Archive for enero 2014

Acéptalo, tu política es más aburrida que la mierda

Acéptalo, tu política es más aburrida que la mierda.


Sabes que es verdad. Si no fuera así, ¿por qué todo el mundo se esconde cuando pronuncias ésta palabra? ¿Por qué la concurrencia a tus reuniones grupales de discusión sobre teoría anarco-comunista ha sufrido una caída peor que cualquiera experimentada  anteriormente? ¿Por qué el proletariado oprimido no ha entrado en razón y se ha unido a ti en tu lucha por la liberación del mundo?



Quizá, luego años de lucha para educarlos acerca de su papel de víctimas, has llegado a culparlos por su condición. Les debe gustar ser pisoteados por los agudos tacones del capitalismo; y si no fuera así, ¿por qué no se han unido a ti: encadenándose a lugares, coreando consignas en protestas cuidadosamente planeadas y organizadas, y frecuentando centros anarquistas? ¿Por qué todavía no se han sentado a aprender toda la terminología necesaria para una auténtica comprensión de las complejidades de la teoría económica marxista?

Lo cierto es que, para ellos, tu política es aburrida porque les resulta realmente irrelevante. Ellos saben que tus anticuados estilos de protesta -tus marchas, pancartas y reuniones- son actualmente incapaces de efectuar un cambio real, ya que se han convertido en algo demasiado predecible dentro del statu quo. Ellos saben que tu jerga post-marxista es repulsiva, ya que es realmente un lenguaje de mera discusión académica, y no un arma capaz de debilitar a los sistemas de control. Ellos saben que tus disputas internas, tus grupos disidentes y tus peleas interminables acerca de teorías efímeras, no pueden producir ningún cambio real en el mundo en el que viven día a día. Ellos saben que no importa quién mande, qué leyes haya en los libros, o bajo qué "ismos" los intelectuales se alineen; el contenido de sus vidas seguirá siendo el mismo. Ellos saben tanto como nosotros, que nuestro aburrimiento es la prueba de que esta "política" no es el camino a ningún cambio real. ¡Nuestras vidas ya son lo suficientemente aburridas!


Y tú también lo sabes. ¿Para cuántos de ustedes la política es una responsabilidad? Algo a lo que se comprometen, porque sienten que deberían hacerlo, cuando en lo más profundo de sus corazones hay millones de cosas que preferirían estar haciendo. ¿Tu trabajo como voluntario, es el favorito de tus pasatiempos, o lo haces sin ningún sentido de obligación? ¿Por qué piensas que es tan difícil motivar a los demás a realizar tareas voluntarias como las que realizas? ¿Podría ser que fuese simplemente el fruto de tu cargo de conciencia, lo que te lleva a cumplir con tus "deberes" para ser políticamente activo? Tal vez, le agregas emoción a tu "trabajo" intentando (conscientemente o no) tener problemas con las autoridades, intentando ser arrestado: no porque vaya a servir de algo a tu causa, sino para hacer las cosas más excitantes, para reconquistar un poco el romance de las épocas de revueltas pasadas. ¿Has sentido alguna vez que estabas participando en un ritual, en una larga y establecida tradición de protestas que realmente sólo sirven para fortalecer la posición establecida? ¿Has anhelado alguna vez, en secreto, escapar del estancamiento y aburrimiento de tus "responsabilidades" políticas?



No es de extrañar que nadie se haya unido a tus esfuerzos políticos. Quizá te digas a ti mismo que es duro, que no es reconocido, pero que alguien debe hacerlo. Entonces, la respuesta es NO.



Tú, en realidad, nos perjudicas gravemente a todos con tu pesada y tediosa política. Aunque, de hecho, no hay nada más importante que la política. NO hablo de la política de la ley y la democracia representativa, en la que es elegido un legislador para firmar los mismos decretos y perpetuar el mismo sistema. Ni la política del "Comencé a militar en la izquierda radical porque me encanta discutir acerca de detalles triviales y escribir retóricamente acerca de una inalcanzable utopía" anarquista. Ni tampoco la política de cualquier líder o ideología que exige que te sacrifiques por "la causa". Sino la política de nuestra vida cotidiana.

Cuando separas la política de las experiencias inmediatas y cotidianas de hombres y mujeres, ésta pasa a ser completamente irrelevante. Se convierte en el dominio privado de ricos y cómodos intelectuales, que pueden darse el lujo de complicarse sus vidas con tan monótonas y teóricas cuestiones. Cuando te involucras en política por un sentimiento de obligación y haces de la acción política una pesada responsabilidad, en lugar de un excitante juego, que valga la pena por sí mismo, ahuyentas a gente cuyas vidas ya son lo suficientemente pesadas como para añadir más tedio. Cuando conviertes a la política en una cosa sin vida, triste, una responsabilidad espantosa, se convierte simplemente en otra carga para la gente y no un medio para quitarles un peso de encima. Por consiguiente, le arruinas la idea de política a la gente para la cual debería ser lo más importante; puesto que todo el mundo tiene interés en tomar el control de sus vidas, en preguntarse a sí mismos qué es lo que no desean para ellas y cómo conseguirlo. Muestras la política como algo patético, un juego de clase media/bohemio sin sentido, que se refiere solo a sí mismo; un juego sin relevancia para las vidas reales que viven día tras día.


¿Qué debería ser lo político? Que disfrutemos lo que hagamos para conseguir techo y comida, si sentimos que nuestras interacciones cotidianas con nuestros amigos, vecinos y compañeros son gratificantes; que tengamos la oportunidad de vivir cada día como deseamos hacerlo. Y la "política" no debería consistir meramente en discutir estas cuestiones, sino en actuar directamente para mejorar nuestras vidas en el presente inmediato. Actuar de un modo que es de por sí entretenido, excitante, placentero: es político; ya que cuando la acción política es tediosa, agotadora y opresiva, sólo puede perpetuar tedio, fatiga y opresión en nuestras vidas. No debería desperdiciarse más tiempo debatiendo sobre cuestiones irrelevantes cuando debemos ir otra vez a trabajar al día siguiente. No más protestas-rituales predecibles que las autoridades saben demasiado bien como manejar; ni tampoco más protestas-rituales aburridas que no le parecerán a posibles voluntarios como la manera más emocionante de pasar un sábado por la tarde; claramente, éstas no nos llevarán a ninguna parte. Basta de "sacrificios por la causa". ¡Porque para nosotros, la felicidad -en nuestras propias vidas y las de nuestros compañeros- debe ser nuestra verdadera causa!



Después que hagamos de la política algo relevante y excitante, el resto le seguirá sólo. Pero de una monótona, meramente teórica y/o ritualizada política, nada valioso puede surgir. Esto no quiere decir que no debamos mostrar interés por el bienestar de los seres humanos, de los animales, o de los ecosistemas que no están directamente en contacto con nosotros en nuestra existencia diaria. Pero la base de nuestra política debe ser concreta: ésta debe ser inmediata, debe ser obvia para todo el mundo -para que sea merecedora de esfuerzo-, debe ser divertida por sí misma. ¿Cómo vamos a poder hacer cosas positivas por otros, si nosotros mismos no disfrutamos nuestras propias vidas?



