Archive for abril 2014

Sobre el solipsismo en '1984' de Orwell.

El pensamiento de Orwell plasmado en el texto “1984” es, sin duda, una fuerte crítica al sistema de gobierno y guerra que han existido en la historia de la humanidad y más específico, al modelo político existente en la época que vivió, el siglo XX.

En una carta que escribió con el objetivo de explicar el contenido del texto 1984 expresa lo siguiente: “Me temo que, desgraciadamente, el totalitarismo está creciendo en el mundo. Hitler pronto desaparecerá, pero sólo a costa de fortalecer a: 1) Stalin, 2) los millonarios americanos e ingleses y y 3) todo tipo de pequeños “führers” al estilo de De Gaulle… La mayor parte de la élite intelectual inglesa se opone Hitler, pero sólo a cambio de apoyar a Stalin. La mayoría de ellos apoyan métodos dictatoriales, policías secretas y la sistemática falsificación de la Historia siempre que beneficie “a los nuestros”. Pero si uno proclama que “todo es por una buena causa” y no reconoce los síntomas siniestros, en realidad sólo está ayudando a fortalecer el totalitarismo... Desde que la guerra contra el totalitarismo comenzó en 1936 creo que nuestra causa es la mejor. Pero para que continúe siendo la mejor, necesitamos una autocrítica constante.”

Orwell plantea la noción de autocrítica como método para encontrar constantemente el equilibrio en una cultura/civilización y es válido, ya que las necesidades, mientras exista constructivismo y crítica, siempre irán variando en una sociedad determinada. Pero al introducir la definición de autocrítica, se está introduciendo a un ámbito más profundo aun, la individualidad separable que existe entre la realidad y un sujeto, que en este caso ve personificado en Winston (protagonista del texto 1984). ¿Cuáles son los límites entre el ser, objetividad y realidad? ¿Existe acaso alguna separación entre ellas?
Su repudio es hacia quiénes gobiernan mediante el terror y la opresión, sea de cualquier tipo de ideología o postura política. Sin embargo, ¿Cuál es el objetivo de gobernar personas que solo produzcan bienes materiales? Está bien, sabemos que el objetivo es poseer el poder y esto solo se logra mediante la educación conductista. Pero luego de poseer el poder ¿qué hay? ¿qué es lo que despierta y mantiene esa necesidad de superioridad frente a los demás?

¿El ser como invención o como creador?
En la tercera parte del texto 1984 Winston es torturado de manera inhumana, tratando de abolir el pensamiento mediante un auto convencimiento que es forzado (parece contradictorio), es decir, le inducen a creer la realidad que le están describiendo ya que no existe la suficiente tecnología como para entrar en alguna mente humana y eliminar o agregar alguna idea.

Con un cierto grado de reflexión, se puede llegar a pensar que la idea de la tortura, como la ha planteado Orwell, es incluso bella. Lo que refleja en su escrito, es que las ideas jamás podrán ser abolidas por seres o agentes externos si no existe una aprobación interior e inherente. Si no existe una razón o una satisfacción, es imposible cambiar la forma de percibir nuestros mapas cognitivos y nuestro entorno.

El convencimiento sólo se puede generar mediante la reflexión y la reflexión a su vez, solo la puede lograr uno como ser individual. Pero ésta auto reflexión claro que puede ser inducida, de hecho, es lo natural y la base de cualquier pensamiento, no solo de algunos. Se recibe la información desde un entorno y esta nos induce a un pensamiento o alguna abstracción.

Winston nunca cedió ante lo que su torturador (O’Brien) le imponía. Y era porque él estaba consciente de que tenía la razón y no era soberbia lo que mantenía esta certeza, sino más su propia experiencia, sus propios pensamientos y vivencias le demostraban lo que había adquirido a lo largo de su vida. Sus sentidos no se encontraban atrofiados como para desconfiar de lo percibía. Todo era real. La memoria era lo único que de vez en cuando le fallaba, pero no era su culpa, era por tratar de compatibilizar dos realidades: La real/objetiva y la que le imponía el sistema en el que vivía. Él lograba tener imágenes de lo que había palpado, pero nunca estuvo seguro. El único momento en el que estuvo seguro fue mientras lo torturaban: “O’Brien lo detuvo con un movimiento de la mano. –Otro ejemplo dijo-. Hace algunos años, tuviste una seria desilusión. Creíste que tres hombres, tres miembros del partido, llamados Jones, Aaronson y Rutherford, quienes fueron ejecutados por traición y sabotajes después de confesar…Creíste haber visto una irrefutable evidencia de que sus confesiones habían sido falsas. Incluso había una fotografía sobre la que tenías alucinaciones. Creíste que la tuviste en tus manos. Era una fotografía como ésta… -Existe- gritó. –No-dijo O’Brien…-Cenizas- dijo-.Ni siquiera cenizas. Polvo. No existe, nunca existió.- ¡Pero existió!¡Existe! Existe en mi memoria. Yo la recuerdo. Usted la recuerda. –Yo no la recuerdo- dijo O’Brien. Winston se desanimó. Eso era doblepensar. Tuvo la sensación de un desamparo mortal. Si pudiese estar seguro de que O’Brien mentía, no le habría importado. Pero era perfectamente posible que O’Brien hubiera olvidado la fotografía. Y si fuese así, ya tendría que haber olvidado que la recordaba y también el acto de olvidar ¿Cómo estar seguro de que no era un simple engaño? Quizás esa lunática dislocación mental podía ocurrir; ese era el pensamiento que lo derrotaba”

