a estrellarse
indefectiblemente con el fuego eterno que ese Dios bondadoso ha preparado para
los que no crean y reverencien a los que lo han inventado para su propio bien.
En la creencia de la relijión*católica está condenado todo
aquel que no esté dentro de ella y preguntamos nosotros: ¿Qué responsabilidad
tiene el que nace en la China, en Turquía, en África o en cualquiera otra parte
donde no se profesa la relijión*católica? Y aunque sea un hombre justo y moral
dentro de cualquiera relijión*¿Es posible que un Dios de justicia le condene
por culpa que no ha sido suya? ¿No se dice que El es el padre de todas las
criaturas?¿ O y su bondad infinita si permite que muchos de sus hijos nazcan en
el herror*, para darse el placer de castigarlos cuando vuelvan a su reino?
Y no se diga que El no puede guiarlos por el camino de la
verdad porque es infinitamente poderoso y sabio y no se mueve una paja sin su
voluntad, luego El quiere que así sean, es decir, los cría para condenarlos.
Estas enormidades con que adornan los sacerdotes a su Dios,
nos hace dudar de su sinceridad y creerlos solo unos impostores, y rebelarnos
contra ellos, no admitiendo ese Dios imposible que nos pintan con el objeto
manifiesto de especular, dominar y engañar al jénero* humano. Pero todo este se
esplica* dentro de una sociedad, donde según ha dicho un escritor popula una
especie que acusa su intelijencia* para vivir una parte a costa de la otra y
que bajo el disfraz de las más notables virtudes se acaricia una espantosa
ambición.
Esta es la verdad mientras no cambie de forma la sociedad
presente que está fundada sobre el egoísmo no habrá sacerdotes que nos pinten
un Dios verdaderamente bueno y no habrá patrón que no crea lejitimo* especular
con el trabajo, con la miseria y el hambre de los desheredados de la fortuna.
Por esto es que nosotros decimos: Ni Dios ni Patrones,
porque nos rebelamos contra la especulación de la creencias y del capital
El Oprimido, Año 1, Nº2, 1893
*Transcripción original, sin correcciones