Para ser más claros: si te pasas una tarde recogiendo comida de tiendas que de lo contrario hubiese ido a parar a un basural y la sirves a gente con hambre y a gente que está cansada de tener que pagar por comida: ésa es una buena acción política, pero sólo si la disfrutas. Mientras lo haces con tus amigos, si conoces a nuevos amigos, si te enamoras o intercambias historias divertidas; o simplemente si te sientes orgulloso de haber ayudado a una mujer a aliviar sus necesidades económicas: ésa es una buena acción política. Pero si te pasas la tarde redactando una furiosa carta a un obscuro periódico izquierdista, objetando el uso que un columnista le dio al término "anarco-sindicalista", eso no va a lograr un carajo -y lo sabes-.



Tal vez sea hora de una nueva palabra para "política", ya que ustedes han convertido la antigua en una mala palabra. Por lo que cuando hablamos de actuar juntos para mejorar nuestras vidas, nadie debería posponerlo. Y es entonces que les presentamos nuestras exigencias, las cuales no son negociables y deben ser cumplidas cuanto antes; porque no vamos a vivir para siempre, ¿o sí?



1. Hagamos de la política algo nuevamente relevante en la experiencia de nuestra vida diaria. Mientras más lejos se encuentre el fin de nuestra preocupación política, menos significará para nosotros, menos real y apremiante nos parecerá, y más aburrida será.



2. Toda actividad política debe ser placentera y excitante de por sí.

3. Para lograr cumplir estos dos primeros pasos, deben ser creados métodos y procedimientos completamente nuevos. Los viejos son anticuados, están pasados de moda. Tal vez NUNCA fueron buenos del todo, y es por eso que el mundo está como está.
4. ¡Disfruten de ustedes mismos! ¡No existe excusa alguna para estar aburridos... o aburrir!


¡Únete a nosotros en hacer de la "revolución" un juego; un juego en el que todos lo arriesguemos todo, pero no obstante, un juego deleitante y sin preocupaciones!



Por CrimethInc

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Berna, Suiza: Atacados con pintura dos bancos y un departamento de policía.


La noche entre el  2 y el 3 de enero del 2014, atacamos con pintura las fachadas de las sucursales bancarias de UBS y Credit Suisse y el departamento de policía local en Berna, Suiza. Los grupos bancarios el USB y Credit Suisse son socios estratégicos del Foro Económico Mundial (FEM) en Davos, Suiza. La policía, en conjunto con otras organizaciones de seguridad, bloquea todo el año todas las formas de protestas callejeras en contra del FEM. Así como las estructuras del capital funcionan fuera del FEM todo el año, promoviendo el enriquecimiento de unos pocos a costa de todxs lxs demás, los objetivos que fueron atacados diariamente cumplen funciones centrales en nombre del capitalismo.
¡Ataca al FEM -  Golpea al capitalismo!
Fuente: Switzerland.indymedia.org

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El sindicato o la muerte x Albert Libertad


Dicen que los lobos no se devoran entre sí.


Tengo muy pocos conocimientos personales sobre las costumbres de tales bestias como para permitirme creer que este dicho es menos idiota que la mayoría de los dichos.


Si, por casualidad, fuese exacto, para nosotros no probaría más que una cosa: que entre los hombres y los lobos hay, amen de las disparidades zoológicas, una fenomenal diferencia de apetitos.


Es probable, y hasta seguro, que la civilización, tan maravillosamente favorable al desarrollo de nuestros más salvajes instintos, haya destruido en nosotros los escrúpulos que nuestra ferocidad acaso tenía en común, en mejores tiempos, con la de los lobos.


Ya no nos hallamos, ay, en la antropofagia vulgar; aquella que se contenta precisamente con degollar, trinchar, cocinar y digerir carne humana. Tales procedimientos simplistas han quedado relegados a ciertas latitudes tropicales, en las cuales, aunque al parecer cada vez menos, siguen aplicándose.


En nuestro caso, en los buenos países privilegiados, donde el progreso se ha abierto paso, nos devoramos con una glotonería tanto menos escrupulosa cuanto que podemos cocinarnos de mil fáciles maneras, por no decir de lo más agradables.


Pero, naturalmente y como en las demás manifestaciones del ya mentado progreso, es el obrero, el proletario, el que marcha siempre a la cabeza. Soberanos, financieros y burgueses no desdeñan devorarse entre sí. Sin embargo, sea porque un gusto poco glotón por una alimentación que están expuestos a proveer una vez se han servido de ella, sea porque comerse al pueblo tiene para ellos un mayor atractivo, es éste el régimen alimentario por el que los susodichos, casi de manera general, muestran su preferencia.


El proletario, por su parte, carece de tales remilgos. Se gusta con todas las salsas y, bien o mal sazonado, joven o viejo, tierno o correoso, macho o hembra, se devora con un apetito que es prácticamente además el único testimonio creciente de estima del que dispone.


Id a la ciudad o al campo, entrad en la fábrica, en el taller, en la oficina, en cualquier lugar, en fin, en el que los pobres forzados trabajan obstinadamente para engrosar la fortuna de un amo cualquiera, en todos lados constataréis que, tras el ardiente deseo de conquistar y mantener la estima del patrón, el sentimiento más extendido es el encarnizamiento en la lucha contra los compañeros de trabajo o de miseria.


¿De verdad está el proletario orgulloso de su esclavitud? ¿Feliz con su mezquindad? A saber. En todo caso, el obrero se muestra más y más ferozmente celoso de cualquiera que, en su mismo rango, condenado a la misma cadena, intenté romper las ataduras y ganar algo de bienestar o libertad.


¿Que hay alguno que rehúsa alojarse en un barrio sucio o en un apestoso cuartel? ¿Que prefiere ropas buenas o hermosas de su elección a los uniformes de trabajo? ¿Que material e intelectualmente eleva sus deseos, refina sus gustos? ¿Que sobre todo, en fin, procura liberarse de toda dominación patronal para trabajar solo y a voluntad? Inmediatamente, casi desde cualquier parte entre las filas de sus hermanos, se alza un grito de furioso odio.


¿Que hay otro, al contrario, que, queriendo protestar por otros medios contra la labor impuesta o dar testimonio de su asco por la vida doméstica, se refugia en la privación de todo para no trabajar, y se condena a las noches sin techo, a los días sin alimento, a las intemperies sin ropa? Contra ese que escapa por una carretera en sentido opuesto sus propios compañeros de cadena lanza furiosamente el mismo grito.


No es cosa, en suma, para el obrero, de buscar un principio de libertad o de tomar un adelanto de felicidad ni en el trabajo libre ni en la franca ociosidad; ni en lo mejor ni en lo peor. Debe quedarse donde está; en la fila, bajo la mirada y la mano del amo, dócil, pacientemente, como los camaradas… ¡y no dárselas de listo!


