Desarraigo

Publicado el 15 febrero 2014

Deja la noche avanzar, eres un paseante noctámbulo, camina en las miradas interrumpidas por las estrellas; espera, aun no es momento para la bencina: quémate, arde a los pies del cielo, en las alturas de la Tierra.

Escuchaste el color rojo en tus párpados, están más cercanas, por un momento te sentiste Heráclito. No volverás a escuchar ese nombre. No volverás a ninguna palabra. El miedo te corroe, ahora es el ácido sulfúrico entre el Hierro, la hemoglobina se extendió en el alquitrán.

Han vuelto a ti, tú no los conoces, no puedes negarlo, no hay letras. Te tranquilizaste; fuiste raco cordillerano, la geometría esférica te lo aseguró: jamás descendiste. Te comportaste como Lautaro, por un momento serás Michimalonco, pero ya te sientes nada. Bajo tus primeras instrucciones todo esto te parecería un insulto, pero ahora te encuentras pleno, aunque mejor aun: te encuentras.

Viste la imposibilidad, jamás lo planeaste (menos en el aire). ¿Cómo es que llegaste ahí? Certidumbre sobre la inocencia de los pétalos.

Ya no te encontrabas ahí. Es cansancio, dejaste de observar porque ya habías caminado demasiado estático toda tu vida. Kandinski y su explicación sobre la fugacidad.

¡Ahora! Prende la mecha. No lo esperabas, no querías dejar el mar, no hubo un cambio de pigmento. Ascendiste desde la Tierra hacia el infierno, viste las siete paredes, pero fueron insignificantes. No más de cinco segundos, pero entre ellos, el infinito. No sigas esperando, es el momento eterno de la bencina.

Insane
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