Respecto de la violencia en “El extranjero” y “Los justos”

Publicado el 10 abril 2014

Hablar de violencia, o del concepto “violencia”, automáticamente despierta un sentido negativo atribuyéndole este carácter sin previamente hacer un pequeño acto reflexivo al respecto. Realmente qué es lo que entendemos por “violencia”, podríamos hacer un paralelo entre “violencia institucional” y la “violencia revolucionaria”, el siguiente análisis pretende establecer una confrontación de ambos tipos de violencia dentro de la Filosofía de Albert Camus.

La persecución de la violencia no se torna respecto del acto violento, sino que se traslada, automáticamente, a un aspecto legal buscando condena y formas de repeler. La necesidad de pensar la violencia como la respuesta a ciertos fenómenos políticos y sociales y de dar solución al hecho que la desencadena debería considerarse una prioridad.
La censura moral que trae consigo la violencia y todas sus expresiones indica que se debe aislar a este virus, en apariencia, desconocida. Al parecer, son los valores que la cultura nos enseña los que nos niegan la posibilidad de dialogar respecto de la violencia, relegándola a un estrado de lo criminal; la misma mentalidad egoísta (el yo) nos empuja a hacer tales juicios sin hacer el esfuerzo de conocer las razones del otro.
Generar el análisis, no es una forma de querer naturalizar las prácticas violentas, es querer detectar su origen, dar solución y no caer en el aislamiento penal. Reflexionar sobre su origen, tampoco es una forma de justificarla como necesario en sí, más bien es una forma de conocer el fenómeno.
A continuación, se presentan algunos hechos que se consideran como violentos, uno de ellos: el suicidio como una expresión dual de la violencia, luego la violencia política que se ha hecho frecuenta en nuestro contexto, ambos hechos tomados desde “El extranjero” y “Los justos” de Albert Camus.  


El suicidio como una expresión de violencia.

Podemos distinguir una violencia dual en el suicidio (violencia institucional y violencia revolucionaria).
Desde la perspectiva del existencialismo del absurdo, Albert Camus abrió su libro de 1942, El mito de Sísifo, afirmando la existencia de un solo problema filosófico: el suicidio. Cada uno carga con el peso de juzgar desde su absoluta e instransferible condición individual si la vida debería o no ser vivida. Era éste, para Camus, el problema fundamental de la filosofía. Si bien implicaba un tipo de violencia -la violencia ejercida sobre sí mismo-, esa violencia funcionaba como respuesta a un problema filosófico sobre la existencia. Ese problema es el de un desajuste que se produce entre el hombre y la vida. Este desajuste es lo que Camus piensa con la categoría de lo absurdo. El hombre es absurdo para sí mismo e innecesario para el mundo. Es, así, un extranjero. (Feinmann)
El suicidio puede ser el reflejo de la afirmación más grande la autonomía, de la voluntad humana. El problema del suicidio, en terminos genelares, constituye el reflexionar filosofico en el autoconocimiento que despierta la angustia en el ser. Lo paradojico de la situación es que al tratarse de ser la expresión más grande de la afirmación de la voluntad humana se le niegue la posibilidad de ejercer la decisión pues se incurre en un error y en una falta moral a los actuales cannones éticos de la sociedad burguesa; al hombre se le permite curar la mayoría de los males que le puedan ser diagnoticadas (con las complicaciones del sistema de salud y lo que conlleva) pero no se le permite ejercer su propia voluntad de discernir entre lo que le seria provechoso o no para la continuidad de su ser; en otros terminos, el hombre al tener el poder de ejercer la violencia, sea sobre sí mismo, se le prohibe por medio de maximas culturales.
Me tomo la licencia de hablar de “violencia revolucinaria” y señalar así al acto del suicido pues bien, en la etimologia de la palabra se comprende que es un tipo de violencia que busca un cambio en el orden de la vida del sujeto; creo que así se entiende un poco más la idea.
Camus, por medio de la filosofía del absurdo, caracterisa al suicidio como la respuesta al desajuste entre el hombre y el mundo, mostrando de cierta forma, que la tarea del autoconocimiento es peligrosa, puede serlo ciertamente, pero han de existir otros factores que puedan determinar la peligrosidad de ver la vida y el cotidiano como algo absurdo. Considerar la vida de tal forma, en principio, es fatalista, muchas veces cuando existe este tipo de desajuste se tiende a tratar de generar el aguste pero cuando este decisión se afronta a determinantes psicológicas como la depresión (endogena, que suele ser la mas fuerte), es el suicidio la única forma de terminar con la angustia; se ve como una posible solución al problema del desajuste pero parafraseando a Foucault es que debemos tener en cuenta que las difunciones psicologicas determinadas por la psicología tradicional son terminos con intencionalidad política.  
Los factores ambientales ejercen en el desajuste. Una pequeña cuestion de violencia institucional.
Se tiende a hacer oídos sordos respecto de que las condiciones ambientales, como la estructura económica, la cultura y el sistema mismo no son factores constituyentes en relación al aumento de las enfermedades mentales.
El mundo actual se les presenta a los adolescentes como un mundo cruel y al mismo tiempo son víctimas de fobias sociales, junto a la edad mediana, son los dos sectores etarios más propensos a las enfermedades mentales del tipo depresivo. Específicamente, a los adolescentes, se afrontan a que la posibilidad de realizar los sueños es altamente escasa, es el pilar para comenzar a conceptualizar y creer al mundo y a la vida misma como un lugar de sufrimiento continuo. Junto a ello, la psicología dominante que tiene por objetivo la definición de lo normal y lo anormal que mantiene el orden actual imperante. El mundo actual, de la sociedad capitalista occidental, tiende a expulsar a los individuos que no le son útiles, es el suicidio la eugenesia del sistema capitalista, hablamos de un sistema que aísla al sujeto, en su casa y en su cuarto, siendo el aislamiento una causa de la depresión. Las enajenaciones a las que el sujeto se ve sometido, la cultura occidental, moldea al sujeto para consumir determinadas cosas  y una desviación, significará represión.
Durkheim entiende el suicidio como un hecho social, en una comparación entre las comunidades judías y las católicas, concluyó que las primeras tenían una tasa de suicidios menor que los católicos y que éstos tenían menor tasa que en las comunidades protestantes; luego, el suicidio es un hecho social que se genera en un contexto social, por lo general, opresivo, violento.