De buena gana podría uno imaginarse todavía que la servidumbre aceptada, el trabajo asalariado admitido, el común yugo soportado sin respuesta; que el obrero, en fin, en tales condiciones encuentra entre sus semejantes una cierta simpatía, una mayor solidaridad, una compensación más o menos grata a su parte consentida de miseria.


¡Ingenua suposición!


Los trabajadores son inmisericordes no sólo con quien deserta de sus filas para elevarse o apartarse, para gozar o para sufrir, sino sobre todo con quien pena y se mantiene entre ellos.


¿Tienen el amo o el capataz necesidad de guardia, de vigilancia, de policía, de defensa contra uno o varios de sus esclavos? Nueve de cada diez veces, no encontrarán guardianes más fieles, vigilantes más activos, agentes más celosos, defensores más ardientes que los propios compañeros de esos desgraciados.


Se denuncian cada día, además con razón, aunque por ciento muy poco violentamente, a la administración y a la compañía que cesan a los empleados, a los patrones que despiden, a los propietarios que desalojan, a los enriquecidos que marginan.


Las canalladas de tales bribones no resultan atenuadas por la cobardía de aquellos que los sirven. Pero dicha cobardía tampoco tiene excusa.


En ocasiones se oye decir que el desgraciado amargado por su impotencia, el trabajador irritado por su continuo e inútil esfuerzo, conciben malos pensamientos cuyos retorcidos caprichos pagan sus semejantes, y no los amos, que se sitúan demasiado alto como para ser alcanzados.


¡Se puede ir muy lejos con una teoría así!


Los trabajadores no se ayudan, se perjudican incluso; es innegable. Al menos así ocurre en la práctica, lo que es esencialmente grave.


Para defender una actitud tal, todas las razones imaginadas son malas.


Bajo el pretexto de la liberación, el proletariado da en el momento actual un penoso ejemplo de su empecinamiento en la servidumbre y de su feroz voluntad de mantener aprisionado en ella al mayor número posible de sus propios hijos.


El proletariado se forja una cadena nueva y más pesada, inventa para su uso personal una patronal más intratable, una autoridad más tiránica que todo lo que se le había impuesto en el pasado.


El sindicato es, por el momento, la última palabra de la imbecilidad y, a la vez, de la ferocidad proletaria.


Este nuevo sistema de degüello mutuo se propaga por el mundo de los trabajadores. Y la complacencia de los poderes públicos o privados al no oponerle más que resistencias hipócritas es de una lógica perfecta.


Los sindicatos disciplinarán con mayor fuerza que nunca a los ejércitos del Trabajo y los convertirán, por las buenas o por las malas, en aun mejores guardianes del Capital.


En un reciente berreo electoral, un obrero tipógrafo vino a proclamar, desde lo alto de una tribuna, que todos los obreros no sindicados eran lo enemigos del proletariado, falsos hermanos con los cuales no debía haber ningún miramiento ni piedad.


Y la multitud de los sindicados aplaudió frenéticamente.


Los demás trabajadores pueden morirse de hambre, de enfermedad, de miseria.


Los patrones o los compañeros que acudan en su ayuda serán, por la misma razón, expuestos a la indignación pública.


El sindicato o la muerte.


Todavía no hemos llegado del todo a esto, pero poco más o menos, en realidad. Y con poco que esta monstruosa ceguera se agrave, la alternativa se impondrá sin remisión.


Es lo que faltaba, en verdad, para completar la siniestra farsa de emancipación con la que se nos habría engañado desde hace más de cien años.


Por otro lado, lo menos que puede uno esperarse al decir hoy en día algo así es ser calificado de cretino en materia de historia o de acémila en materia de economía social.


O bien dejarse devorar por el Capital o bien devorarse entre ellos (y, por el momento, ambos se complementan); puede preverse sin gran fatuidad hacia qué especie de liberación se encaminan los proletarios.


¿Se decidirán a probar otra cosa?



[Traducción: Diego L. Sanromán]

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A LOS RESIGNADOS X ALBERT LIBERTAD


Odio a los resignados, tanto como a los inmundos, como a los poltrones.


¡Odio la resignación! Odio la inmundicia, odio la inacción.


Odio al enfermo abatido por alguna fiebre maligna; odio al enfermo imaginario que con un poco de voluntad podría ponerse en pie.


Compadezco al hombre encadenado, rodeado de guardianes, aplastado por el peso del hierro y del número.


Odio a los soldados, postrados por el peso de un galón o tres estrellas; a los trabajadores, postrados por el peso del capital.


Estimo al hombre que dice lo que siente allí donde se encuentra; odio al votante en perpetua conquista de una mayoría.


Estimo al sabio aplastado bajo el peso de la investigación científica, odio al individuo que se postra bajo el peso de una fuerza desconocida, de una X cualquiera, de un Dios.


Odio a todos aquellos que cediendo a otros, por miedo, por resignación, una parte de su fuerza de hombres, no sólo se aplastan a sí mismos, sino también a mí, a todo lo que yo amo, bajo el peso de su infame concurso o de su estúpida inercia.


Odio, sí, los odio porque lo siento, siento que no me postro ante el galón del oficial, ante la banda del alcalde, ante el oro del capitalista, ante todas sus morales y religiones; desde hace tiempo sé que todo esto no son más que fruslerías que se rompen como el cristal... Yo estoy postrado bajo el peso de la resignación de otros. Odio la resignación.


Amo la vida.


Quiero vivir, no mezquinamente como los que no satisfacen más que una parte de sus músculos, de sus nervios, sino yendo más allá, satisfaciendo tanto los músculos faciales como los de las piernas, los riñones tanto como el cerebro.


No quiero entregar una parte del ahora a cambio de una parte ficticia del mañana, no quiero ceder nada del presente a cambio del viento del porvenir.


No quiero postrar nada de mí bajo las palabras “patria, Dios, honor”. Conozco muy bien el vacío de estas palabras: fantasmas religiosos y laicos.


Me burlo de las pensiones, de los paraísos; esperanzas utilizadas por el capital y la religión para mantener la resignación. 
Me río de todos los que acumulan para la vejez y se privan en la juventud; de aquellos que, para comer a los sesenta, ayunan a los veinte.


Quiero comer mientras tenga los dientes fuertes para desgarrar y triturar carnes suculentas y saludables frutas, mientras mis jugos gástricos digieran sin ningún problema; quiero saciar mi sed con líquidos refrescantes y tónicos.


Quiero amar a las mujeres, o a la mujer que más convenga a nuestros comunes deseos, y no quiero resignarme a la familia, a la ley, al Código; nadie tiene derecho sobre nuestros cuerpos. Tu quieres, yo quiero.


Burlémonos de la familia, de la ley, antiguas formas de resignación.