Entonces nos situamos en un punto mucho más complejo, uno que involucra un cuestionamiento al propio pensamiento. Ya no se trata de involucrar un razonamiento a partir de la experiencia, porque es esta misma la que nos puede estar jugando con nuestros pensamientos e ideas. ¿Cómo saber si lo que hemos vivido es realmente perteneciente a esta realidad?

Existen estudios científicos acerca de la memoria y la cognición que plantean que el cerebro siempre intenta dar una respuesta ante las preguntas o estímulos, sea el correcto o no, busca establecer una seguridad en él mismo. Me podrían preguntar que estaba haciendo hace exactamente un año. Yo pensaría y me situaría en un contexto cronológico y respondería de la manera más acertada y lógica. Podría auto convencerme de que esa fue la verdad. Pero ¿Existe alguna manera de saberlo de manera certera? Si no hay nadie que pueda corroborarlo, ni yo, como ejecutor de aquellas acciones, es decir, ni siquiera el sujeto como principal hacedor de su mundo no tiene la certeza de lo que realiza, podría configurarse todo como una mera ilusión con el objetivo de auto satisfacer lo que no comprende.

El cerebro además es capaz de generar una atmósfera dentro del alma para que esta ni siquiera se cuestione lo que está enviando como respuesta al exterior, de modo que nunca sabremos si en realidad estamos viviendo esta realidad o más bien somos una mera interpretación subjetiva. Esto nos lleva a entender la realidad como un todo nace a partir de un sujeto inamovible que, en primera instancia y a modo general, no está externo a la realidad, de modo que se puede situar como un ente omnipresente o algo así como lo que la cultura occidental considera como un Dios. Porque un Dios está dentro, es él quién crea una realidad o más bien una jaula en la que engloba una atmósfera y la aparta de esa nada que la rodea, creándola bajo su lógica.

Pero si este Dios fuera creador de todo, entraríamos a un interrogatorio eterno. ¿Quién es el creador de este Dios? Y no nos sirve respuestas en la que hemos vivido durante siglos de humanidad. Decir que este ser es eterno, externo a nosotros, inagotable e inamovible y es por eso que él es el creador, pero a él nadie lo crea, es un disparate. Porque nosotros somos quiénes los hacemos eterno y no es la respuesta que también hemos escuchado hace siglos de humanidad. Sino porque nosotros somos quienes llegamos a él mediante una abstracción. Una búsqueda acerca el origen, nos lleva a la creación de un Dios. Y tal vez no lo creamos nosotros, llegamos a él a través del pensamiento y es justamente esto, el pensamiento lo que nos interesa a nosotros.

Como apreciamos con anterioridad, el pensamiento engaña. Y si bien el punto de partida puede ser el correcto, el cerebro puede desviar su curso solo por el hecho de querer encontrar seguridad, tal vez porque incluso ni siquiera él puede posee respuestas. Pero esta aclaración podría ser válida si la realidad fuera externa a uno mismo, sin embargo se caería en contradicción. Esta realidad no puede ser externa a uno mismo por el hecho de que es el pensamiento quien la sitúa fuera y el pensamiento es interior y no podemos confiar en él, de modo que si fuera externo dependería de cada cerebro, podría incluso situar todo afuera solo para encontrar satisfacción ante la pregunta que no tiene respuesta, para sentirse seguro y dejar de fastidiarse a sí mismo con algo que no puede responder.

De aquí divergen dos ideas: La primera es la que se seguirá desarrollando y la segunda se planteará más adelante.

La construcción de la realidad depende de cada pensamiento, sin embargo, un creador es inventor de todo, de todas las ideas e incluso de aquellas de las que no posee una noción o conocimiento. Él se sitúa como creador de todo, pero sin tener cognición de aquello. Todo nace a partir de un cerebro. Cada persona es una parte de lo que está creando, pero no como una expresión de aquello que no es y no puede ser ni tampoco como lo que quiere ser y que por incapacidades físicas o psicológicas/emocionales, no puede ser. Sino más bien, una persona es la especie de articulador de su propia realidad, sin caer en el cliché de ser “forjador de su propio destino”, en otras palabras, él es parte de sus propios pensamientos, él es un habitante de sus ideas. La gente y toda la creación a su alrededor no son invenciones del inconsciente solo por el sencillo hecho de que desconoce lo que son, todo es así porque el ha decidido que sea así. Estableciendo la duda como método para no morir encapsulado en un vacío.

