LOS CRÍMENES CONTRA EL PENSAMIENTO X BIÓFILO PANCLASTA

Publicado el 30 enero 2014

Señor Benjamín Palacio Uribe. Bogotá.

Os escribo desde una selva. A orillas de un río. Bajo un cielo diluvioso. Mucho tengo que decir. Mucho. Pero mi alma no condensa ideas. Mi mano está yerta. Los grandes dolores son intraducibies. No obstante eso, no quiero desaprovechar esta primera oportunidad de dar a conocer al mundo la obra nefanda de que soy victima. No es una queja lo que quiero trazar en estas líneas. Tampoco es una protesta. Ni me creo débil, ni creo conscientes a mis enemigos. Pero el acto cuyas consecuencias sufro, no es sino la obra de seres irracionales. ¿Cómo juzgarlo de otro modo?

Volví a Colombia, bajo la garantía de las promesas que el nuevo gobierno había hecho de abrir las puertas a todos los expatriados. Volví con mi morral de ideas y mi bastón de peregrino a golpear a las puertas de la conciencia nacional, en busca de un último sentimiento, de una suprema idea de salvación patria. Porque no obstante mis ideas ácratas, yo también tengo patria, o mejor dicho yo colectivo, y por egotismo mismo debo defenderme, defendiéndola.

Preñada el alma de esperanzas y el cerebro de energías, llegué a Colombia como un Luzbel destronado, pero esperanzado y altivo. El 16 de noviembre pasado, arribó a Cartagena el vapor que me condujo desde el extranjero. Llegué satisfecho y orgulloso. Pero cual seria mi desilusión al recibir de boca de un esbirro la orden de no saltar "a tierra." ¿Por qué? A esta interrogación, el gobernador De la Vega me responde que porque Reyes me había antes extrañado del país. ¿Pero no se dio antes un decreto permitiendo a los desterrados políticos el permiso de volver a Colombia? Sí, pero no a Ud., porque sus ideas son un crimen! Entonces como protesta contra el destino mismo que me obligara a nacer en un país donde pensar es un crimen, quise arrojarme al mar para de este modo obligar al gobernador a hacerse responsable responsable de un acto que ejecutaba sin conciencia. Y logré, en efecto, que él diera el espectáculo inquisitorial de sacarme del buque entre una fila de sayones, encerrándome en una estancia miserable y policial. Estaba preso pero estaba vencedor. Estaba en Colombia. Preso, muy bien, el abuso era manifiesto. La injusticia flamante.

¿Qué se haría conmigo? Muy pronto la inconsciencia del señor De la Vega, encontró medio de resolver mi situación, agravadora de la suya. De acuerdo con el cónsul alemán y con la Compañía Hamburgo- Amerika Line, al día subsiguiente me embarcó de nuevo a bordo del Sardina y me envió a Colón comunicándole a la policía de aquel puerto de antemano, para que ésta me aprehendiera y así preso allí por el delito de ser patriota, no pudiera
regresar a Colombia a cometer el crimen de aspirar a ser libre. Colombia me entregó maniatado a Panamá. La madre me coloca bajo el hacha del verdugo traidor y cobarde.

¿Es creíble esto? ¡No! Por eso yo al calificarlo lo califico de acto inconsciente. Por eso no protesto, por eso nada arguyo. Pero en cambio es preciso que la casa de Orates deje de ser el Capitolio. Razón! La patria se pierde por falta de lógica. Lo que en Colón, al llegar me aconteciera, es de suponer. Violentamente secuestrado del Vapor fui conducido a la cárcel, torturado, infamado. Acusé al ejecutivo Obaldía a la Corte Suprema. Entonces fui trasladado a la capital. Y allí embovedado. Hasta que un día, el 8 de diciembre fui sacado y arrojado en un bote podrido y sin víveres el cual me condujo a Juradó y allí me abandonó. Asi Panamá evitó la afrenta de su crimen. Asi quiso asesinarme ahogado lejos, ya que les faltaba valor para rematarme de cerca. Y si he salvado la vida, es un fenómeno moral biológico. Cinco días permanecí sin comer. Veinte en las selvas. Horrorosamente. Hoy salgo. Salgo al río Atrato. Mis peligros continúan. Carezco hasta de la distinción de sexo, pero seguiré. Seguiré allá... allá.., y para entonces, espere el mundo: el esfuerzo del ciudadano que crea querer ser gobernado por hombres.



Biófilo Panclasta

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