Análisis del empleo de la violencia revolucionaria en “Los Justos”

La violencia es justificable solo cuando es necesaria para defenderse a uno mismo o a los demás de la violencia. Donde termina la necesidad empieza el delito… El esclavo siempre está en un estado de legítima defensa, así que su violencia contra su patrón, contra el opresor, está siempre moralmente justificada y tiene que ser regulada solo con el criterio de su utilidad y de la economía del esfuerzo.  (Bonnano, 2010)
La violencia empleada en el contexto político, violencia revolucionaria, constituye un problema de subjetividades,  pues siempre dependerá del lado en que se esté situado para determinar si es o no legitima como tal. Cabe agregar que “el sujeto revolucionario” se plantea automáticamente desde el lado de la violencia para que la misma cese lo antes posible para poner fin al mismo empleo de esta.
Camus, en “Los Justos”, más allá de presentar el problema de la violencia en sí, presenta el problema del alcance de las acciones violentas, de a quienes afecta tal ejercicio y si lo merecen. Podemos decir que el grupo de terroristas que presenta Camus debiesen haber tenido en cuenta ciertas condiciones al momento de emplear la violencia como propaganda armada; existen condiciones lógicas (en cuanto a argumentos) que le dan fundamentos morales a las acciones pero no elimina ningún tipo de consecuencia. Las condiciones lógicas son las de situación personal, luego la colectiva, de quien decide emplear la violencia para, posteriormente, iniciar la elección de medios y la identificación del enemigo en un estudio que trate de minimizar el sufrimiento humano de quienes se encuentren en torno al enemigo y no sean considerados como tal.
Entre las conclusiones que nos entrega Camus, en realidad, las que podemos dilucidar desde nuestras experiencias y reflexiones, podemos afirmar que al respetar ciertas condiciones, como las previamente establecidas, la acción se considerará reivindicativa políticamente hablando (sea del lado que sea).


La presentación de la violencia refiere a la necesidad de cuestionar la visión ética y moral del empleo de la violencia dentro de la sociedad capitalista actual, sus dimensiones y no caer en el totalitarismo conceptual de creer que la violencia es una sola.
Discutir la autoridad moral y la utilidad del empleo de la violencia, encuentra lugar en la necesidad de ésta. Por lo general se utiliza la violencia como un modo de defender ciertos privilegios o cuestiones necesarias, lo cual implica una decisión determinante para el sujeto de emplear o no la violencia, pero, en estos casos, se entiende la violencia como algo negativo, algo malo a priori. Esto no constituye una especie de justificación al uso de la violencia, esto constituye crear la necesidad reflexiva del por qué la violencia se considera algo malo y así, caer en la reflexión de su origen.
La necesidad de tener una ética de la violencia reside en el carácter interpretativo y valórico. La violencia como un hecho necesario y oportuno estará siempre relacionada con lo reaccionario de los sujetos.
Es complicado en extremo evaluar la carga de legitimidad que satura acciones de agresión preventiva o anticipatoria. La única vía posible para asegurar la legitimidad de las acciones violentas es calibrar con precisión la naturaleza e inminencia del riesgo a que el eventual defensor va a estar expuesto, precisamente para certificar que la respuesta es defensiva y no ofensiva. Si nos concentramos en la agresión legítima llevada a cabo por ciudadanos individuales, el desarrollo de habilidades de análisis anticipatorio que posteriormente pudieran constituir un elemento probatorio para que, como hemos argumentado, una autoridad jurisdiccional al amparo de las reglas del Derecho pudiera decantarse hacia la exención de responsabilidad criminal, es bastante improbable. En aquello que respecta a la agresión lícita de los Estados, por ese espacio de legitimación consensual que hemos apuntado que existe y que debe facultar a determinados actores de la comunidad internacional como garantes de que aquella violencia que pretendidamente se va a infligir es necesaria, proporcional y oportuna, se perfila alguna posibilidad más, aunque no excesivamente determinista. El dossier de las dos guerras de Irak, a principios de los noventa y a primeros de dos mil, es paradigmático. (Gómez)


Bibliografía

Bonnano, A. M. (2010). Errico Malatesta y la violencia revolucionaria. En A. M. Bonnano, Errico Malatesta y la violencia revolucionaria (pág. 16). Barcelona: Bardo.
Feinmann, r. J. (s.f.). Página 12. Obtenido de http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-92631-2007-10-07.html

Gómez, A. M. (s.f.). Hacia una ética sobre la violencia. Obtenido de Revista Futuros: http://www.revistafuturos.info/futuros_11/etica_violencia.htm

Sin Virtud
Categoría:

Deja tu comentario