Control del Espacio/Tiempo, Viaje
Espacial, y Exploración del Espacio
En el mundo moderno, el control
es ejercido sobre nosotros de forma automática, mediante los lugares en los que
nos movemos y vivimos. Participamos de ciertos rituales en nuestras vidas: el
trabajo, "el tiempo libre", el consumo, la sumisión; porque el mundo
en el que vivimos, está diseñado solamente para ello. Todos sabemos que los
centros comerciales están para que compremos, las oficinas son para trabajar,
las irónicamente llamadas "salas de estar" son para "estar"
mirando la televisión, y las escuelas están para obedecer a los profesores.
Todos los lugares por los que viajamos tienen significados preestablecidos, y
todo lo que se necesita para que sigamos haciendo las cosas automáticamente, es
mantenernos andando por los mismos caminos. Es difícil hacer otra cosa en las
grandes tiendas, que no sea mirar y comprar mercancías; y acostumbrados como
estamos a hacerlo, es difícil concebir que podríamos estar haciendo otras cosas
ahí, sin mencionar que -pensándolo bien- hacer algo que no sea comprar es casi
siempre ilegal.
Cada vez -en todo el mundo- hay
menos y menos espacios libres, no edificados, en los que se puedan dejar correr
nuestras mentes y cuerpos libremente. Casi todos los lugares a los que puedas
ir son propiedad de una persona o empresa, a los que ya se les ha dado un
nombre e impuesto un uso: finca privada, distrito comercial, superautopista,
aula de clase, parque nacional. Y nuestras muy previsibles rutas a través del
mundo raramente nos acercan a las áreas libres que aún quedan.
Estos espacios, donde el
pensamiento y el placer pueden ser libres en cualquier sentido, están siendo
reemplazados por entornos cuidadosamente controlados al estilo Disneylandia,
donde nuestros deseos son prefabricados y nos son vendidos a expensas de
nuestro dinero y nuestras emociones. Dar nuestro propio significado al mundo y
crear nuestros propios caminos para jugar y actuar en ellos, es parte
fundamental de la vida humana; hoy, cuando no estamos nunca en espacios que
estimulen esto, no debería parecer una sorpresa que tantos de nosotros nos
sintamos desesperados y vacíos. Pero debido a que en el mundo hay tan poco
espacio libre, y los circuitos de la vida diaria no nos acercan a ellos,
estamos forzados a ir a sitios como Disneylandia para encontrar algo parecido
al juego o a la excitación. Así, la aventura real que nuestros corazones ansían
ha sido reemplazada por las falsas aventuras, y la emoción de la creación, por
el simulacro de la observación.
Nuestro tiempo está tan regulado
y ocupado como nuestro espacio; es más, la subdivisión de nuestro espacio es
una manifestación de lo que ya le ha ocurrido a nuestro tiempo. El mundo entero
vive y se mueve de acuerdo a un sistema horario estandarizado, diseñado para
sincronizar nuestros movimientos desde un lado del planeta al otro. Dentro de
este sistema superior, tenemos nuestras vidas regidas por nuestros horarios de
trabajo o los horarios del autobús escolar, como así también por el horario de
funcionamiento del transporte público y el de atención de las empresas. Esta programación
de nuestras vidas, que empieza en la niñez, ejerce un sutil pero profundo
control sobre todos nosotros: llegamos a olvidar que el tiempo de nuestras
vidas después de todo es nuestro, y lo podemos utilizar como queramos, en vez
de pensar en ello como días laborales, la hora del almuerzo y fines de semana.
Una vida totalmente espontánea es impensable para la mayoría de nosotros. El
llamado "tiempo libre", es normalmente sólo tiempo que ha sido
programado para algo diferente del trabajo. ¿Cuántas veces puedes ver el
amanecer?, ¿cuántos paseos haces durante los mediodías soleados?, ¿si de
repente tuvieras la oportunidad de hacer un excitante viaje ésta semana,
podrías hacerlo?
Estos ambientes y horarios
restrictivos limitan de forma drástica el vasto potencial de nuestras vidas.
También nos mantienen aislados unos de otros. Nuestros trabajos normalmente
hacen que pasemos un gran período de tiempo haciendo una tarea específica con
un grupo de personas en particular, en un lugar establecido (o al menos, en un
ambiente establecido, como en el caso de los trabajadores de la construcción o
los trabajadores temporales). Estas experiencias limitadas y repetitivas
únicamente nos dan una visión muy limitada del mundo, y nos alejan de la
posibilidad de conocer otro tipo de gente. Nuestras casas nos aíslan aun más:
hoy en día nos mantenemos encerrados en pequeñas cajas, en parte por el miedo a
aquellos que el capitalismo ha tratado aun peor que a nosotros, y porque
creemos la propaganda paranoica de las compañías que venden sistemas de
seguridad. Los suburbios actuales son cementerios de lo que era la comunidad,
con la gente empaquetada en cajas por separado... exactamente igual que
nuestros productos de supermercado, sellados para "mantener la
frescura". Con gruesos muros entre nosotros y nuestros vecinos, y con
nuestros amigos y familias dispersos por ciudades y países, es difícil tener
alguna clase de comunidad, y más aun compartir un espacio donde la comunidad se
pueda beneficiar de la creatividad mutua. Y tanto nuestros trabajos como
nuestras casas, nos mantienen atados a un lugar, estacionarios, incapaces de
viajar más por el mundo si no es en nuestras apresuradas vacaciones.