Pero eso no es todo: puesto que tengo ojos y oídos quiero, además de comer, beber y hacer el amor, disfrutar de otras maneras. Quiero ver hermosas esculturas, hermosas pinturas, admirar a Rodin o a Monet. Quiero escuchar las mejores óperas de Beethoven o de Wagner. Quiero conocer los clásicos de la comedia, repasar el bagaje literario y artístico que ha ligado a los hombres del pasado con los del presente; o mejor, repasar la obra por siempre inacabada de la humanidad.


Quiero gozo para mí, para la compañera que elija, para mis hijos, para mis amigos. _ Quiero una casa para descansar agradablemente los ojos una vez terminado el trabajo.Porque quiero el gozo del trabajo también, ese gozo sano, ese gozo fuerte.


Quiero que mi brazos usen la sierra, el martillo, la pala, la guadaña. Que los músculos se desarrollen, que la caja torácica ensanche con movimientos fuertes, útiles y razonados.


Quiero ser útil, quiero que seamos útiles. Quiero ser útil a mi vecino y quiero que mi vecino me sea útil a mí. Deseo que hagamos más porque mi necesidad de gozar es insaciable. Y es porque quiero gozar que no me resigno.


Sí, sí, quiero producir, pero quiero gozar; quiero amasar la harina, pero comer el mejor pan; hacer la vendimia, pero beber el mejor vino; construir una casa, pero vivir en el mejor alojamiento; construir muebles, pero poseer también lo útil, ver lo bello; quiero hacer teatros, pero tan grandes que puedan alojar a todos mis compañeros.


Quiero participar en la producción, pero también en el consumo.


Hay hombres que sueñan con producir para dejar a otros, oh ironía, la mejor parte de sus esfuerzos; yo quiero, unido libremente con otros, producir pero también consumir.


Resignados, mirad, escupo a vuestros ídolos, escupo a Dios, escupo a la Patria, escupo a Cristo, escupo a todas las banderas, escupo al capital y al Toisón de Oro, escupo a las Religiones: fruslerías, yo me mofo, me río de todas ellas...


No son nada sin vosotros, abandonadlas y se desharán como migajas.


Vosotros sois por tanto una fuerza, oh resignados, una de esas fuerzas ignoradas, pero que no por eso deja de ser fuerza, y no puedo escupir sobre vosotros, sólo puedo odiaros ... o amaros.


Por encima de todos mis deseos está el de ver sacudiros vuestra resignación en un terrible despertar de vida. 
No hay ningún paraíso futuro, no hay porvenir, no hay sino presente. 
¡Vivamos! 
¡Vivamos! La resignación es la muerte. 
La rebelión es la vida.



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Desmoralizando el moralismo: la futilidad de los valores fetichizados x Jason McQuinn


Introducción


mo·ral·i·dad S. (pl.-es) Los principios relativos a la distinción entre lo correcto y lo incorrecto, o el buen comportamientoy el mal comportamiento. (The New Oxford American Dictionary)

mo·ral·ismo S. la práctica de moralización, esp. manifestando una tendencia a hacer juicios sobre la moralidad de los demás (The New Oxford American Dictionary)

La mayoría de los anarquistas – al igual que la mayoría de la gente en el planeta – siguen siendo relativamente ingenuos respecto a las teorías y las prácticas de la moral obligatoria y el moralismo. Referencias positivas, carentes de sentido crítico a las diversas formas de la moral obligatoria son casi omnipresentes en los escritos anarquistas, tanto históricos como contemporáneos, a pesar de la influencia ocasional de la crítica a la moralidad de Max Stirner entre algunas lecturas más amplias. Incluso entre los escritores anarquistas que se han tomado el esfuerzo de leer la obra maestra de Max Stirner de 1944, El único y su propiedad (la fecha de publicación señala 1845, pero en realidad apareció a finales de 1844), su poderosa e importante crítica de la moralidad sigue siendo a menudo mal interpretada, indebidamente ignorada o rechazada por ignorancia. Y aunque la mayoría de los anarquistas pueden entender que el moralismo es a menudo una práctica de auto-derrota de los movimientos sociales radicales, por lo general solo se interpreta en el sentido de referencias excesivas a la moral, en lugar de una sumisión acrítica a la moral obligatoria de por sí.

Cada teoría social – incluidas las basadas en la filosofía, la religión o la ciencia – contiene por necesidad juicios de valor. No hay forma de conocimiento que puede ser estrictamente libre de valores, o incluso de valor neutral. A diferencia de las ciencias naturales, en que es más fácil – aunque nunca del todo – evadir el reconocimiento de los valores humanos expresados en sus hipótesis, teorías y programas de investigación, las ciencias sociales no son capaces de ocultar sus múltiples compromisos a las diversas formas y expresiones particulares de éstos. Como planteó Max Weber (uno de los más importantes de los primeros teóricos de las ciencias sociales): “No hay absolutamente ningún análisis científico ‘objetivo’ de la cultura o de los ‘fenómenos sociales’ independientes de puntos de vista especiales y ‘unilaterales’ los cuales –expresa o tácitamente, consciente o inconscientemente- son seleccionados, analizados y organizados para propósitos expositivos.” (véase Max Weber’s The Methodology of the Social Sciences, editado por Edward Schils & Henry Parsons [The Free Press, Glencoe, Illinois, 1949])

Los valores están implicados de manera más obvia en las teorías sociales radicales, que están explícitamente formulados para ayudar a la búsqueda de cambios estructurales profundamente arraigados en la sociedad. Sin embargo, estos valores se pueden constituir de dos maneras muy diferentes: (1) como expresiones históricas finitas de los deseos de las individuales y sociales de las personas, y (2) como siendo imputada a tener alguna forma de existencia trascendental fetichizada – a menudo absoluta, ahistórica u objetiva – más allá de los individuos y comunidades humanas. Desafortunadamente, no hay lugar común, una terminología bien-entendida para distinguir fácilmente estas dos formas de constituir y referir a los valores humanos. Y esto solo puede conducir a malentendidos.

