Hablar de violencia, o del concepto “violencia”, automáticamente despierta un sentido negativo atribuyéndole este carácter sin previamente hacer un pequeño acto reflexivo al respecto. Realmente qué es lo que entendemos por “violencia”, podríamos hacer un paralelo entre “violencia institucional” y la “violencia revolucionaria”, el siguiente análisis pretende establecer una confrontación de ambos tipos de violencia dentro de la Filosofía de Albert Camus.
La persecución de la violencia no se torna respecto del
acto violento, sino que se traslada, automáticamente, a un aspecto legal
buscando condena y formas de repeler. La necesidad de pensar la violencia como
la respuesta a ciertos fenómenos políticos y sociales y de dar solución al
hecho que la desencadena debería considerarse una prioridad.
La censura moral que trae consigo la violencia y todas sus
expresiones indica que se debe aislar a este virus, en apariencia, desconocida.
Al parecer, son los valores que la cultura nos enseña los que nos niegan la
posibilidad de dialogar respecto de la violencia, relegándola a un estrado de
lo criminal; la misma mentalidad egoísta (el yo) nos empuja a hacer tales
juicios sin hacer el esfuerzo de conocer las razones del otro.
Generar el análisis, no es una forma de querer naturalizar
las prácticas violentas, es querer detectar su origen, dar solución y no caer
en el aislamiento penal. Reflexionar sobre su origen, tampoco es una forma de
justificarla como necesario en sí, más bien es una forma de conocer el
fenómeno.
A continuación, se presentan algunos hechos que se
consideran como violentos, uno de ellos: el suicidio como una expresión dual de
la violencia, luego la violencia política que se ha hecho frecuenta en nuestro
contexto, ambos hechos tomados desde “El extranjero” y “Los justos” de Albert
Camus.
El
suicidio como una expresión de violencia.
Podemos distinguir una violencia dual en el suicidio (violencia
institucional y violencia revolucionaria).
Desde la perspectiva del existencialismo del absurdo, Albert
Camus abrió su libro de 1942, El mito de Sísifo, afirmando la existencia de un solo
problema filosófico: el suicidio. Cada uno carga con el peso de juzgar desde su
absoluta e instransferible condición individual si la vida debería o no ser
vivida. Era éste, para Camus, el problema fundamental de la filosofía. Si bien
implicaba un tipo de violencia -la violencia ejercida sobre sí mismo-, esa
violencia funcionaba como respuesta a un problema filosófico sobre la
existencia. Ese problema es el de un desajuste que se produce entre el hombre y
la vida. Este desajuste es lo que Camus piensa con la categoría de lo absurdo.
El hombre es absurdo para sí mismo e innecesario para el mundo. Es, así, un
extranjero. (Feinmann)
El suicidio puede ser el reflejo de la
afirmación más grande la autonomía, de la voluntad humana. El problema del
suicidio, en terminos genelares, constituye el reflexionar filosofico en el autoconocimiento
que despierta la angustia en el ser. Lo paradojico de la situación es que al
tratarse de ser la expresión más grande de la afirmación de la voluntad humana
se le niegue la posibilidad de ejercer la decisión pues se incurre en un error
y en una falta moral a los actuales cannones éticos de la sociedad burguesa; al
hombre se le permite curar la mayoría de los males que le puedan ser
diagnoticadas (con las complicaciones del sistema de salud y lo que conlleva)
pero no se le permite ejercer su propia voluntad de discernir entre lo que le
seria provechoso o no para la continuidad de su ser; en otros terminos, el
hombre al tener el poder de ejercer la violencia, sea sobre sí mismo, se le
prohibe por medio de maximas culturales.
Me tomo la licencia de hablar de “violencia
revolucinaria” y señalar así al acto del suicido pues bien, en la etimologia de
la palabra se comprende que es un tipo de violencia que busca un cambio en el
orden de la vida del sujeto; creo que así se entiende un poco más la idea.
Camus, por medio de la filosofía del
absurdo, caracterisa al suicidio como la respuesta al desajuste entre el hombre
y el mundo, mostrando de cierta forma, que la tarea del autoconocimiento es
peligrosa, puede serlo ciertamente, pero han de existir otros factores que puedan
determinar la peligrosidad de ver la vida y el cotidiano como algo absurdo.
Considerar la vida de tal forma, en principio, es fatalista, muchas veces
cuando existe este tipo de desajuste se tiende a tratar de generar el aguste
pero cuando este decisión se afronta a determinantes psicológicas como la
depresión (endogena, que suele ser la mas fuerte), es el suicidio la única forma
de terminar con la angustia; se ve como una posible solución al problema del
desajuste pero parafraseando a Foucault es que debemos tener en cuenta que las
difunciones psicologicas determinadas por la psicología tradicional son
terminos con intencionalidad política.
Los
factores ambientales ejercen en el desajuste. Una pequeña cuestion de violencia
institucional.
Se
tiende a hacer oídos sordos respecto de que las condiciones ambientales, como
la estructura económica, la cultura y el sistema mismo no son factores
constituyentes en relación al aumento de las enfermedades mentales.
