Nosotros favorecemos el desarrollo de un movimiento de
trabajadores basado en la democracia directa, no sólo porque será más efectivo
en la lucha actual contra la clase empleadora, sino también porque prefigura -y
sienta la base para- una sociedad de libertad e igualdad, sin autoritarismo o
explotación.
- Extraido de un folleto publicado por la Workers Solidarity Alliance (Alianza
de Solidaridad Obrera), una organización anarcosindicalista.
En el siglo decimocuarto o decimoquinto, empezó a tener lugar una
transformación social que alcanzó su pico dramático en la guerra americana de
independencia y en la Revolución francesa. Este período fue el levantamiento de
la burguesía contra el sistema feudal y el poder de la Iglesia Católica. En el
lugar del feudalismo emergieron el sistema económico del capitalismo y el
sistema político de la democracia política. En lugar de permitir gobernar a una
aristocracia no electa o a un rey, la democracia liberal demanda que sea “el
pueblo” quien gobierne a través de sus representantes o su voto. Como los
anarcosindicalistas arriba citados, la burguesía quería una “sociedad de
libertad e igualdad, sin autoritarismo o explotación”. Omítanse las partes
sobre los “trabajadores” y “la clase empleadora” y Thomas Paine podría haber
escrito la cita.
Por supuesto, los anarcosindicalistas nos dirán que ellos no están usando las
palabras de la manera en que lo hicieran los revolucionarios burgueses. Les
tomaría la palabra si no fuese por el hecho de que, el anarcosindicalismo,
refleja la ideología burguesa de formas mucho más significativas que meramente
tomar prestada su terminología. Los valores sostenidos por los
anarcosindicalistas no difieren significativamente de aquéllos de los teóricos
liberales más radicales, y su proyecto, sometido a examen, demuestra ser
meramente la extensión del proyecto liberal.
Como ya he dicho, el sistema económico que llegó al poder con la burguesía es
el capitalismo. No me meteré en una larga descripción del capitalismo -basta
decir que la cualidad definitoria del capitalismo, comparado con otros sistemas
económicos, no es la existencia de capitalistas, sino la producción de capital
excedente para permitir una expansión económica continuada.
El capitalismo es un sistema altamente moral -es decir, requiere de valores que
toman prioridad sobre las necesidades, deseos o codicia individuales, con
objeto de expandirse sin fricciones. Estos valores, que son esenciales para la
expansión capitalista, son la producción y el progreso. Cada adelanto
tecnológico es, así, abrazado a menos que pueda mostrarse como una amenaza a la
expansión ulterior del capital. Para la producción y el progreso es esencial el
trabajo y, así, el burgués valora mucho el trabajo -y, contrariamente al cuadro
pintado por los propagandistas “radicales” del trabajo, no es raro para los
capitalistas trabajar muchas más horas que los obreros industriales; pero se
trata de trabajo organizativo en lugar de trabajo productivo. Aquéllos que se
las arreglan para evitar el trabajo son la escoria moral de la sociedad
capitalista -los parásitos apartados de la población trabajadora.
Los anarcosindicalistas abrazan cada uno de estos valores capitalistas. Su meta
es “el verdadero dominio humano de la producción”. ¡A pesar del alto nivel de
evidencia antropológica de lo contrario, asumen que los pueblos primitivos
pasaban la mayor parte de su tiempo sólo luchando por la supervivencia, y que
es sólo gracias a la producción de tecnología y su progreso que podemos vivir
las maravillosas vidas que todos tenemos ahora, y disfrutar de todas las
encantadoras mercancías -¡¡¡Ooops!!! ¡Lo siento, estoy intentando ser
sarcástico!
Los sindicalistas reconocen unas cuantas tecnologías específicas como amenazas
a la supervivencia, pero ven la tecnología en general -y el progreso en
general- como cosas positivas. A la luz de esto, no es ninguna sorpresa que
hagan épicos cantos al trabajo, porque sin trabajo no habría producción ni
progreso. Como la burguesía, ellos ven a aquéllos que evitan el trabajo como
“parásitos”, (Veáse “¡Escucha, anarquista!” de Chaze Bufe). El único problema
real que tienen con el sistema capitalista es quién está al mando -ellos
preferirían que estuviese al mando Un Gran Capitalista*, la unión internacional
de la población trabajadora, en lugar de los diversos individuos, corporaciones
y Estados. Pero la estructura básica sería la misma. Como la burguesía -y quizá
aún más que la burguesía- los anarcosindicalistas abrazan los valores esenciales
al capitalismo.