Esta concepción se puede apreciar Las ruinas circulares de Borges: “Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo.

El inventor pasa a ser invención y la invención pasa a ser inventor, existe una dualidad. Esto quiere decir que el creador es también creado, pero no exactamente por otros, sino por sí mismo, de modo que la pregunta ya no es Quién ha creado al creador sino Cómo se ha creado a sí mismo. Porque él es el inventor de todo, no puede haber otro más que sí mismo como inventor. Entonces la encrucijada que se plantea en Las ruinas circulares pone al creador del personaje como una invención del propio personaje que ha creado. Somos creación, pero generadores de quiénes nos han creado.

Se ha llegado a un punto en el que se ha desacreditado la relación entre pensamientos y exterioridad, entiendo lo primero como una relación con la interioridad. Y ahora es cuando comienzan a aparecer las interrogantes que poseen una respuesta diferente en cada ser.

¿De dónde se obtienen éstas ideas? ¿Cómo es que el pensamiento logre crear toda una realidad a partir de absolutamente nada? Sabiendo que el mundo es su propia creación y que al relacionarse a él con la realidad es prácticamente relacionar al ser con sí mismo. ¿Puede el pensamiento humano llegar a trascender las ideas y llegar a materializarlas?

Al momento de referirse que el hombre en su capacidad de razonar y ser creador de su propio entorno se encuentra como un creador, en realidad no lo hace a partir de la nada. Esta realidad sí está presente y de ella se obtiene el molde para el ser y no se cae en una contradicción, el inventor sigue siendo un inventor objetivo de la realidad. Para entender lo planteado es necesario citar un estudio científico acerca de la percepción: “…Es que aquí queremos destacar dos comportamientos típicamente humanos por excelencia: la capacidad de monitoreo y la de autorreflexión o auto revisión permanente. Ambas acciones posibilitan reflejar la complejidad de un sujeto que recibe la impronta de un contexto socio-histórico y, a su vez, cuenta con pensamientos propios de realidades objetivas. Schutz y DeCuir (2002) hacen referencia a esta idea cuando señalan que las percepciones desarrolladas a través de estos procesos reflexivos conducen a entender o conocer acerca de la naturaleza de las experiencias subjetivas, de los objetos del mundo físico y de las realidades objetivas del pensamiento. Este conocimiento por parte del sujeto representaría la base a través de la cual se hacen valoraciones y apreciaciones del mundo, tornándose éste el lugar desde donde emergen las emociones durante las transacciones de la persona con el mundo” Esto nos lleva a pensar que lo físico, es decir, lo palpable mediante nuestros órganos, es sólo objeto, no posee una esencia característica. La esencia la obtiene cada persona mediante el pensamiento y este pensamiento es objetivo en cada ser, de acuerdo a lo que él cree es exacto (cree exacto y no es exacto).

Al momento de apreciar el mundo, dejamos nuestra percepción en los objetos de modo que debemos interpretarlos en una realidad nueva. Es como decirle a un personaje X que vaya a comprar pan y este no vuelva, uno debe ir a comprarlo por uno mismo, sin cuestionarse por qué el personaje no ha vuelto, eso no nos ayudará a sobrevivir. E incluso posterior a haber realizado nuestra compra, no es necesario cuestionarse el por qué no ha vuelto el personaje, ya no es relevante, se ha alcanzado lo que se necesitaba.

Situamos nuestra realidad a partir del olvido, se necesita de una respuesta que llene el vacío que han dejado nuestras percepciones, de modo que la memoria se establece como una ilusión objetiva de la realidad. Un pensamiento que no debe variar se transforma en una idea con infinitos caminos, la cápsula en la que se está viviendo se elimina para extenderse sobre un infinito en el que se abstrae contrariamente a una finalidad positiva, como se espera de cualquier abstracción, sino que espanta el alma de lo físico y lo terrenal.

La memoria termina siendo una sencilla distracción para auto complacerse de que se posee el conocimiento, un argumento para ratificar lo seguro que se está, el sustento de toda ilusión, la versión acabada de la perfección. “Que retroceda la luz/ Y vuelva al inflamado/labio que la creó/..Es que de tarde en tarde el mundo perece/Y es necesario bañarse en el río sagrado/Para dejar al descubierto/El mundo de la ilusión."

