NI DIOS NI PATRÓN

Publicado el 07 febrero 2014

Estos dos motes escritos a la cabeza del primer número de nuestro periódico, han llamado vivamente la atención y sido objeto de diversos comentarios, la mayor parte de los cuales se han manifestado de una manera harto diferente de lo que ellos significan, porque interpretados sin la calma necesaria, sin estudiar los sanos principios que los guía, han venido a herir bruscamente la suceptibilidad* y las preocupaciones de algunos espíritus timoratos que no preparados para recibir una idea nueva han debido sufrir naturalmente las equivocaciones a que esta espuesto* todo lo que no se comprende, todo lo que saliendo del orden establecido conmueve desde su base las arraigadas costumbres, y va por decirlo así, como el esplorador* en la ignorada selva ahuyentando con su presencia a los seres tímidos, produciendo el espanto a donde trata de llevar la ciencia, el progreso y la civilización.
Es una lei* natural manifestada en todas las épocas, la resistencia a lo desconocido, por cuyo motivo las ideas nuevas han encontrado siempre en su principio detractores, y ha sido de notar que estos han sabido en su mayor parte de entre los mismos a quienes más directamente han ido a favorecer. Pero ha sucedido también que  después del ofuscamiento, la verdad se ha abierto paso iluminando los cerebros, aunque por desgracia siempre después de haber sido sacrificados los apóstoles que la enjendraron*. Esta esperiencia* del pasado debe pues ser la madre que nos alimente para alentar en la vida de rejeneración* que emprendemos, aunque ello sea despecho de los mismos interesados que hoi* nos lanzan en la via del desprecio, solo porque todavía no han podido descorrer el espeso velo que las reglas de esclavitud, de despotismo, de vasallaje, de humillaciones, y de hambre, han encubierto sus ojos, impidiéndoles ver la verdadera luz, la verdadera libertad, la única forma que constituye en base segura la felicidad en medio de la igualdad absoluta.
Decíamos pues, que las palabras con que encabezamos estas líneas, han tenido por parte de algunos compañeros de trabajo una deplorable interpretación, no precisamente porque haya habido espíritu precavido para juzgarlas así, sino porque leídas sin la preparación necesaria o más bien dicho, no conociéndose la bondad que encierra el principio del Comunismo Anárquico, han tenido precisamente que chocar con lo que la sociedad actual llama fe relijiosa* y lejitima* posesión de lo adquirido.
En primer lugar debemos declarar con toda la convicción que presta una conciencia honrada, que atacamos la fe relijiosa* reconociendo en ella la mentira y el abuso no amparando el robo, mas si, evitarlo. Respetamos y queremos la moral, pero no esa moral acomodaticia que nos impone el sacerdote a nombre de su Dios, y el patrón a nombre de su capital puesto que ambos llevan interés egoísta en predicarla para sostener la posesión de la riqueza entre ellos a costa de la miseria de los demás.
No pretendemos atacar esa entidad sublime que se llama Dios, ya sea adorada como la adoran los chilenos, los mahometanos, los católicos o los salvajes porque no la reconocemos, pues vamos únicamente contra los que a su nombre especulan con la humanidad y viven en la holganza y el ocio a costa de los crédulos que llena su bolsa.
Queremos que desaparezcan los traficantes de oraciones, los que por tarifas de dinero proporcionan según ellos alivio y comodidades a los muertos, los que como los empresarios de teatro venden las delicias de otra vida a tanto la entrada según  el grado de comodidad que se quiera dar a los visitantes de ultra tumba. Queremos que desaparezcan estos vergonzosos peculados para que esos choclones políticos de hoi*sean verdaderos templos de una divinidad y no trampas para causar incautos que proporcionen para vivir sin trabajar. Queremos que los, que se titulen ministros de Dios no vendan sus bondades, y prediquen una moral sana, excenta* de egoísmo, sin mira de lucro, de preponderancia social, que les guie únicamente el amor a la humanidad, el contribuir con una sana mora al mejoramiento de las costumbres, y en ningún caso existan las pasiones de los hombres contra sus semejantes. Queremos en fin, ver en un hombre un verdadero apóstol, un ser digno de respeto y veneración por sus virtudes, un hombre útil y bueno por su talento y laboriosidad. Y si queremos un cambio tan radical es porque no concebimos dentro de la relijión* tantas indignidades, tantas podredumbres a nombre de un Dios que llaman misericordioso, pero que ellos mismos se encargan de hacer aparecer vengativo y terrible según cuadre a sus intereses.
El Dios que nos pintan sonríe y da su bendición a todo aquel que no se postra humilde y da sus bienes al sacerdote, por más que en su vida privada sea un azote, una calamidad para sus semejantes, y por el contrario se muestra airado y vengador para castigar con el más  tremendo de los castigos que ha podido idear la mente humana, a aquel que no se humille o no contribuye al sostenimiento de sus fastuosos ministros ¡Ai del que se rebela contra estos porque no le valdrá el haber cumplido como buen hijo, como buen esposo, como buen padre y en fin todas sus virtudes como hombre honrado y bueno irán a estrellarse indefectiblemente con el fuego eterno que ese Dios bondadoso ha preparado para los que no crean y reverencien a los que lo han inventado para su propio bien.
En la creencia de la relijión*católica está condenado todo aquel que no esté dentro de ella y preguntamos nosotros: ¿Qué responsabilidad tiene el que nace en la China, en Turquía, en África o en cualquiera otra parte donde no se profesa la relijión*católica? Y aunque sea un hombre justo y moral dentro de cualquiera relijión*¿Es posible que un Dios de justicia le condene por culpa que no ha sido suya? ¿No se dice que El es el padre de todas las criaturas?¿ O y su bondad infinita si permite que muchos de sus hijos nazcan en el herror*, para darse el placer de castigarlos cuando vuelvan a su reino?
Y no se diga que El no puede guiarlos por el camino de la verdad porque es infinitamente poderoso y sabio y no se mueve una paja sin su voluntad, luego El quiere que así sean, es decir, los cría para condenarlos.
Estas enormidades con que adornan los sacerdotes a su Dios, nos hace dudar de su sinceridad y creerlos solo unos impostores, y rebelarnos contra ellos, no admitiendo ese Dios imposible que nos pintan con el objeto manifiesto de especular, dominar y engañar al jénero* humano. Pero todo este se esplica* dentro de una sociedad, donde según ha dicho un escritor popula una especie que acusa su intelijencia* para vivir una parte a costa de la otra y que bajo el disfraz de las más notables virtudes se acaricia una espantosa ambición.
Esta es la verdad mientras no cambie de forma la sociedad presente que está fundada sobre el egoísmo no habrá sacerdotes que nos pinten un Dios verdaderamente bueno y no habrá patrón que no crea lejitimo* especular con el trabajo, con la miseria y el hambre de los desheredados de la fortuna.

Por esto es que nosotros decimos: Ni Dios ni Patrones, porque nos rebelamos contra la especulación de la creencias y del capital

El Oprimido, Año 1, Nº2, 1893

*Transcripción original, sin correcciones

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