La cruda

Publicado el 19 septiembre 2014

Hace unas dos horas que me encuentro con el lápiz en mano, frente a una hoja, por supuesto en está en blanco. Hace un par de semanas, una bestia que se hace llamar mi amigo me pagó para escribir un artículo de 600 páginas sobre “la visión nihilista de la vida”. El muy bastardo es editor de una revista universitaria de filosofía, y en una de esas tantas borracheras en las que anónimamente me teletransporto de un lugar a otro,  pasándome por el culo toda ley de física o natural, o lo que sea, me ofreció un par de monedas para escribir sobre “la visión nihilista de la vida”. Todos esos bastardos universitarios me ven como bicho raro, una atracción más del freak soy, el nihilista por excelencia. Lo dejo claro, no soy nihilista, pero esos descerebrados me ven como uno. Cuando hacen sus antojadizas preguntas sobre alguna institución o algo por el estilo, riendo siempre esperan que les responda algún vomito incendiario contra dicha institución o que-se-yo-sobre-lo-que-preguntan.
Pero como iba diciendo, llevo un buen par de horas ahí sentado frente a la hoja, no sé qué escribir, solo pienso en frases incoherentes: un par de infantiles amenazas a la sociedad, mal cohesionadas. Tengo las ideas crudas, y el cerebro medio muerto. Debe ser porque no he dormido desde hace dos días, hace dos días que comencé a reventarme con todo líquido o sustancia que encontrase en mi camino.
Lo recuerdo como si fuese ayer, era un día hermoso, eso creo o recuerdo. Salí altivo de mi casa, me dirigí a la primera botillería que viera abierta y compré una lata. Luego me dirigí donde a la casa de un amigo, un antro de perdición. En ese momento no recuerdo nada. Quizás tenga el flashback de una que otra imagen dantesca, sobre lo ocurrido en aquellas horas o quizás ni siquiera fueron flashbacks de mi noche, quizás fueron alguna película que vi hace muchos meses antes.
Dantesco, no sé porque describir con esa palabra, esa suma de situaciones que fue aquella noche, cuando escucho dantesco, lo primero que se me viene a la mente es una bandada de periodistas hambrientos de crónicas amarillas y rosadas, malditos periodistas, todos ruines perros.
Lo único que si recuerdo bien, es que desperté de cabeza en un sillón, como pude me di vuelta, pero fracase, y caí al suelo… de cabeza. Me levante, sin mucha honra y salí hecho un bólido con nitrógeno en el culo, hacia mi casa. Debía escribir aquel artículo sobre “la visión nihilista de la vida”. Si lo sé, era una mierda de tema, pero dinero es dinero y de algo hay que vivir. Al salir de aquella cueva de perdición, el sol me quemo. Volví a la casa, entré al baño y me di un chapuzón en la tina, esperaba ahogarme. Estuve ahí buceando un par de minutos hasta que me di cuenta de que estaba rebalsando la tina. Me levante.
De vuelta en la calle corrí como si fuera un simio escapando de un zoológico, un simio corriendo hacia la libertad. Luego de una larga travesía por las calles de Santiago, me encontraba cerca de mi humilde chabola, solo faltaban un par de calles para llegar.
Ya más calmado, me encontraba cruzando una calle, precisamente por un paso cebra, vi a un chino en una camioneta blanca 4x4 avanzando hacia mí, pero no le tomé mucha importancia, había un paso cebra, debía parar. Pero el amarillo muy bastardo no paro y casi me atropella, lo miré y solo lo miré, avancé de nuevo para cruzar la calle y el bastardo de nuevo intento atropellarme. El resaca, luchar contra el tiempo, una mañana calurosa, una larga jornada de juerga y un chino en una 4x4, no es una buena combinación. Bendigo al sol. El chino bastardo tenía abajo su ventanilla, y entonces me vi en la obligación de regular el karma del universo, golpee al bastardo en la cara. El pobre solo reacciono acelerando su 4x4 y se perdió entre el tráfico y los vendedores de helados.
Continuando con mi camino, y tal como lo dicta la ley de Murphy, todo lo que puede salir mal, saldrá peor. Doblando por una esquina me encuentro, con el ser más fétido con el que me he topado frente a frente, era un bastardo de unos cien años, muy borracho. Creo que el muy podrido ya no debería ni tener un hígado. Tal como si fuera un bebé aprendiendo a caminar se acercó a mí y balbuceando me dijo algunas palabras. Por lo que pude entender estaba asaltándome, me pidió todo lo que llevara. Yo, ya venía cabreado por el chino bastardo y su 4x4. Lo miré fijamente, pero luego de reflexionar un par de segundos, decidí no golpearlo. Hacerlo era maldad pura, hasta para mí. La pobre bestia no podía ni mantenerse en pie sin ayuda, no podía pegarle. Por lo que seguí caminando mientras, mi gran amigo me seguía o hacía en intento abrazando las paredes, por lo que veía no se iría sin tener algún botín.

Al llegar a mi humilde hogar, solo a lo único que atine fue a dormir. Al despertar, lo primero que hice fue sentarme en mi escritorio e intentar escribir el famoso artículo sobre “la visión nihilista de la vida”, pero no puedo escribir, hay alguna fuerza que me lo impide. Creo que debe ser la resaca, o el calor o la ley de Murphy, o el desequilibrio del karma universal, por no haber golpeado al borrachín maleante que quería robarme.

ACEFALIA
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