Con esto se finaliza la segunda idea que se menciona en las páginas anteriores (cuyo comienzo y final es este) y que ya se anticipaba a lo largo del ensayo. El pensamiento no es más que la inseguridad que nace ante la realidad que no permite una conexión con la naturaleza, incluso hay percepciones que ni siquiera poseen respuesta y no porque no las entendamos, sino por la sencilla razón de que no existe, de modo que crear un pensamiento para cada idea resulta innecesario, sin embargo, el pensamiento ante su necesidad de seguridad, intenta responder incluso aquello. Todo pensamiento es innecesario, toda objetividad lo es. La invención de una realidad es una mera interpretación que nace a partir de nuestra evolución que responde a una adaptación. El ser humano ha encontrado una mejor manera de resolver sus incapacidades físicas y es a través del pensamiento.

En el pensamiento incluso puede ignorar todo su entorno y crear en sí una objetividad de la que ni siquiera el propio creador está seguro, pero sus pensamientos lo hacen creer que sí. Cuando se tiene conciencia de esto, entonces ¿cómo saber qué es lo real?

Todo pensamiento humano encuentra aquí sus bases, la ambición, corrupción, poder, ira, felicidad, etc. Son solo ideas inacabadas sobre el entorno, que en un afán humano de auto complacerse, son acabadas artificialmente. Incluso la seguridad y la satisfacción son ideas inacabadas de la naturaleza.

Entonces ¿cómo confiar en este ensayo? Todas estas ideas son una creación que se abstrae extrañamente de la realidad, no representan nada más que una necesidad de querer encontrar una respuesta, de sentirme seguro. Una vez estando seguro ya no existe la sensación de que algo está inacabado. Pero estar seguro y sentirse satisfecho con la respuesta no es sinónimo de haber encontrado la verdad.

Este escrito es nada.

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Exhorten a los Posesos
Van los Nombres posesos, presos incondicionales 
Su celda es querer saber la incógnita
Su celda es buscar los que entre sus pieles guardan demoníacas musas 
Tropiezan ciegos en aquel múltiple camino confuso 
aullando sordos por haber destrozado sus oídos
con daga decadente que, sin saber, aun portan en esas manos
con arrugas impropias, uñas viejas y olvido


¿Evitarán así escuchar a las sirenas?
¿evitarán sus canciones bellas con remates mórbidos?
¿cómo disiparán la tentación de aquellas musas?
Si su mortal canto sigue en la vigencia del terror
Terror atormentando a los navegantes de lo desconocido
terror con amenazas de perder todo por perderse a si mismos
Terror por los años, ira y persecución de la estrella lejana
esa que permanecerá siempre a la misma infinita distancia
¡fría distancia!

¡Exhorte alguien a esos desventurados Nombres!
Todo quienes han buscado el mundo que no se palpa
y ha acabado por palpar todos los desgraciados lemas que no buscan
¡Exhorte alguien a esos desventurados Nombres!
Andan solos vagando y hablando consigo mismos
porque en el propio fondo las sirenas ya los han engatusado con su cantar
porque sin saber a las sirenas es a quienes han dedicado sus himnos... 

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Ya no es necesario que te escondas. Ya nadie te busca, aunque así lo pienses. El escondite, sabes donde se encuentra,  sabes perfectamente hacia donde correr,  aunque no sea necesario. Deja de imaginar que vives encerrada,  las cuatro paredes hace rato dejaron de existir.  Sabes perfectamente donde se encuentra tu libertad, y tienes mas que claro que existe no donde los otros dicen que existe. Tu corazón dejó de sentir miedo, ya tomaste las riendas de esta situación, sabes qué camino tomar, sabes qué elegir, sabes que hay una opción,  hazte caso; alguien dice que lo hagas y sabes que ese alguien no es precisamente un cuerpo, es tu voz, es tu razón de existir, y si no quieres, no lo hagas. No me mires tampoco con esa cara, no me respondas con ese nerviosismo, tu misma me enseñaste todo lo que te digo aquí,  ahora. ¿lo recuerdas?  ¿recuerdas que soltaste mis manos y me invitaste, e incluso enseñaste a caminar solo? ¿recuerdas que me dijiste que junto al caos un día,  nuestros cuerpos nos conducirían al callejón oscuro donde al fín podríamos construir el ocaso?


-LTSVCS-

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Respecto de la violencia en “El extranjero” y “Los justos”

Hablar de violencia, o del concepto “violencia”, automáticamente despierta un sentido negativo atribuyéndole este carácter sin previamente hacer un pequeño acto reflexivo al respecto. Realmente qué es lo que entendemos por “violencia”, podríamos hacer un paralelo entre “violencia institucional” y la “violencia revolucionaria”, el siguiente análisis pretende establecer una confrontación de ambos tipos de violencia dentro de la Filosofía de Albert Camus.

