1
El fin tradicional de la estética es hacer sentir, en la
privación y la ausencia, algunos elementos pasados de la vida que escaparían de
la confusión de las apariencias a través de una mediación artística, siendo por
tanto la apariencia la que sufre el reinado del tiempo. El logro estético se
mide por una belleza que es inseparable de la duración y tiende incluso a
reclamar la eternidad. El fin de los situacionistas es la participación
inmediata en una abundancia pasional de vida mediante la transformación de
momentos efímeros conscientemente dispuestos. La realización de estos momentos
sólo puede darse como efecto pasajero. Los situacionistas consideran la
actividad cultural, desde el punto de vista de la totalidad, como un método de
construcción experimental de la vida cotidiana que puede desarrollarse
permanentemente con la ampliación del ocio y la de-saparición de la división
del trabajo (empezando por la del trabajo artístico).
2
El arte puede dejar de ser una relación de las sensaciones
para convertirse en una organización directa de sensaciones superiores: se
trata de producirnos a nosotros mismos, y no cosas que no nos sirvan.
3
Mascolo está en lo cierto al decir (Le Communisme) que la
reducción de la jornada laboral por la dictadura del proletariado es "la
mejor prueba que puede dar de su autenticidad revolucionaria". En efecto,
"si el hombre es una mercancía, si es tratado como un objeto, si las
relaciones generales entre los hombres son relaciones entre cosas, es porque se
puede comprar su tiempo." Sin embargo, Mascolo se apresura demasiado al
concluir "que el tiempo de un hombre libremente empleado" se emplea
siempre bien, y que "el comercio del tiempo es el único mal." No hay
libertad en el empleo del tiempo sin la posesión de los instrumentos modernos
para la construcción de la vida cotidiana. El uso de tales instrumentos marcará
el salto de un arte revolucionario utópico a un arte revolucionario
experimental.
4
Una asociación internacional de situacionistas puede
considerarse como una unión de trabajadores de un sector avanzado de la
cultura, o más exactamente de todos aquellos que reivindican el derecho a un
trabajo ahora impedido por las condiciones sociales. Por lo tanto como un
intento de organización de revolucionarios profesionales de la cultura.
5
Nos hallamos separados en la práctica del control real de
los poderes materiales acumulados en nuestro tiempo. La revolución comunista no
ha tenido lugar y nos encontramos todavía en el marco de la descomposición de
las viejas superestructuras culturales. Henri Lefebvre ve correctamente que
esta contradicción está en el centro de una discordancia específicamente
moderna entre el individuo progresista y el mundo, y llama
romántico-revolucionaria a la tendencia cultural que se funda sobre esta
discordancia. El error de la concepción de Lefebvre consiste en hacer de la
simple expresión del desacuerdo un criterio suficiente para una acción
revolucionaria dentro de la cultura. Lefebvre renuncia de antemano a cualquier
experimento que tienda a un cambio cultural profundo, y queda satisfecho con un
contenido: la conciencia del posible-imposible, que puede expresarse sin
importar qué forma adopte dentro del marco de la descomposición.
6
Quienes quieren superar el viejo orden establecido en todos
sus aspectos no pueden ligarse al desorden presente, ni siquiera en la esfera
de la cultura. Deben luchar sin demora, también en el campo cultural, por la
aparición concreta del orden móvil del futuro. Esta posibilidad, presente ya
entre nosotros, desacredita toda expresión dentro de las formas culturales
conocidas. Todas las formas de pseudo-comunicación deben llevarse hasta su
completa destrucción, para llegar un día a la comunicación real y directa (al
uso, en nuestra hipótesis, de medios culturales superiores: la situación
construida). La victoria será para quienes sepan crear el desorden sin amarlo.
7
En el mundo de la descomposición cultural podemos probar
nuestras fuerzas, pero no emplearlas. La tarea práctica de superar nuestro desacuerdo
con el mundo, de vencer la descomposición mediante construcciones más elevadas,
no es romántica. Seremos "revolucionarios románticos", en el sentido
de Lefebvre, precisamente en la medida en que fracasemos.
Publicado en el # 1 de Internacional Situacionista
(1-VI-1958). Traducción extraída de Internacional situacionista,
vol. I: La realización del arte, Madrid, Literatura Gris, 1999.