En la lucha contra la dominación y la explotación, cada
individuo necesita coger todo instrumento que pueda hacer suyo, toda arma que
pueda usar autónomamente para atacar esta sociedad y recobrar su vida.
Por supuesto, los instrumentos que los individuos particulares pueden usar en
este camino variarán dependiendo de sus circunstancias, deseos, capacidades y
aspiraciones, pero considerando los obstáculos a los que nos enfrentamos, es
ridículo rechazar un arma que pueda usarse sin comprometer la autonomía,
basándose en concepciones ideológicas.
El desarrollo de la civilización en la que vivimos con sus instituciones de
dominación está basado en la división del trabajo, el proceso por el cual las
actividades necesarias para vivir son transformadas en roles especializados
para la reproducción de la sociedad. Tal especialización sirve para socavar la
autonomía y reforzar la autoridad porque le arrebata ciertos instrumentos
-ciertos aspectos de un individuo completo- a la gran mayoría, y los coloca en
las manos de un@s poc@s llamad@s expert@s.
Una de las especializaciones más fundamentales es la que creó el rol del
intelectual, el especialista en el uso de la inteligencia. Pero el intelectual
no está definido tanto por la inteligencia como por la educación. En esta era
de capitalismo industrial/alta tecnología, a la clase dominante le resulta de
poca utilidad el pleno desarrollo y ejercicio de la inteligencia. En su lugar
requiere la especialización, la separación del conocimiento en estrechos campos
conectados sólo por su sometimiento a la lógica del orden dominante -la lógica
del beneficio y el poder-. De esta forma, la “inteligencia” del intelectual es
una inteligencia deformada y fragmentada con casi ninguna capacidad de hacer
conexiones, entender relaciones o comprender (sin hablar de desafiar) totalidades.
La especialización que crea al intelectual es de hecho parte del proceso de
estupefacción que el orden dominante impone a quienes son dominad@s. Para el
intelectual, el conocimiento no es la capacidad cualitativa de entender,
analizar y razonar sobre la propia experiencia o de hacer uso de los esfuerzos
de otr@s para alcanzar tal comprensión.
El conocimiento de los intelectuales está completamente desconectado de la
sabiduría, que es considerada un extraño anacronismo. Más bien, es la capacidad
de recordar hechos inconexos, trozos de información, lo que ha llegado a ser
visto como “conocimiento”. Sólo semejante degradación del concepto de
inteligencia podría permitir a la gente hablar de la posibilidad de
“inteligencia artificial” en relación a esas unidades de almacenamiento y
examen continuo de información que llamamos ordenadores.
Si entendemos que el intelectualismo es la degradación de la inteligencia,
entonces podemos reconocer que la lucha contra el intelectualismo no consiste
en el rechazo a las capacidades de la mente, sino más bien en el rechazo a un
especialización deformadora.
Históricamente, los movimientos radicales han proporcionado muchos ejemplos de
esta lucha en la práctica. Renzo Novatore era el hijo de un campesino que solo
asistió a la escuela seis meses. Sin embargo estudió las obras de Nietzsche,
Stirner, Marx, Hegel, los antiguos filósofos, historiadores y poetas, todos los
escritores anarquistas y aquellos que participaban en los diversos movimientos
artísticos y literarios incipientes de su tiempo.
Fue participante activo en los debates anarquistas sobre teoría y práctica
además de los debates en los movimientos artísticos radicales e hizo todo esto
en el contexto de un intensa y activa práctica insurreccional. En un tono
similar, Bartolemeo Vanzetti, que empezó trabajando como aprendiz en su
temprana adolescencia a menudo durante largas horas, describe en su breve
autobiografía cómo pasaba una buena parte de sus noches leyendo filosofía,
historia, teoría radical, etc. con el fin de obtener estas herramientas que la
clase dominante le negaría. Fue su afán por adquirir los instrumentos de la
mente lo que le llevó a su perspectiva anarquista.
A finales del siglo 19 en Florida, l@s trabajador@s fabricantes de cigarros
obligaron a sus patronos a contratar lectores para leerles mientras trabajaban.
Estos lectores leían las obras de Bakunin, Marx y otros teóricos radicales a
l@s trabajador@s, que discutían luego lo leído. Y a principios del siglo 20,
vagabundos radicales y sus amigos establecerían “colegios vagabundos” donde una
amplia variedad de ordadores daba charlas sobre cuestiones sociales, filosofía,
teoría y práctica revolucionaria, incluso ciencia e historia, y los vagabundos
discutían sobre ello. En cada uno de estos casos vemos el rechazo de l@s
explotad@s a dejar que les fueran arrebatados los instrumentos de la
inteligencia. Y tal como lo veo, esta es precisamente la naturaleza de una
lucha real contra el intelectualismo. No es una glorificación de la ignorancia,
sino un rechazo desafiante a ser desposeído de la propia capacidad de aprender,
pensar y comprender.