La persecución de la violencia no se torna respecto del acto violento, sino que se traslada, automáticamente, a un aspecto legal buscando condena y formas de repeler. La necesidad de pensar la violencia como la respuesta a ciertos fenómenos políticos y sociales y de dar solución al hecho que la desencadena debería considerarse una prioridad.
La censura moral que trae consigo la violencia y todas sus expresiones indica que se debe aislar a este virus, en apariencia, desconocida. Al parecer, son los valores que la cultura nos enseña los que nos niegan la posibilidad de dialogar respecto de la violencia, relegándola a un estrado de lo criminal; la misma mentalidad egoísta (el yo) nos empuja a hacer tales juicios sin hacer el esfuerzo de conocer las razones del otro.
Generar el análisis, no es una forma de querer naturalizar las prácticas violentas, es querer detectar su origen, dar solución y no caer en el aislamiento penal. Reflexionar sobre su origen, tampoco es una forma de justificarla como necesario en sí, más bien es una forma de conocer el fenómeno.
A continuación, se presentan algunos hechos que se consideran como violentos, uno de ellos: el suicidio como una expresión dual de la violencia, luego la violencia política que se ha hecho frecuenta en nuestro contexto, ambos hechos tomados desde “El extranjero” y “Los justos” de Albert Camus.  


El suicidio como una expresión de violencia.

Podemos distinguir una violencia dual en el suicidio (violencia institucional y violencia revolucionaria).
Desde la perspectiva del existencialismo del absurdo, Albert Camus abrió su libro de 1942, El mito de Sísifo, afirmando la existencia de un solo problema filosófico: el suicidio. Cada uno carga con el peso de juzgar desde su absoluta e instransferible condición individual si la vida debería o no ser vivida. Era éste, para Camus, el problema fundamental de la filosofía. Si bien implicaba un tipo de violencia -la violencia ejercida sobre sí mismo-, esa violencia funcionaba como respuesta a un problema filosófico sobre la existencia. Ese problema es el de un desajuste que se produce entre el hombre y la vida. Este desajuste es lo que Camus piensa con la categoría de lo absurdo. El hombre es absurdo para sí mismo e innecesario para el mundo. Es, así, un extranjero. (Feinmann)
El suicidio puede ser el reflejo de la afirmación más grande la autonomía, de la voluntad humana. El problema del suicidio, en terminos genelares, constituye el reflexionar filosofico en el autoconocimiento que despierta la angustia en el ser. Lo paradojico de la situación es que al tratarse de ser la expresión más grande de la afirmación de la voluntad humana se le niegue la posibilidad de ejercer la decisión pues se incurre en un error y en una falta moral a los actuales cannones éticos de la sociedad burguesa; al hombre se le permite curar la mayoría de los males que le puedan ser diagnoticadas (con las complicaciones del sistema de salud y lo que conlleva) pero no se le permite ejercer su propia voluntad de discernir entre lo que le seria provechoso o no para la continuidad de su ser; en otros terminos, el hombre al tener el poder de ejercer la violencia, sea sobre sí mismo, se le prohibe por medio de maximas culturales.
Me tomo la licencia de hablar de “violencia revolucinaria” y señalar así al acto del suicido pues bien, en la etimologia de la palabra se comprende que es un tipo de violencia que busca un cambio en el orden de la vida del sujeto; creo que así se entiende un poco más la idea.
Camus, por medio de la filosofía del absurdo, caracterisa al suicidio como la respuesta al desajuste entre el hombre y el mundo, mostrando de cierta forma, que la tarea del autoconocimiento es peligrosa, puede serlo ciertamente, pero han de existir otros factores que puedan determinar la peligrosidad de ver la vida y el cotidiano como algo absurdo. Considerar la vida de tal forma, en principio, es fatalista, muchas veces cuando existe este tipo de desajuste se tiende a tratar de generar el aguste pero cuando este decisión se afronta a determinantes psicológicas como la depresión (endogena, que suele ser la mas fuerte), es el suicidio la única forma de terminar con la angustia; se ve como una posible solución al problema del desajuste pero parafraseando a Foucault es que debemos tener en cuenta que las difunciones psicologicas determinadas por la psicología tradicional son terminos con intencionalidad política.  
Los factores ambientales ejercen en el desajuste. Una pequeña cuestion de violencia institucional.
Se tiende a hacer oídos sordos respecto de que las condiciones ambientales, como la estructura económica, la cultura y el sistema mismo no son factores constituyentes en relación al aumento de las enfermedades mentales.
El mundo actual se les presenta a los adolescentes como un mundo cruel y al mismo tiempo son víctimas de fobias sociales, junto a la edad mediana, son los dos sectores etarios más propensos a las enfermedades mentales del tipo depresivo. Específicamente, a los adolescentes, se afrontan a que la posibilidad de realizar los sueños es altamente escasa, es el pilar para comenzar a conceptualizar y creer al mundo y a la vida misma como un lugar de sufrimiento continuo. Junto a ello, la psicología dominante que tiene por objetivo la definición de lo normal y lo anormal que mantiene el orden actual imperante. El mundo actual, de la sociedad capitalista occidental, tiende a expulsar a los individuos que no le son útiles, es el suicidio la eugenesia del sistema capitalista, hablamos de un sistema que aísla al sujeto, en su casa y en su cuarto, siendo el aislamiento una causa de la depresión. Las enajenaciones a las que el sujeto se ve sometido, la cultura occidental, moldea al sujeto para consumir determinadas cosas  y una desviación, significará represión.
Durkheim entiende el suicidio como un hecho social, en una comparación entre las comunidades judías y las católicas, concluyó que las primeras tenían una tasa de suicidios menor que los católicos y que éstos tenían menor tasa que en las comunidades protestantes; luego, el suicidio es un hecho social que se genera en un contexto social, por lo general, opresivo, violento.


