Hace unas dos horas que me
encuentro con el lápiz en mano, frente a una hoja, por supuesto en está en
blanco. Hace un par de semanas, una bestia que se hace llamar mi amigo me pagó
para escribir un artículo de 600 páginas sobre “la visión nihilista de la vida”. El muy bastardo es editor de una
revista universitaria de filosofía, y en una de esas tantas borracheras en las
que anónimamente me teletransporto de un lugar a otro, pasándome por el culo toda ley de física o
natural, o lo que sea, me ofreció un par de monedas para escribir sobre “la visión nihilista de la vida”. Todos
esos bastardos universitarios me ven como bicho raro, una atracción más del
freak soy, el nihilista por excelencia. Lo dejo claro, no soy nihilista, pero esos
descerebrados me ven como uno. Cuando hacen sus antojadizas preguntas sobre
alguna institución o algo por el estilo, riendo siempre esperan que les responda
algún vomito incendiario contra dicha institución o
que-se-yo-sobre-lo-que-preguntan.
Pero como iba diciendo, llevo un
buen par de horas ahí sentado frente a la hoja, no sé qué escribir, solo pienso
en frases incoherentes: un par de infantiles amenazas a la sociedad, mal
cohesionadas. Tengo las ideas crudas, y el cerebro medio muerto. Debe ser
porque no he dormido desde hace dos días, hace dos días que comencé a
reventarme con todo líquido o sustancia que encontrase en mi camino.
Lo recuerdo como si fuese ayer,
era un día hermoso, eso creo o recuerdo. Salí altivo de mi casa, me dirigí a la
primera botillería que viera abierta y compré una lata. Luego me dirigí donde a
la casa de un amigo, un antro de perdición. En ese momento no recuerdo nada.
Quizás tenga el flashback de una que otra imagen dantesca, sobre lo ocurrido en aquellas horas o quizás ni siquiera
fueron flashbacks de mi noche, quizás fueron alguna película que vi hace muchos
meses antes.
Dantesco, no sé porque describir con esa palabra, esa suma de
situaciones que fue aquella noche, cuando escucho dantesco, lo primero que se me viene a la mente es una bandada de
periodistas hambrientos de crónicas amarillas y rosadas, malditos periodistas,
todos ruines perros.
Lo único que si recuerdo bien, es
que desperté de cabeza en un sillón, como pude me di vuelta, pero fracase, y caí
al suelo… de cabeza. Me levante, sin mucha honra y salí hecho un bólido con nitrógeno
en el culo, hacia mi casa. Debía escribir aquel artículo sobre “la visión nihilista de la vida”. Si lo
sé, era una mierda de tema, pero dinero es dinero y de algo hay que vivir. Al
salir de aquella cueva de perdición, el sol me quemo. Volví a la casa, entré al
baño y me di un chapuzón en la tina, esperaba ahogarme. Estuve ahí buceando un
par de minutos hasta que me di cuenta de que estaba rebalsando la tina. Me levante.
De vuelta en la calle corrí como
si fuera un simio escapando de un zoológico, un simio corriendo hacia la
libertad. Luego de una larga travesía por las calles de Santiago, me encontraba
cerca de mi humilde chabola, solo faltaban un par de calles para llegar.
Ya más calmado, me encontraba
cruzando una calle, precisamente por un paso cebra, vi a un chino en una
camioneta blanca 4x4 avanzando hacia mí, pero no le tomé mucha importancia, había
un paso cebra, debía parar. Pero el amarillo muy bastardo no paro y casi me
atropella, lo miré y solo lo miré, avancé de nuevo para cruzar la calle y el
bastardo de nuevo intento atropellarme. El resaca, luchar contra el tiempo, una
mañana calurosa, una larga jornada de juerga y un chino en una 4x4, no es una
buena combinación. Bendigo al sol. El chino bastardo tenía abajo su ventanilla,
y entonces me vi en la obligación de regular el karma del universo, golpee al
bastardo en la cara. El pobre solo reacciono acelerando su 4x4 y se perdió entre
el tráfico y los vendedores de helados.
Continuando con mi camino, y tal
como lo dicta la ley de Murphy, todo lo
que puede salir mal, saldrá peor. Doblando por una esquina me encuentro,
con el ser más fétido con el que me he topado frente a frente, era un bastardo
de unos cien años, muy borracho. Creo que el muy podrido ya no debería ni tener
un hígado. Tal como si fuera un bebé aprendiendo a caminar se acercó a mí y
balbuceando me dijo algunas palabras. Por lo que pude entender estaba asaltándome,
me pidió todo lo que llevara. Yo, ya venía cabreado por el chino bastardo y su
4x4. Lo miré fijamente, pero luego de reflexionar un par de segundos, decidí no
golpearlo. Hacerlo era maldad pura, hasta para mí. La pobre bestia no podía ni
mantenerse en pie sin ayuda, no podía pegarle. Por lo que seguí caminando
mientras, mi gran amigo me seguía o hacía en intento abrazando las paredes, por
lo que veía no se iría sin tener algún botín.
Al llegar a mi humilde hogar,
solo a lo único que atine fue a dormir. Al despertar, lo primero que hice fue
sentarme en mi escritorio e intentar escribir el famoso artículo sobre “la visión nihilista de la vida”, pero
no puedo escribir, hay alguna fuerza que me lo impide. Creo que debe ser la
resaca, o el calor o la ley de Murphy, o el desequilibrio del karma universal,
por no haber golpeado al borrachín maleante que quería robarme.