Problemas de terminología

La terminología es un problema que implica muchos aspectos de la crítica social siempre que refiere a la superación de las múltiples facetas de la alienación social. Para cada forma de fetichización obligatoria, ya sea la religión, la ideología, la política, el fetichismo de la mercancía y del trabajo, o la moralidad, sigue existiendo una forma correspondiente de pensamiento y actividad no-fetichizados que muy a menudo son acríticamente agrupados con éstos. Por esto, la crítica de la religión se ve a menudo fundada sobre la insistencia generalizada e irracional de que el pensamiento no fetichizado sobre la vida y el cosmos en realidad constituye una forma de religión (aun cuando conscientemente niega tal identidad). Y que, por tanto, ya que esta particular forma de religión imputada no se fetichiza, entonces se argumenta que la crítica de la religión como tal (como fetichización de la esfera de lo espiritual, divino o sagrado) carece de fundamento. Del mismo modo, aquellos que se oponen a la crítica de la ideología tienden constantemente a afirmar (de manera no sincera) que no ven ninguna diferencia entre la teoría fetichista social y la teoría social no fetichizada, llamando a todas las formas de la teoría social “ideología” con el fin de evadir el aguijón de la crítica por su propio devoción a determinadas mistificaciones ideológicas. Cuando se refiere a la política, a menudo los seres humanos son definidos simplemente como “animales políticos” por los defensores de la mediación política y el Estado. Esta pobre excusa para el razonamiento a menudo apunta que si los seres humanos son intrínsecamente “políticos”, entonces el Estado es una forma natural de la (política) de la comunidad que no puede (o al menos no debería) ser cuestionada. El fetichismo de la mercancía y la institución del trabajo (trabajo obligatorio) también tienen sus ilógicos defensores, como muchos que equivocadamente se hacen pasar por anticapitalistas radicales, que sólo le gustaría ver fetichismo de la mercancía y el trabajo redirigido a fines diferentes de lo que actualmente sirven, con nuevas y diferente las formas de policía, de tribunales y de cárceles haciendo cumplir su existencia.

El patrón aquí es claro. Cuando la gente está dispuesta a socavar, eludir o negar la crítica social radical, a menudo insisten en definir tales críticas por separado, al negar que hay a alguna diferencia consistente entre la sociedad actual alienada y de cualquier potencial forma de vida liberada (no-alienada).

La misma estrategia se emplea normalmente cuando la crítica de la moral comienza a formularse. Aunque la mayoría de las definiciones del diccionario de la moralidad implica claramente que se trata de una fetichización de los valores, esta consecuencia se pierde en la mayoría de los lectores. Por ejemplo, el New Oxford American Dictionary define la moral como “principios relativos a la distinción entre lo correcto y lo incorrecto o el buen comportamiento y el mal comportamiento.” Obviamente, los calificativos de “correcto e incorrecto o bueno y malo” son más propensos a ser tomados (inconscientemente) como valores fetichizados, trascendentales, más que como opciones particulares y finitos sin pretensiones de ninguna realidad más allá de los deseos particulares de los seres humanos individuales. Sin embargo, incluso en la revista Anarchy, en el momento en que la crítica de la moral se erige siempre hay quienes aparecerán con el objetivo de confundir las cosas (con el fin de defender sus propios compromisos morales) al afirmar, de una u otra forma, que no hay tal cosa como un valor humano no-moral. La mayoría de la gente, en común con las definiciones del diccionario, nunca diría que una persona expresa su o sus propios deseos sin la pretensión de conferir estatus de trascendental a lo que para ellos es moral dada la valoración de un objetivo determinado. ¡Pero los defensores de la moral van a salir de su encierro para afirmar que incluso el deseo humano más finito, efímero y contingente indica la existencia de un sistema moral tan reales como los impartidos por las diversas ramas de la Iglesia Católica!

Para evitar este confusionismo deliberado causado por aquéllos que temen las críticas dirigidas a sus propias vacas sagradas, las personas que persiguen las críticas de la moral por lo general tratan de hacer una clara distinción entre la ética y la moral. En este caso, la ética se considera concerniente con lo finito, con valores no-fetichizados, mientras que la moral tiene que ver con los valores fetichizados, trascendentales: lo correcto y lo incorrecto o el bien y el mal. Desafortunadamente, ya que no hay casi ninguna crítica radical o sustancial de la moralidad en nuestra cultura popular (en oposición a las montañas de superficiales e insustanciales críticas parciales), las apelaciones hechas por los moralistas a las definiciones de diccionario de “ética” tienden a fracasar en estos intentos. (La mayoría de las definiciones de diccionario en una sociedad moralista alienada pueden reflejar la poco probable posibilidad de que una dicotomía entre valores fetichizados y no-fetichizados pueda siquiera existir. Para la mayoría de la gente, los valores no-fetichizados consistentes no son considerados posibles.)

Por esto, en el presente ensayo, intentaré referirme a la crítica de la “moralidad obligatoria” con el fin de que quede absolutamente claro que estoy hablando de un sistema de valores fetichistas que demanda su cumplimiento. Y, que nunca estoy hablando de alguna poco probable forma de sistema no-fetichizado (o conjunto no sistematizado) de los valores que algunos moralistas aún insisten en llamar “moral” con la única intención de confundir las cosas. Me referiré también a lo una “ética finita” para dejar en claro que una alternativa a la moralidad obligatoria involucra valores finitos, no-fetichizados, y para aclarar que no se trata de una ética integradora de ambos valores, no-fetichizados y fetichizados.

Anatomía de la moralidad obligatoria

La moralidad obligatoria involucra la auto-subyugación a un sistema o un sistema de valores, los cuales, por una u otra razón, se cree que exigen su cumplimiento obligatorio incluso si la persona estima que no se encuentra –como dice el cliché – “a la altura de ellos”. Aunque la moral obligatoria potencialmente puede ser conectada a tierra dentro de la experiencia subjetiva de un individuo, en vez de esto lo es casi siempre a algún lugar fuera del ámbito de la experiencia humana vivida directamente.

Por ejemplo, las formas religiosas de moralidad están comúnmente basadas en fundamentos tan improbables (inexistentes) como “la Palabra de Dios”, u otras formas de supuesta revelación directa de alguna clase de espíritu invisible, incorpóreo, (irreal). (Por supuesto, esta base esta generalmente mediada a través de los supuestos representantes elegidos de dios en la tierra, sin importar cuán irracional la creencia en la autenticidad de estos representantes pueda ser.) En esta forma de moralidad obligatoria, Dios (o Satán, o los Dioses, o la Diosa, o el Gran Espíritu, etc.) son supuestamente la fuente de valores morales que deben ser seguidos, porque la fuente – sea cual sea – es en algún sentido considerada mas real e importante que cualquier persona, individual, única, en quien no se puede confiar que él o ella sabrá que debe hacer sin la guía de un sistema de fetichizados, sagrados valores. La estructura formal de la moralidad religiosa obligatoria es así: valores sagrados desde una fuente invisible a ser seguidos por un ser humano insignificante, en cualquier contexto. Con un sistema de valores así, sea cual sea el contenido especifico de la moralidad, ¿es sorprendente que la gente intentando vivir esta forma de alienación estén constantemente perplejos ante sus vidas, deseos y relaciones sociales?

Sin embargo, en estos tiempos modernos, el lugar de la religión ha sido a menudo ocupado por otras cosas, como la Ciencia, o ideologías sociales o políticas en particular (como el Marxismo) que demandan una adherencia obligatoria. Aunque la moralidad religiosa puede ser una fuerza social dominante en áreas del mundo no tan colonizadas por el capital (como la mayor parte de Afganistán, por ejemplo); ahí donde el capitalismo industrial, los medios de masas, y el consumismo ya dominan las relaciones sociales (como en la mayor parte de las áreas urbanas del mundo), la moralidad religiosa se verá severamente comprometida. Otras formas de moralidad ilustradas obligatorias basadas en la Ciencia, ideologías sociales o políticas, o aun filosofías racionalistas, se pelearan por alegar ser las víctimas de la moralidad. Especialmente cuando los valores de una religión en particular se entrometen en el camino del ejercicio del poder político, la subyugación de los recursos, o la explotación del trabajo, se verán con el tiempo suplantadas por formas modernas mas amenas de pensamiento y moralidad.