Análisis del empleo de la violencia revolucionaria en “Los Justos”

La violencia es justificable solo cuando es necesaria para defenderse a uno mismo o a los demás de la violencia. Donde termina la necesidad empieza el delito… El esclavo siempre está en un estado de legítima defensa, así que su violencia contra su patrón, contra el opresor, está siempre moralmente justificada y tiene que ser regulada solo con el criterio de su utilidad y de la economía del esfuerzo.  (Bonnano, 2010)
La violencia empleada en el contexto político, violencia revolucionaria, constituye un problema de subjetividades,  pues siempre dependerá del lado en que se esté situado para determinar si es o no legitima como tal. Cabe agregar que “el sujeto revolucionario” se plantea automáticamente desde el lado de la violencia para que la misma cese lo antes posible para poner fin al mismo empleo de esta.
Camus, en “Los Justos”, más allá de presentar el problema de la violencia en sí, presenta el problema del alcance de las acciones violentas, de a quienes afecta tal ejercicio y si lo merecen. Podemos decir que el grupo de terroristas que presenta Camus debiesen haber tenido en cuenta ciertas condiciones al momento de emplear la violencia como propaganda armada; existen condiciones lógicas (en cuanto a argumentos) que le dan fundamentos morales a las acciones pero no elimina ningún tipo de consecuencia. Las condiciones lógicas son las de situación personal, luego la colectiva, de quien decide emplear la violencia para, posteriormente, iniciar la elección de medios y la identificación del enemigo en un estudio que trate de minimizar el sufrimiento humano de quienes se encuentren en torno al enemigo y no sean considerados como tal.
Entre las conclusiones que nos entrega Camus, en realidad, las que podemos dilucidar desde nuestras experiencias y reflexiones, podemos afirmar que al respetar ciertas condiciones, como las previamente establecidas, la acción se considerará reivindicativa políticamente hablando (sea del lado que sea).


La presentación de la violencia refiere a la necesidad de cuestionar la visión ética y moral del empleo de la violencia dentro de la sociedad capitalista actual, sus dimensiones y no caer en el totalitarismo conceptual de creer que la violencia es una sola.
Discutir la autoridad moral y la utilidad del empleo de la violencia, encuentra lugar en la necesidad de ésta. Por lo general se utiliza la violencia como un modo de defender ciertos privilegios o cuestiones necesarias, lo cual implica una decisión determinante para el sujeto de emplear o no la violencia, pero, en estos casos, se entiende la violencia como algo negativo, algo malo a priori. Esto no constituye una especie de justificación al uso de la violencia, esto constituye crear la necesidad reflexiva del por qué la violencia se considera algo malo y así, caer en la reflexión de su origen.
La necesidad de tener una ética de la violencia reside en el carácter interpretativo y valórico. La violencia como un hecho necesario y oportuno estará siempre relacionada con lo reaccionario de los sujetos.
Es complicado en extremo evaluar la carga de legitimidad que satura acciones de agresión preventiva o anticipatoria. La única vía posible para asegurar la legitimidad de las acciones violentas es calibrar con precisión la naturaleza e inminencia del riesgo a que el eventual defensor va a estar expuesto, precisamente para certificar que la respuesta es defensiva y no ofensiva. Si nos concentramos en la agresión legítima llevada a cabo por ciudadanos individuales, el desarrollo de habilidades de análisis anticipatorio que posteriormente pudieran constituir un elemento probatorio para que, como hemos argumentado, una autoridad jurisdiccional al amparo de las reglas del Derecho pudiera decantarse hacia la exención de responsabilidad criminal, es bastante improbable. En aquello que respecta a la agresión lícita de los Estados, por ese espacio de legitimación consensual que hemos apuntado que existe y que debe facultar a determinados actores de la comunidad internacional como garantes de que aquella violencia que pretendidamente se va a infligir es necesaria, proporcional y oportuna, se perfila alguna posibilidad más, aunque no excesivamente determinista. El dossier de las dos guerras de Irak, a principios de los noventa y a primeros de dos mil, es paradigmático. (Gómez)