Si la producción y el progreso son valores positivos, haciendo el trabajo
esencial, entonces la conformidad social es igualmente esencial. Ya he dicho
que la evitación del trabajo es vista como parasitismo. Cualquier placer que no
pueda ser mercantilizado y así traído bajo el control de la producción, es no
ético. El vagabundo, el vago, el gitano, el bandido, cualquier individuo que no
haga ninguna contribución positiva a la sociedad, es condenado como un fracaso
o un criminal. Incluso el bohemio -el artista, músico o poeta inadaptado- es
sospechoso a los ojos burgueses -por lo menos hasta que se encuentre la forma
de recuperar sus renegados impulsos creativos.
Esta misma actitud hacia aquéllos que no encajan en la sociedad es sostenida
por los anarcosindicalistas. ¡El castigo de Chaz Bufe de los “marginales” en
“¡Escucha, anarquista!” deja esto bastante claro. La forma en que la CNT
despreció constantemente al bandolero anarquista Sabaté (mientras continuaba
tomando y usando el dinero que él les daba de sus robos) da verdadero asco. A
lo largo de su historia, el anarcosindicalismo ha intentado apagar el fuego de
los rebeldes desobedientes, a veces a través de la persuasión y algunas a
través del insulto, para mover a los rebeldes anárquicos a conformarse y
aceptar la sociedad. Dondequiera que la rebelión anárquica fuese más allá de
las reformas que los anarcosindicalistas estaban reclamando, estos supuestos no
creyentes en la ley eran los primeros en gritar, “¡Delincuentes! ¡Terroristas!”.
Como la burguesía, quieren la producción para progresar sin fricciones, y eso
requiere la conformidad social.
De la mano de la conformidad social, viene un amor por la paz social. Es verdad
que la burguesía ha explotado las guerras entre naciones para expandir el
capital, pero esto es siempre precario, dado que cualquier violencia puede
perturbar el funcionamiento sin fricciones del capitalismo. Sólo la violencia
instituida por las autoridades apropiadas, con una base racional y ética, tiene
un lugar en la sociedad burguesa. Los conflictos personales no sólo no han de
incluir la violencia física, sino que deben ser afrontados con cortesía y
resueltos a través de la discusión racional, la negociación o el proceso
debido. Las pasiones no deben ciertamente encenderse. La paz social sólo habrá
de romperse bajo las circunstancias más extremas.
Los anarcosindicalistas también valoran la paz social. De las “Influencias
burguesas en el anarquismo” de Luigi Fabbri al “¡Escucha, anarquista!” de Bufe,
intentan advertir a los anarquistas que se alejen de la expresión verbal
violenta -irónicamente, intentando afirmar que esto no proviene de las falsas
concepciones del anarquismo creadas por la prensa burguesa. Por qué piensan que
la gente con coraje e inteligencia para rebelarse contra la autoridad aceptaría
la palabra de la prensa burguesa, no lo sé. Como la burguesía, los
anarcosindicalistas nos llaman a expresar nuestros desacuerdos racionalmente,
libres de pasión, de una manera pacífica. Cualquier expresión activa, violenta,
de rebelión individual es considerada irresponsable, contrarrevolucionaria y no
ética por los anarcosindicalistas. Los perpetradores son etiquetados, en el
mejor caso, como incautos y, más a menudo, como delincuentes comunes y
terroristas. De hecho, fuera de una “situación revolucionaria”, los
anarcosindicalistas rechazan la mayoría de las formas de actividad ilegal como
contraproducentes (pero, ¿es eso necesariamente malo?**). Sólo el levantamiento
de la clase obrera (la “autoridad apropiada” en la teoría anarcosindicalista)
puede justificar la violencia -y esa violencia debe ser racional y ética para
mantener los instrumentos de producción intactos y hacer una transición a la
producción anarcosindicalista tan libre de fricciones como sea posible.
