“Nosotrxs, acción y pensamiento; nosotrxs, anarquismo y
rebelión; nosotrxs, iconoclastas y vengadorxs; no, no damos derecho de vida a
la fiera, no estamos de acuerdo en tener misericordia con el reptil. Estamos
con el heroísmo vindicador, ¡estamos con Gino Lucetti!
¡Qué bandera roja y negra podemos ahora hacer flamear al viento! ¡Qué júbilo
nos hará estremecer de júbilo!
¡Gino Lucetti, nombre bandera, antorcha agitada, heroísmo incitante, alma de
rebelión, alma dinamitera, alma nuestra, alma anárquica!
¡Nuestro, nuestro, nuestro!
¡Nos ha dado todo, vida, fiebre, acción, dinamita!
VIDA, por que esa debe ser tal, gozada, aspirada, bebida hasta lo amargo, a
sorbos de cicuta y hiel, a sorbos de amor y de odio: el odio al liberticida y
el amor a la libertad. Libertad que es la vida misma.
FIEBRE, fiebre y delirio, locura para que se destruya al ídolo. Fiebre y espasmo,
ferocidad para que se humille a la fiera. ¡Fiebre de exaltación, de destrucción
para que se salve la especie humana! ¡La especie de los humanos rebeldes!
ACCION, que haga temer, empalidecer, temblar, amedrentar, huir de pánico, pero
que como rayo alcanza, aniquila. Acción, poesía del hombre, fruto de mujer,
suprema divinización del ser humano. Acción: ¡rebelión!
DINAMITA, poder del desheredado, poder de la miseria, poder
del hambre, potencia del atormentado. Dinamita, palidez del tirano. Dinamita, nuestra
arma, arma anarquista, fuerte voz que rompe los tímpanos más protegidos.
Tú mereces nuestro pensamiento más florido, tú mereces ser recolectada en un
jardín espiritual en capullo para que puedas abrirte como una rosa en el
corazón de la tiranía.
Como hizo Gino Lucetti, el joven héroe, el joven anarquista, el heredero
directo de Bruto, el romano; de Ravachol, el magnánimo; de Caserio, joven de
corazón y de edad como él; de Angiolillo, el poeta de ‘Germinal’; de Bresci, el
tejedor justiciero del Savoia.
Como hiciste tú, Gino Lucetti, con la dinamita.
Como harán otros, con la dinamita.
Como haremos nosotrxs, siempre, con la dinamita.
Hasta que la tiranía, el verdugo, la inquisición, hayan inclinado mortalmente
la cabeza.
Y también cuando estemos muertxs retornaremos al regazo de la vida y cantaremos
de nuevo tu himno, el himno a la dinamita. Será el canto de nuestros
precursorxs, de los Ginos Lucetti de todas las épocas, y servirá para cerrar
definitivamente el sepulcro sangriento del fascismo, de la guardia blanca, de
los somatenes, de los camelots du roi, del Ku-Klux-Clan y de los liguistas”.
Publicado en "Culmine", Septiembre de 1926