Bibliografía

Bonnano, A. M. (2010). Errico Malatesta y la violencia revolucionaria. En A. M. Bonnano, Errico Malatesta y la violencia revolucionaria (pág. 16). Barcelona: Bardo.
Feinmann, r. J. (s.f.). Página 12. Obtenido de http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-92631-2007-10-07.html

Gómez, A. M. (s.f.). Hacia una ética sobre la violencia. Obtenido de Revista Futuros: http://www.revistafuturos.info/futuros_11/etica_violencia.htm

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La Locura de Nietzsche

(Traducción: Margarita Martínez)
El 3 de enero de 1889, hace cincuenta años, Nietzsche sucumbía a la locura: en la plaza Carlo Alberto de Turín se arrojó sollozando al cuello de un caballo apaleado, y luego se desplomó; creía, al despertar, ser DIONISO o EL CRUCIFICADO.

Este acontecimiento debe ser conmemorado como una tragedia. "Cuando lo que está vivo –decía Zaratustra– se da órdenes a sí mismo, es preciso que lo que está vivo expíe su autoridad y sea juez, vengador y VÍCTIMA de sus propias leyes".

I

Queremos conmemorar un acontecimiento trágico y estamos aquí, ahora, sostenidos por la vida. El cielo estrellado se extiende por sobre nuestras cabezas y la tierra gira bajo nuestros pies. La vida está en nuestro cuerpo, pero en nuestro cuerpo también se abre camino la muerte (incluso de lejos un hombre puede sentir siempre la llegada de los últimos estertores). Por sobre nosotros, el día sucederá a la noche, la noche al día. Sin embargo, hablamos, hablamos en voz alta, sin incluso saber qué son esos seres que somos. Y de aquel que no habla siguiendo las reglas del lenguaje, los hombres razonables que debemos ser aseguran que está loco.

Nosotros mismos tenemos miedo de volvernos locos y observamos las reglas con mucha inquietud. Por otra parte los desórdenes de los locos están clasificados y se repiten con tal monotonía que de ello se desprende un extremo aburrimiento. El poco atractivo de los dementes garantiza la seriedad y severidad de la lógica. Sin embargo, ¿será quizás el filósofo, en su discurso, un "espejo del cielo vacío" más infiel que el insensato y, en ese caso, no debería acaso saltar todo en pedazos?

Este interrogante no puede ser tomado en serio porque, aunque sensato, dejaría inmediatamente de tener un sentido. Sin embargo es resueltamente extraño al espíritu de la broma. Porque es preciso también que conozcamos el sudor de la angustia. ¿Bajo qué pretexto no dejarse incomodar hasta sudar? La ausencia de sudor es mucho más infiel que las bromas de aquél que suda. Aquél al que llamamos sabio es el filósofo, pero no existe independientemente de un conjunto de hombres. Este conjunto se compone de algunos filósofos que se laceran entre sí y de una muchedumbre, inerte o agitada, que los ignora.

En este punto, quienes sudan tropiezan en la oscuridad con quienes ven a la historia tumultuosa convertir en claro el sentido de la vida humana. Porque es cierto que, cuando a través de la historia las muchedumbres se exterminan unas a otras, ofrecen consecuencias a la incompatibilidad de las filosofías –bajo esa forma de diálogo que son las carnicerías. Pero la culminación es un combate tanto como el nacimiento y, más allá de la culminación y del combate, ¿qué otra cosa hay, más que la muerte? Más allá de las palabras que se destruyen entre sí sin fin, ¿qué otra cosa hay más que un silencio que hará volverse loco a fuerza de sudar y reír?

Pero si el conjunto de los hombres –o más simplemente su existencia integral– SE ENCARNARA en un solo ser –evidentemente tan solitario y tan abandonado como el conjunto–, la cabeza del ENCARNADO sería el lugar de un combate inmitigable y tan violento que tarde o temprano ésta estallaría en pedazos. Porque es difícil percibir hasta qué grado de tempestad o de desencadenamiento llegarían las visiones de este encarnado, que debería ver a Dios pero en el mismo instante asesinarlo, luego convertirse él mismo en Dios pero solamente para precipitarse de inmediato en una nada: volvería a encontrarse entonces como un hombre tan desprovisto de sentido como el primer transeúnte que llegara, pero privado de toda posibilidad de reposo.

No podría, en efecto, contentarse con pensar y hablar, porque una necesidad interior lo empujaría a vivir lo que piensa y lo que dice. Un encarnado de tal tipo conocería de este modo una libertad tan grande que ningún lenguaje sería suficiente para reproducir su movimiento (y tampoco la dialéctica). Sólo el pensamiento humano encarnado de tal modo se convertiría en una fiesta cuya ebriedad y licencia no estarían menos desencadenados que el sentimiento de lo trágico y de la angustia. Esto lleva a reconocer –sin que quede ninguna escapatoria– que el "hombre encarnado" debería también volverse loco.