La ciencia es un ejemplo de una fuente de muchas formas modernas de moralidad obligatoria ilustradas. Lo he puesto con mayúscula anteriormente para indicar que no es la práctica real de exploración experimental de la naturaleza en su búsqueda conocimiento (ciencia) de lo cual estoy hablando, si no de una construcción ideológica ideas científicas particulares fetichizadas, sacadas de de sus contextos experimentales finitos y elevados a cuasi-religiososo principios generales. El prestigio de las distintas formas de cientificismo (ideologías y culto a la Ciencia) se basa en los logros de la ciencia experimental, en combinación con el capitalismo industrial. Juntos, para muchos ciudadanos modernos del mundo civilizado su poder parece rivalizar con el de los viejos dioses. Para quienes la religion no logra satisfacer, pero aún no entiende los orígenes sociales de las ideas y valores, las variadas formas de cientificismo pueden ser muy atractivos. Todas ellas involucran la dedución de sistemas de valor desde particulares teorías científicas reificadas (o semi-científicas, o, incluso, pseudo-científicas). Ejemplos notables incluyen las (mal llamadas) ideas Darwinistas sociales, cuya moralidad está usualmente basada en alguna versión de la “sobrevivencia del más apto” Spencerianas (“y que el Diablo se lleve al que llegue último”), los ideólogos del gen fetichizado cuya moralidad se basa en imaginar qué genes (¡como si estos tuvieran mente propia!) quisieran que “sus” cuerpos hicieran para promover su reproducción o evolución, y todas las variadas reificaciones etnológicas, zoológicas o de psicología evolutiva de la humanidad, cuyas moralidades se basan en suponer que nuestros valores están determinados de una forma u otra por la biología o la genética, etc. La estructura formal de las diversas moralidades científicas es, una vez más, la misma que la de la moralidad religiosa: valores sagradas desde una fuente invisible a seguir por un ser humano relativamente desvalorizado sea cual sea el contexto. Como una moralidad religiosa, las versiones científicas de la moralidad intentan limitar y determinar que se supone que sea humanamente deseable y posible, reduciendo las opciones que puedan ser tomadas por realizadas por los verdaderos creyentes.

Dentro del medio anarquista, el cientificismo es probablemente menos un problema (aunque ciertamente influye a una gran cantidad de gente) de lo que son ideologías sociales y políticas (usualmente a medio digerir) como el Marxismo. Los anarquistas de izquierda están a menudo especialmente influenciados por las aproximaciones tomadas sobre la moralidad por distintas corrientes de la ideología Marxista.

La evasión marxista

Entre los teóricos y escritores marxistas más sofisticados (así como en el mismo Marx), la moralidad consigue un respeto mucho menos abierto que en el medio anarquista, pero formas de cienficismo y dialéctica objetivista han tendido a tomar su lugar de problematización. Muchos anarquistas tienen pocos problemas en percibir y comprender la naturaleza ideológica del intento de auto-identificación del proyecto Marxista como “científico”. Este tropo retórico se basó originalmente en el aprovechamiento de la credibilidad y mística de las ciencias naturales durante el siglo XIX, para ayudar a ayudar a a conducir a una forma particular de intento de crítica social radical por sobre otras en la consideración popular. (Así algunos anarquistas, incluyendo Kropotking, no fueron inmunes a la tentación, intentando aprovechar la mística de la ciencia natural para una forma ideológica de anarquismo). Los anarquistas por lo general también comprenden que la dialéctica objetivista (naturalizada) de las formas más frecuentes de Marxismo funcionan poco más que como fórmulas arcanas para justificar aquello que Karl Marx y sus epígonos buscan justificar. La abstracta y altamente especulativa naturaleza de la dialéctica Marxista es usualmente oscurecida en un intento de entregar una apariencia de lógica y solidez a los argumentos y posiciones ideológicas que desafían las tentativas convecionales de una racionalización más transparente. (Mientras la dialéctica crítica puede levantar muchos cuestionamientos que valen la pena y abrir a nuevas perspectivas, las dialécticas ideológicas de la mayoría de las formas de pensamiento Marxista – esto es, la dialéctica al servicio de las ideologías Marxistas – no tienen nada que ofrecer a alguna teoría radical genuina.)

Resulta interesante que el giro Marxista hacia una legitimación “científica” y dialéctica objetivista fuese directamente influenciada por la crítica a la moralidad de Max Stirner. Antes de El Único y su Propiedad, aparecida a finales de 1844, Karl Marx fue un filósofo político humanista de la línea de Ludwig Feuerbach (véase los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 de Marx, por ejemplo). Luego del sensacional debut de la filosofía fenomenológica del ego ( “ego” tomado como otra palabra en esa época para “sí mismo” – mucho antes de que Freud transformara su significado popular) con su mordaz crítica a la moralidad, Marx se vió forzado a aceptar la ingenuidad de su humanismo moralista y abruptamente transformó su filosofía social por entero, comenzando con la Ideología Alemana – escrito en 1845 en un intento para evadir la crítica punzante de Stirner. Sin embargo, Marx finalmente no pudo y estuvo poco dispuesto a dejar su filosofía injustificada por un mundo metafísicamente objetivo o mundo material, frecuentemente describiendo su ideología como “científica” y crecientemente permitiendo a sus especulaciones dialécticas confundirse como supuestas verdades objetivas. Varios epígonos de Marx (incluyendo a su antiguo compañero, Friedrick Engels) intentaron sistematizar el Marxismo de varias maneras, cada una de las cuales tendió a negar lo que era de valor en la dialéctica más crítica de Marx, reificando a la par unas cuantas ideas en principios dogmáticos del Marxismo.

En última instancia, la mayoría de las ideologías Marxistas modernas han desarrollado explítas formas de moralidad obligatoria las cuales han sido deducidas desde aquello que han llegado a ser supuestas verdades trascendentales de la Lucha de Clases, reveladas por las variadas formulaciones “científicas” del Marxismo. Los movimientos Marxistas que han alcanzado el poder estatal han dado especialmente significadados concretos y sangrientos a la moralidad predominante de trabajador-gulag de las ideologías de la lucha de clases Marxista, aunque esto no ha detenido a algunos anarquistas de izquierda a apropiarse de aspectos de variadas formas de moralidad Marxista para sí, como cuando argumentan que estos análisis particulares de las lucha de clases demanda la sumisión de los trabajadores o ciudadanos a los dictados de ciertas organizaciones que reclaman representarlos – ya sean sindicatos, comunidades de “poder dual” o organizaciones municipales, etc.