Los anarcosindicalistas también desean crear una sociedad racional, ética. Nos
llaman a “atacar la irracionalidad… dondequiera y siempre que se presente”. El
problema que ven en la sociedad presente es que no es lo suficientemente
racional o ética. Dado que la razón es la fuente del comportamiento ético
(según su visión), debe prevalecer en todas las áreas de la vida. No nuestras
pasiones o deseos, sino nuestro “egoísmo racional” debe ser nuestra guía, dicen
los sindicalistas, haciéndose eco de los utilitaristas. Es tanto más racional
como más ético si el productor controla los medios de producción, proclaman
ellos, mientras ignoran alegremente la cuestión de si es posible para
cualquiera controlar los medios de producción en una sociedad industrial.
Tanto los teóricos liberales burgueses como los anarcosindicalistas quieren una
sociedad racional, ética, basada en la libertad, la igualdad y la justicia,
garantizando los derechos humanos. Los dos quieren una economía que funcione
sin fricciones, con altos niveles de producción que garanticen el progreso
científico y tecnológico. Los dos requieren paz social y conformidad para
realizar sus proyectos. Es difícil no pensar que sus proyectos son el mismo.
Sólo veo dos diferencias significativas. La burguesía ve la economía como una
fuerza apolítica, que puede progresar de modo eficiente y ético a través de la
forma de la empresa privada. Los anarcosindicalistas reconocen la economía como
una fuerza política que debe, por consiguiente, ser puesta en marcha democráticamente.
Los liberales burgueses creen que la democracia representativa puede crear su
ideal. Los anarcosindicalistas creen que la democracia debe ser directa -aunque
nunca parecen preguntarnos si queremos gastar nuestro tiempo votando
directamente para todo problema social que surja. El proyecto de los
anarcosindicalistas es, en realidad, sólo una extensión del proyecto del
liberalismo burgués -un intento de impulsar ese proyecto hacia su conclusión
lógica.
Esto me lleva al paralelismo último entre el liberalismo burgués y el
anarcosindicalismo, un paralelismo no de ideas, sino de ignorancia. Ninguno
parece capaz de reconocer las realidades del sistema social bajo el que
vivimos. “La actividad cotidiana de los esclavos produce esclavitud” (Fredy Perlman).
Mientras hablan de libertad y democracia, el liberal burgués y el
anarcosindicalista ven ambos sólo las autoridades humanas que los controlan;
están ciegos a las actividades sociales en que participan, que son la verdadera
fuente de su esclavitud. Así, el liberal burgués está satisfecho con librarse
de sacerdotes y reyes; el anarcosindicalista añade a presidentes y patrones.
Pero las fábricas permanecen intactas, las tiendas permanecen intactas (aunque
los sindicalistas puedan llamarlas centros de distribución), la familia
permanece intacta -el sistema social entero permanece intacto. ¿Si nuestra
actividad cotidiana no ha cambiado significativamente -y los
anarcosindicalistas no dan ninguna indicación de querer cambiarla más allá de
agregar la carga de gestionar las fábricas a la carga de trabajar en ellas-,
qué diferencia representa entonces que no haya jefes? – ¡Somos todavía
esclavos!
El “cambio de nombre no exorciza a la bestia”. Pero hay una razón por la que,
ni el liberal burgués ni el anarcosindicalista, pueden ver la esclavitud
inherente al sistema social. No ven la libertad como la capacidad del individuo
único de crear su vida como elije. La ven como la capacidad del individuo de
llegar a ser una parte plena y activamente integrada de una sociedad
progresiva, racional. Que “la esclavitud es la libertad” no es una aberración
del pensamiento estalinista o fascista; es algo inherente a todas las
perspectivas que atribuyen la libertad a la sociedad en lugar de al individuo.
La única manera de garantizar la “libertad” de tales sociedades es suprimir la
inconformidad y la rebelión dondequiera que surjan.
Los anarcosindicalistas pueden hablar de abolir el Estado, pero ellos tendrán
que reproducir cada una de sus funciones para garantizar el funcionamiento sin
fricciones de su sociedad. El anarcosindicalismo no realiza una ruptura radical
con la sociedad presente. Busca meramente extender los valores de esta sociedad
para que nos dominen más plenamente en nuestras vidas diarias. Ninguno de los
verdaderos rebeldes, los renegados, los bandidos y los salvajes espíritus
libres podría aceptar una sociedad anarcosindicalista más que la sociedad
actual. Tendríamos que continuar discordando, creando una ruptura radical con
la sociedad, porque no queremos más control sobre nuestra esclavitud -y eso es
todo lo que los anarcosindicalistas nos ofrecen-, queremos quitarnos las
cadenas y vivir nuestras vidas plenamente.
Por Feral Faun