El
mundo actual se les presenta a los adolescentes como un mundo cruel y al mismo
tiempo son víctimas de fobias sociales, junto a la edad mediana, son los dos
sectores etarios más propensos a las enfermedades mentales del tipo depresivo. Específicamente,
a los adolescentes, se afrontan a que la posibilidad de realizar los sueños es
altamente escasa, es el pilar para comenzar a conceptualizar y creer al mundo y
a la vida misma como un lugar de sufrimiento continuo. Junto a ello, la psicología
dominante que tiene por objetivo la definición de lo normal y lo anormal que
mantiene el orden actual imperante. El mundo actual, de la sociedad capitalista
occidental, tiende a expulsar a los individuos que no le son útiles, es el suicidio
la eugenesia del sistema capitalista, hablamos de un sistema que aísla al
sujeto, en su casa y en su cuarto, siendo el aislamiento una causa de la
depresión. Las enajenaciones a las que el sujeto se ve sometido, la cultura
occidental, moldea al sujeto para consumir determinadas cosas y una desviación, significará represión.
Durkheim
entiende el suicidio como un hecho social, en una comparación entre las
comunidades judías y las católicas, concluyó que las primeras tenían una tasa
de suicidios menor que los católicos y que éstos tenían menor tasa que en las
comunidades protestantes; luego, el suicidio es un hecho social que se genera
en un contexto social, por lo general, opresivo, violento.
Análisis
del empleo de la violencia revolucionaria en “Los Justos”
La violencia es justificable solo cuando es necesaria para defenderse a
uno mismo o a los demás de la violencia. Donde termina la necesidad empieza el
delito… El esclavo siempre está en un estado de legítima defensa, así que su
violencia contra su patrón, contra el opresor, está siempre moralmente
justificada y tiene que ser regulada solo con el criterio de su utilidad y de
la economía del esfuerzo. (Bonnano, 2010)
La violencia empleada en el contexto político,
violencia revolucionaria, constituye un problema de subjetividades, pues siempre dependerá del lado en que se esté
situado para determinar si es o no legitima como tal. Cabe agregar que “el
sujeto revolucionario” se plantea automáticamente desde el lado de la violencia
para que la misma cese lo antes posible para poner fin al mismo empleo de esta.
Camus, en “Los Justos”, más allá de presentar el
problema de la violencia en sí, presenta el problema del alcance de las
acciones violentas, de a quienes afecta tal ejercicio y si lo merecen. Podemos
decir que el grupo de terroristas que presenta Camus debiesen haber tenido en
cuenta ciertas condiciones al momento de emplear la violencia como propaganda
armada; existen condiciones lógicas (en cuanto a argumentos) que le dan
fundamentos morales a las acciones pero no elimina ningún tipo de consecuencia.
Las condiciones lógicas son las de situación personal, luego la colectiva, de
quien decide emplear la violencia para, posteriormente, iniciar la elección de
medios y la identificación del enemigo en un estudio que trate de minimizar el
sufrimiento humano de quienes se encuentren en torno al enemigo y no sean
considerados como tal.
Entre las conclusiones que nos entrega Camus, en
realidad, las que podemos dilucidar desde nuestras experiencias y reflexiones, podemos
afirmar que al respetar ciertas condiciones, como las previamente establecidas,
la acción se considerará reivindicativa políticamente hablando (sea del lado
que sea).
La presentación
de la violencia refiere a la necesidad de cuestionar la visión ética y moral
del empleo de la violencia dentro de la sociedad capitalista actual, sus
dimensiones y no caer en el totalitarismo conceptual de creer que la violencia
es una sola.
Discutir la
autoridad moral y la utilidad del empleo de la violencia, encuentra lugar en la
necesidad de ésta. Por lo general se utiliza la violencia como un modo de
defender ciertos privilegios o cuestiones necesarias, lo cual implica una
decisión determinante para el sujeto de emplear o no la violencia, pero, en
estos casos, se entiende la violencia como algo negativo, algo malo a priori.
Esto no constituye una especie de justificación al uso de la violencia, esto
constituye crear la necesidad reflexiva del por qué la violencia se considera
algo malo y así, caer en la reflexión de su origen.
La necesidad
de tener una ética de la violencia reside en el carácter interpretativo y valórico.
La
violencia como un hecho necesario y oportuno estará siempre relacionada con lo
reaccionario de los sujetos.
Es
complicado en extremo evaluar la carga de legitimidad que satura acciones de
agresión preventiva o anticipatoria. La única vía posible para asegurar la
legitimidad de las acciones violentas es calibrar con precisión la naturaleza e
inminencia del riesgo a que el eventual defensor va a estar expuesto,
precisamente para certificar que la respuesta es defensiva y no ofensiva. Si
nos concentramos en la agresión legítima llevada a cabo por ciudadanos
individuales, el desarrollo de habilidades de análisis anticipatorio que
posteriormente pudieran constituir un elemento probatorio para que, como hemos
argumentado, una autoridad jurisdiccional al amparo de las reglas del Derecho
pudiera decantarse hacia la exención de responsabilidad criminal, es bastante
improbable. En aquello que respecta a la agresión lícita de los Estados, por
ese espacio de legitimación consensual que hemos apuntado que existe y que debe
facultar a determinados actores de la comunidad internacional como garantes de
que aquella violencia que pretendidamente se va a infligir es necesaria,
proporcional y oportuna, se perfila alguna posibilidad más, aunque no
excesivamente determinista. El dossier de las dos guerras de Irak, a principios
de los noventa y a primeros de dos mil, es paradigmático. (Gómez)
Bibliografía
Bonnano, A. M. (2010). Errico Malatesta y la violencia
revolucionaria. En A. M. Bonnano, Errico Malatesta y la violencia
revolucionaria (pág. 16). Barcelona: Bardo.
Feinmann, r. J. (s.f.). Página 12. Obtenido de
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-92631-2007-10-07.html
Gómez, A. M. (s.f.). Hacia una ética sobre la
violencia. Obtenido de Revista Futuros:
http://www.revistafuturos.info/futuros_11/etica_violencia.htm