La degradación de la inteligencia que crea el intelectualismo se corresponde
con una degradación de la capacidad de razonar que se manifiesta en el
desarrollo del racionalismo. El racionalismo es la ideología que sostiene que
el conocimiento sólo proviene de la razón.
De esta manera, la razón está separada de la experiencia, de la pasión y por
tanto de la vida. La formulación teórica de esta separación se puede remontar a
la filosofía de la Antigua Grecia. Ya en este antiguo imperio comercial, los
filósofos proclamaban la necesidad de subyugar los deseos y pasiones a una
razón fría y desapasionada. Por supuesto, esta fría razón promovía la
moderación -en otras palabras, la aceptación de lo que existe-.
Desde ese momento (y probablemente mucho antes desde que hubo estados e
imperios desarrollados en Persia, China e India cuando Grecia aún consistía en
ciudades-estado enfrentadas), el racionalismo ha desempeñado un papel
fundamental en reforzar la dominación. Desde el surgimiento del orden social
capitalista, el proceso de se ha ido extendiendo a todas las sociedad por todo
el globo. Es por tanto comprensible que algun@s anarquistas lleguen a oponerse
a la racionalidad.
Pero esta es una simple reacción. Al examinarla de cerca, queda claro que la
racionalización impuesta por quienes tienen el poder es de un tipo específico.
Es la racionalidad cuantitativa de la economía, la racionalidad de la identidad
y la medición, la racionalidad que simultáneamente equipara y atomiza todas las
cosas y seres, no reconociendo más relaciones que las del mercado. Y al igual
que el intelectualismo es una deformación de la inteligencia, esta racionalidad
cuantitativa es una deformación de la razón, porque es razón separada de la
vida, una razón basada en la Reificación.
Mientras que quienes dominan imponen esta racionalidad deformada en las
relaciones sociales, promueven la irracionalidad entre aquell@s a quienes
explotan. En los periódicos y revistas, en la television, en los videojuegos,
en las películas,… a través de los mass media, podemos ver como la religión, la
superstición, la creencia en lo indemostrable y la esperanza en, o el temor a,
el llamado ser sobrenatural se imponen y el escepticismo es tratado como un
rechazo frío y desapasionado de lo maravilloso. Beneficia a la clase dominante
que aquell@s a l@s que explota sean ignorantes, con una limitada y decreciente
capacidad de comunicarse un@s con otr@s sobre cualquier cosa significativa o de
analizar su situación, las relaciones sociales en las que se encuentran y los
acontecimientos que ocurren en el mundo.
El proceso de estupefacción afecta a la memoria, el lenguaje y la capacidad
para entender las relaciones entre personas, cosas y acontecimientos en un
nivel profundo, y este proceso penetra también en aquellas áreas consideradas
intelectuales. La incapacidad de los teóricos post-modernos de comprender toda
totalidad se puede ubicar fácilmente en esta deformación de la inteligencia.
No es suficiente oponerse a la racionalidad deformada impuesta por esta
sociedad; debemos también oponernos a la estupefacción e irracionalidad
impuestas por la clase dominante sobre el resto de nosotr@s. Esta lucha
requiere la reapropiación de nuestra capacidad de pensar, de razonar, de
analizar nuestras circunstancias y comunicar sus complejidades. También
requiere que integremos esta capacidad en la totalidad de nuestras vidas,
nuestras pasiones, nuestros deseos y nuestros sueños.
Los filósofos de la antigua Grecia mentían. Y l@s ideólog@s que producen las
ideas que mantienen la dominación y la explotación han continuado contando la
misma mentira: que lo contrario a la inteligencia es la pasión. Esta mentira ha
desempeñado un papel esencial en el mantenimiento de la dominación. Ha creado
una inteligencia deformada que depende de la racionalidad económica,
cuantitativa, y ha reducida la capacidad de la mayoría de l@s explotad@s y
excluíd@s de entender su condición y luchar inteligentemente contra ella. Pero,
de hecho, lo contrario a la pasión no es la inteligencia, sino la indiferencia,
y lo contrario a la iteligencia no es la pasión, sino la estupidez.
Dado que quiero sinceramente acabar con toda dominación y explotación y empezar
a abrir las posibilidades para crear un mundo donde no haya ni explotad@s ni
explotador@s, ni esclav@s ni am@s, elijo aprovechar toda mi inteligencia
apasionadamente, usando toda arma mental -junto con las físicas- para atacar al
presente orden social. No pido disculpas por esto, ni me dirigiré a aquell@s
que por pereza o por la concepción ideológica de los límites intelectuales de
las clases explotadas rechazan usar su inteligencia. No es sólo un proyecto
anarquista revolucionario lo que está en juego en esta lucha; es mi realización
como individuo y la plenitud de la vida que deseo.
Willful Disobedience Vol. 2, No. 11.
http://www.geocities.com/kk_abacus/vbutterfly.html
Traducción Palabras de Guerra