(También debería notar que aún hay unos cuantos supuestos radicales intentando construir una crítica social Marxista no-ideológica – o mejor dicho, crítica social influenciada por Marx. Como sea, estos intentos se encuentran casi siempre fundados en el deprecio Marxista generalizado por los individuos humanos y la individualidad humana. Esta fobia Marxista a los seres humanos vivientes concretoss – excluyéndose de esto los teóricos Marxistas a sí mismo, por cierto – requiere la constante fetichización de las colectividades como los únicos actores sociales genuinos, colectividades cuya propias dinámicas sociales y políticas siempre persisten al menos parcialmente mistificadas por el rechazo a reconocer que se encuentrar contruidas de individuos cuya existencia no se encuentra de ninguna manera agotado por su participación en las variadas colectividades.)

¿Moralismo radical?

En la ausencia de una comunidad (constestataria) genuinamente vivida y de un movimiento auténticamente revolucionario en toda la sociedad, varios supuestos radicales tienden a retirarse en otras actividades que sustituyen la acción directa. Una de las trampas en que más facil se cae es en la reducción del proyecto radical en un proyecto moral (y su corolario, la reducción del discurso subversivo radical en unos discursos moralistas relativamente sin sentido). En lugar de crear una teoría social subversivamente radical en colaboración con otros rebeldes, y ponerla en prácticas con ellos con el fin de la eliminación directa de cuantos aspectos de la dominación y alienación social sean posibles, el objetivo llega a ser una rígida división Maniquea del mundo social en partes “buenas” y “malas” (fuera de contexto en sí mismas), con la finalidad de una supresión mecánica de lo “malo” siempre y donde sea posible, y la ampliación de lo “bueno”.

En lugar de una teoría social dialéctica apuntada a un entendimiento cada vez más sofisticado, en articulación con una practica subversiva cada vez más sofisticada, las ideologías moralistas estan enfocadas a dividir y clasificar simplistamente con poca o ninguna atención por el contexto o la totalidad. Para los ambientalistas moralistas, por ejemplo, el reciclar o los espacios silvestres son siempre buenos, mientras que el uso de vehiculos todoterrenoy nuevos desarrollos de viviendas seran siempre malos. El contexto no importa, lo que da como resultado estrategias mecanicas destinadas, por ejemplo, a simplemente desalentar el uso de todoterrenos (ya sea incendiandolos, o luchando por una legislacion que los vuelva mas inaccesibles) o desalentando la construccion de nuevas viviendas. En vez de alentar la propagacion de una critica (teorica y practica) al capital y al estado como partes de un sistema global de alienacion y dominacion, el moralismo tiende a resultar una forma de siempre ver la totalidad del mundo social con una serie estrecha de luchas monotematicas.

Las prácticas moralistas siempren tienden a echar culpas (hacia aquellxs que se involucran en actividades que podrian en alguna forma ser catalogadas como “malas”) y hacia la santurroneria, y supuesta “superioridad moral” (dado que uno ya tiene todas las respuestas, y detalladas, sin importar el contextos o los devenires del mundo real), y son más fácilmente practicadas por aquellos lo suficientemente privilegiados para disfrutar de un amplio abanico de opciones de consumo (lo que facilita la capacidad de boicotear a las corporaciones adecuadas, mientras se apoya el correcto “comercio justo” o las mercancías de cierta subcultura. Debido a que las practicas moralistas apuntan a maximizar el logro de ciertas fetichizadas cualidades “buenas”, y minimizar cualquier cualidad “mala”, demonizadas, hay poco o ningun espacio para desarrollar un entendimiento matizado de los sistemas sociales e históricos que dan el contexto general a los dilemas morales superficiales con los que la gente parece enfrentada. Las opciones resultantes son casi siempre “o esto/o eso, y nada más”, con todo el rango real de posibilidades coartado.

El moralismo de lo “politicamente correcto” (PC) es probablemente la forma más facilmente reconocida que toman las practicas moralistas. Para la gente cuya identidad esta atada a su color de piel, la tendencia PC es hacia un moralismo reactivo, racial. Para las mujeres cuya identidad mayor esta atada al genero, la tendencia es a demonizar a todos los hombres, tanto individualmente como cosificados en forma de un “patriarcado” como super-grupo definido por su genero.

Ejemplos podrian tambien ser dados para otras formas del moralismo que se las da de radical, como el pacifismo, muchas formas de izquierdismo, incluidas la mayoria de las ideologias marxistas, y varias otras campañas monotemáticas.

Uno de los aspectos más llamativos de las prácticas moralistas incluye los generalmente inútiles esfuerzos por comunicarse a través de la division etica/moralidad obligatoria (que seguramente se evidenciarán en las reacciones moralistas a este ensayo). Incluso cuando aquellos no tienen ninguna creencia en ningun sistema de valores fetichizado, ponen bastante en claro que sus críticas y comentarios surgen de sus propias experiencias dentro de contextos sociales y situaciones historicas particulares, sus palabras son automáticamente interpretadas a través de un marco moralista que asume que estas críticas y comentarios deben estar basadas en algín implícito, pero aun trascendente, sistema de valores.
Los moralistas siempre ven solo a otros moralistas, aun cuando no haya ninguno. Y más aún, a menudo ven -y critican- a estos otros moralistas (fantasmales), por ser excesivamente (aunque de forma encubierta) moralistas, aún cuando ninguna evidencia en absoluto pueda hallarse para tal acusación.
Uno de los aspectos mas vacíos y derrotistas o victimizantes de la moralidad dentro de la escena que se las da de radical, es el moralismo como un estilo de vida –una parada moralista que se apoya en identidades basadas en formas de consumo particulares. En vez de actuar sobre la critica radical a todas las instituciones sociales que refuerzan y justifican nuestra alienacion y dominacion, el estilo de vida moralista eleva sus elecciones como consumidores a decisiones morales, las que, segun su vision, los hacen mejores personas que aquellos que no las comparten. Estas elecciones de estilo de vida pueden involucarar adoptar una dieta rigida -vegetariana o vegana-, usar un uniforme especializado -punk u obrero-, practicar ciertas formas particulares de sexualidad, o consumir productos de cierta subcultura. (Nota: Obviamente ninguna de estas practicas per se son en sí mismas necesariamente debilitantes o derrotistas; es su fetichización y elevación a estándares morales descontextualizados lo que las vuelve así.)

Los efectos de la moralidad

Cualquiera sea el contenido específico de una moral obligatoria, los efectos son básicamente similares. La habilidad de una persona de pensar con claridad y actuar de manera decisiva frente a sus propios intereses (dentro de contextos apropiados) se ve comprometida o saboteada. Si las personas no son capaces de actuar conscientemente sobre sus propios intereses individuales y comunitarios, entonces casi con certeza terminarán de alguna manera actuando de acuerdo a los (ajenos) intereses de otro.