¡Cómo le giraría la Tierra dentro de la cabeza con violencia! ¡Hasta qué punto estaría crucificado! ¡Hasta qué punto sería una bacanal (y por detrás aquellos que tendrían miedo de ver su...)! ¡Pero qué solitario se volvería, César, todopoderoso y tan sagrado que un hombre no podría ya adivinarlo sin deshacerse en lágrimas! Suponiendo que..., ¿cómo Dios no se enfermaría si descubriera frente a él su razonable impotencia para conocer la locura?

(3 de enero de 1939)





II

Pero no basta con expresar de este modo un movimiento violento: las frases serían la traición del impulso primero si no estuvieran ligadas a los deseos y las decisiones que son su razón de vivir. Ahora bien, es fácil ver que una simulación de la locura en su apogeo no puede tener consecuencia directa: nadie puede destruir voluntariamente el aparato de expresión que lo ata a sus semejantes, como un hueso a otros huesos.

Un proverbio de Blake dice que si otros no se hubiesen vuelto locos, deberíamos estarlo nosotros. La locura no puede ser arrojada fuera de la integralidad humana, que no podría llevarse a término sin el loco. Nietzsche, al volverse loco –en nuestro lugar–, hacía posible así dicha integralidad; y los locos que perdieron la razón antes que él no habían podido hacerlo con tanto brillo. Pero el don constituido por la locura que un hombre hace a sus semejantes, ¿puede ser aceptado por ellos sin que lo devuelvan con usura? ¿Y si no fuera el desquiciamiento de aquél que recibe la locura de otro como don regio, cuál podría ser la contrapartida?

Existe otro proverbio: el que desea pero no actúa alimenta la pestilencia.

Sin duda alguna, el más alto grado de pestilencia se alcanza cuando la expresión del deseo se confunde con los actos.

Porque si un hombre comienza a seguir un impulso violento, el hecho de que lo exprese significa que renuncia a seguirlo al menos durante el tiempo de la expresión. La expresión pide que se sustituya la pasión por el signo exterior que la figura. El que se expresa debe por lo tanto pasar de la esfera ardiente de las pasiones a la esfera relativamente fría y somnolienta de los signos. En presencia de la cosa expresada, es preciso entonces preguntarse siempre si el que la expresa no se prepara un sueño profundo. Tal interrogante debe ser conducido con un rigor sin desfallecimiento.

El que comprendió alguna vez que solamente la locura puede llevar a su término al hombre, se ve conducido lúcidamente por ello a elegir –no entre la locura y la razón– sino entre la impostura de "una pesadilla que justifica los ronquidos" y la voluntad de darse órdenes a uno mismo y de vencer. Ninguna traición de lo que haya descubierto como destello y desgarro en la cumbre le parecerá más odiosa que los delirios simulados del arte. Porque si es cierto que debe convertirse en la víctima de sus propias leyes, si es cierto que el cumplimiento de su destino exige su pérdida –en consecuencia, si la locura o la muerte tienen a sus ojos el brillo de una fiesta–, entonces el amor mismo de la vida y del destino quiere que cometa antes que nada en sí mismo el crimen de autoridad que expiará. Es esto lo que exige la suerte a la cual lo vincula un sentimiento de riesgo extremo.

Al proceder así desde el delirio impotente hasta la potencia en un comienzo –del mismo modo que deberá, en el epílogo de su vida, proceder en contrapartida desde la potencia hasta algún derrumbamiento, repentino o lento–, sus años no podrán transcurrir más que a la búsqueda –impersonal– de la fuerza. En el momento en que la integralidad de la vida se le aparece ligada a la tragedia que la lleva a término, él pudo percibir cuánto corría esta revelación el riesgo de debilitarse. Pudo ver alrededor de él a aquellos que se aproximan al secreto –los que representan de este modo la verdadera "sal" o "sentido" de la tierra– abandonarse al sueño disoluto de la literatura o del arte. La suerte de la existencia humana se le aparece así ligada a un pequeño número de seres privados de toda posibilidad de poder. Porque algunos hombres llevan dentro de sí mucho más de lo que en su decadencia moral creen llevar: cuando la muchedumbre alrededor de ellos, y quienes la representan, convierten todo lo que tocan en servil a la necesidad. Aquél que se ha formado hasta el extremo en la meditación de la tragedia deberá entonces –en lugar de complacerse en la "expresión simbólica" de las fuerzas que desgarran– enseñar la consecuencia a aquellos que se le asemejan. Deberá a través de su obstinación y su firmeza conducirlos a organizarse, a dejar de ser, en comparación con los fascistas y los cristianos, andrajos despreciados por sus adversarios. Porque les incumbe la tarea de procurar para la masa de aquellos que exigen de todos los hombres un modo de vida servil, la posibilidad, la oportunidad de ser lo que son pero también lo que abdican por insuficiencia de voluntad.


Por Geoges Bataille

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