Incluso nuestros viajes
restringen y son restrictivos. Nuestras modernas formas de transporte: coches,
autobuses, el metros, trenes, aviones; todos ellos nos mantienen encerrados en
pistas fijas, viendo como el mundo exterior pasa a través de una pantalla, como
si fuera un programa de televisión particularmente aburrido. Cada uno de
nosotros vive en un mundo personal que consiste en su mayor parte en destinos
conocidos (el lugar de trabajo, la tienda de alimentos, el apartamento de un
amigo, el club de baile) con unos pocos enlaces entre ellos (sentarse en el
coche, ir parado en el metro, subir las escaleras), y poca posibilidad de
encontrar algo no imprevisto o descubrir algún sitio nuevo. Una persona podría
viajar por las autopistas de diez países sin ver nada más que asfalto y
gasolineras, mientras permanezca dentro de su coche. Encerrados en nuestras
pistas, ni nos imaginamos el verdadero viaje libre, esos viajes de
descubrimiento que nos harían volver al contacto directo con otras personas y
con nuevas y distintas cosas, a cada instante.
En lugar de eso, nos metemos en
embotellamientos, rodeados por cientos de personas en la misma situación que
nosotros, pero separados de ellos por jaulas de acero, que resultan ser
nuestros coches; por lo que nos parecen ser objetos en nuestro camino, antes
que personas humanas. Creemos estar alcanzando más partes del mundo con
nuestros modernos medios de transportes, pero de hecho vemos menos de él, si es
que vemos algo. A medida que nuestras capacidades de transporte aumentan,
nuestras ciudades se extienden más y más a lo largo y ancho del paisaje. Cada
vez que aumentan las distancias se necesitan más coches; más coches significan
más espacio, y así las distancias aumentan de nuevo... y así sucesivamente. A
este ritmo, las autopistas y las gasolineras sustituirán finalmente todo
aquello por lo que al principio valía la pena viajar.
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Algunos de nosotros vemos a
Internet como la "frontera final", como un lugar libre -aún no
desarrollado- esperando ser explorado. El ciberespacio puede, o no puede,
ofrecer cierto grado de libertad a aquellos que puedan permitirse su uso y el
de explorarlo; sea lo que sea lo que pueda ofrecer, lo hace con la condición de
que te encierres en tu casa, sometiéndote a una amputación voluntaria.
Recuerda, eres tanto un cuerpo como una mente: ¿es libertad el sentarse
inmóvilmente, mirando fijamente luces resplandecientes durante horas, sin
siquiera usar los sentidos del gusto, tacto u olfato? ¿Has olvidado la
sensación de la hierba húmeda, de la arena caliente bajo tus pies descalzos, de
los eucaliptos, o del humo de la leña en tu nariz? ¿Recuerdas el olor de los
tallos de los tomates, el destello de la luz de las velas, la emoción de
correr, nadar, tocar?
Actualmente podemos usar Internet
para excitarnos, sin sentir que nos han estafado, porque nuestras vidas
modernas están tan constreñidas y son tan previsibles que hemos olvidado cuán
placenteros pueden ser la acción y el movimiento en el mundo real. ¿Por qué
conformarnos con la tan limitada libertad que nos ofrece el ciberespacio,
cuando hay muchas más experiencias y emociones para sentir, aquí afuera en el
mundo real? Deberíamos estar corriendo, bailando, viajando en balsa, bebiendo
la vida hasta la última gota, explorando nuevos mundos. ¿Qué nuevos mundos?
Debemos redescubrir nuestros cuerpos, nuestros sentidos, el espacio que nos
rodea, y entonces podremos transformar ese espacio en un nuevo mundo al cual
podamos darle nuestro propio significado.
Para ello debemos inventar nuevos
juegos, juegos que puedan ser realizados en los nuevos espacios conquistados,
en los centros comerciales, en los restaurantes y en las aulas. Juegos que
rompan con sus significados establecidos, para poder darles significados
nuevos, de acuerdo con nuestros sueños y deseos. Necesitamos juegos que nos
reúnan de nuevo, que nos saquen del confinamiento y la soledad de nuestros
hogares privados, que nos lleven a lugares públicos donde nos podamos
beneficiar de la compañía y la creatividad mutua. Así como los desastres
naturales y cortes de energía pueden unir a la gente y le pueden resultar
excitantes (después de todo, crean algo de emoción variada en éste mundo
lúgubremente predecible), los juegos harán que nos juntemos haciendo cosas
nuevas y apasionantes. Deberíamos tener: poesía en las oficinas y versos
pintados en las paredes del distrito comercial, picnics gratuitos en los
supermercados, talleres de sabotaje y manualidades en las fábricas, sexo en los
parques y en las aulas, carreras de sacos en las autopistas...
Necesitamos también inventar
nuevos conceptos de tiempo y nuevas maneras de viajar. Intenta vivir sin
relojes, sin sincronizar tu vida con el resto del tan ocupado mundo. Intenta
hacer un largo viaje a pie o en bicicleta, para que así puedas saborear todo
aquello con lo que te cruzas desde tu punto de salida hasta tu destino, sin un
cristal ante tu rostro. Intenta explorar en tu propio barrio, mirando desde
tejados y alrededor de esquinas en las que nunca antes te habías fijado: te
sorprenderás de cuánta aventura está ahí escondida, ¡lista para que la
descubras!
Fuente: CrimethInc