En la mayoría de las formas de la moral obligatoria este otro sobre los cuales los intereses y valores están orientados es más una idea abstracta que una persona o un grupo de ellas: Dios, Ciencia, Naturaleza, el propio País (o Estado-Nación), la Economía o Ecología, etc. (A pesar de que siempre hay gente real, grupos sociales y organizaciones esperando para explotar a las víctimas de la moralidad al actuar como mediadores entre ellos y sus ideales abstractos.) Incluso en aquellos casos de valores que están explícitamente orientados hacia una persona o un grupo de ellas (por ejemplo, la moral de lucha de clase que pone a la Clase Trabajadora como punto central), estos valores generalmente se mantienen orientados mucho más hacia la idea abstracta de la persona o el grupo que hacia cualquiera persona viviente, concreta y real: la idea fetichizada del Proletariado o el Partido (más que la forma viva y pulsante de trabajadores o de miembros individuales que componen al partido), la Humanidad (en abstracto más que en la forma de un agregado de individuos concretos y todas sus interrelaciones), el Estado, etc. La gente sumidas antes morales obligatorias que están organizadas alrededor de estas ideas abstractas intentan forzarse a sí mismas a seguir aquellas demandas debido a que han desplazado (proyectado o enajenado) su propia subjetividad hacia la misma, usualmente a través de la influencia de años y años de alienación, socialización moralizante y adoctrinamiento. En vez de comprender y actuar por sí mismos, las víctimas de la moralidad intentan convertirse a sí mismos en los títeres de las ideas abstractas que ellos mismos fetichizan.

Viviendo sin moralidad

La alternativa radical a la moralidad involucra la creación de una teoría crítica del yo-mismo. La formación de cualquier perspectiva y práctica anarquista que sea coherente y efectiva requiere que la gente desarrolle (a través de la interacción con sus ambientes naturales y sociales) un entendimiento relativamente sofisticado de sí mismos y de su lugar en sus mundos sociales y naturales. Sin la comprensión consciente de este locus subjetivo de entendimiento, sin un foco claro sobre los propios intereses personales y sociales, es imposible el desarrollar una teoría social crítica que sea capaz de comprender la enajenación social y las posibilidades para su superación. Una teoría crítica del yo-mismo y una teoría crítica social son dos polos esenciales de un único proyecto comprensivo.

Solo mediante el desarrollo y mantenimiento de un auto-entendimiento crítico de sí mismo y del propio-mundo puede alguien realizar decisiones completamente racionales acerca de cuáles son sus intereses más genuinos y cómo alcanzarlos (en vez de tomar decisiones basadas en racionalizaciones parciales o incompletas las cuales no reflejarán adecuadamente a sí mismos en el contexto general). Usando el lenguaje decimonónico de Max Stirner, este tipo de auto-comprensión crítica era designada como “egoísmo auto-consciente”, pero hoy en día toma sentido el relanzar este antiguo término pre-freudiano a favor de una “teoría del yo-mismo”

El auto-entendimiento crítico involucra el desarrollo simultaneo de una ética finita, un juego de valores consistente con lo que se considere y se sienta como los intereses personales más importantes, como son expresados en las actividades de la vida cotidiana. Estos valores son expresiones orgánicas de una subjetividad radical propia, de una auto-posesión, auto-entendimiento y auto-actividad propios. Ellos no se originan fuera de la propia vida, demandando la sujeción, debido a que son el resultado de las propias experiencias directas y sirviendo a los propios intereses.

(Publicado originalmente en Anarchy: A Journal of Desire Armed #58 Fall-Winter 2004–2005. Traducido por CN.)

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Sobre el Ser Vagabundo x Isabelle Eberhardt


Un tema al que pocos intelectuales le dedican un pensamiento es el derecho a ser un vagabundo, la libertad para vagar. Sin embargo, el andar de vagabundo es la liberación, y la vida en la carretera abierta es la esencia de la libertad. Para tener el coraje de romper las cadenas con que la vida moderna nos ha ponderado (bajo el pretexto de que se nos ofrece más libertad), y luego a tomar el bastón simbólico y empaquetar y salir!


Para el que entiende el valor y el sabor delicioso de la libertad solitaria (en tanto nadie es libre si no esta solo) el estar de salida es el acto más valiente y más grandioso de todos.



Una felicidad egoísta, posiblemente. Pero para aquel que disfruta de su sabor, la felicidad.



El estar solo, el ser modesto en las necesidades, para ser ignorado, ser un extraño que está en casa en todas partes, y caminar, en forma grandiosa y por uno mismo, hacia la conquista del mundo.



El caminante sano sentado al lado de la carretera analizando el horizonte abierto ante él, ¿No es este el dueño absoluto de la tierra, las aguas, y hasta del cielo? ¿Que habitante puede competir con él en poder y riqueza? Sus dominios no tiene límites, su imperio no tiene ley. Ningún trabajo le hace inclinarse hacia el suelo, en tanto la bondad y la belleza de la tierra ya son suyas.



En nuestra sociedad moderna el nómada es un paria "sin domicilio fijo." Al añadir estas pocas palabras al nombre de cualquier persona cuyo aspecto sea considerado irregular, aquellos que hacen y ponen en práctica las leyes pueden decidir el destino de una persona.



Para tener un hogar, una familia, una propiedad o una función pública, contar con un medio definido de subsistencia y ser una pieza útil en la máquina social, todas estas cosas parecen necesarias, incluso indispensable, para la gran mayoría de los hombres, incluyendo a los intelectuales, y aun aquellos que piensan de sí mismos como totalmente liberados. Y sin embargo, estas cosas son sólo formas diferentes de esclavitud que vienen del contacto con otras personas, especialmente regulado y continuo.



Siempre he escuchado con admiración, aunque no con envidia, a las declaraciones de los ciudadanos que cuentan cómo han vivido durante veinte o treinta años en la misma sección de la ciudad, o incluso en la misma casa, y que nunca han estado fuera de su país natal, o su ciudad.



No sentir la tortuosa necesidad de conocer y ver por uno mismo lo que está ahí, más allá de la misteriosa pared azul del horizonte, para no encontrar monótonos y deprimentes acuerdos de la vida cotidiana, para mirar el camino blanco que conduce a la distancia desconocida sin sentir la necesidad imperiosa de ceder ante ella y seguirla obedientemente a través de montañas y valles! La creencia cobarde de que un hombre debe permanecer en un solo lugar es demasiado reminiscente de la renuncia acrítica de los animales, bestias de carga estupefactas por la servidumbre y, sin embargo siempre estando dispuestos a aceptar el deslizamiento sobre el arnés.



Hay límites para todo dominio y leyes que rigen todo poder organizado. Pero el vagabundo posee toda la tierra inmensa que sólo termina en el horizonte no existente, y su imperio es uno intangible, en tanto su dominio y disfrute de este son cosas del espíritu.

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